SPECTATOR IN BARCINO
Memoria (nacionalista) de los catalanes
No busquen nada cervantino en 'La memòria dels catalans'. A las pocas páginas, comprobamos que esta es una historia más del nacionalismo oficial. El 'modus operandi' habitual: extrañamiento de España en una memoria de parte
Artículos de Sergi Doria en ABC
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Iniciar sesiónHace dos semanas escribíamos acerca de la reunión de ciudades cervantinas en Barcelona y la ponencia de la escritora y académica Carme Riera sobre la relación de Cervantes con la Ciudad Condal, escenario de la segunda parte del Quijote. Martín de Riquer dedicó ... una buena parte de su obra al autor del libro más leído después de la Biblia y situó en la casa de paseo de Colón la estancia barcelonesa de Cervantes.
No busquen nada cervantino en 'La memòria dels catalans' (Edicions 62), voluminosa «construcción histórica de la identidad» que dirige Borja de Riquer, historiador e hijo de Martín de Riquer. Un millar de páginas, kilo y medio de peso, doscientos veintiún capítulos y ciento treinta y seis colaboradores hacen esta memoria de los catalanes: su director blasona de soslayar el esencialismo. Advierte que no es una historia alternativa a las convencionales, que la memoria es múltiple. Lleva razón: hay muchas memorias en función de las experiencias individuales porque el término 'memoria histórica' es un oxímoron. Riquer reconoce a Josep Fontana como referente y los «lugares de la memoria» de Pierre Nora.
A las pocas páginas, comprobamos que esta es una historia más del nacionalismo oficial. El 'modus operandi' habitual: extrañamiento de España en una memoria de parte. «Toda selección es arbitraria y discutible», apunta Riquer. Desde luego, pero aquí las ausencias siempre corresponden a la Cataluña «impura». La primera andanada, en el preámbulo de los símbolos, banderas e himnos. La bandera española, afirma el director, «parecía más un emblema naval o militar que no nacional» mientras que la republicana tricolor se identificaba con los sectores más progresistas, obviando que la rojigualda fue la enseña de la Primera República en 1873. Hay un capítulo sobre el 1 de octubre de 2017: «El día en que, a pesar de todo, se pudo votar». Josep M. Muñoz aplica la óptica independentista al referéndum ilegal: identifica a Felipe VI con el «a por ellos» y califica la consulta de éxito «moral y político» aunque matiza que la declaración de independencia del 27 de octubre «no ha sido reivindicada seriamente por nadie con posterioridad».
No todos son ditirambos; entre las excepciones, el capítulo sobre la imagen y el mito de Macià de Enric Ucelay-Da Cal sobre el populista excoronel: «Tan acostumbrado a mandar, no aceptó un consejero primero: gobernaría él directamente y el Parlament sería secundario». Con ese personalismo «su gobernanza parecía, según como, una dictadura», sentencia el historiador. Está Macià, está Companys, pero no Tarradellas, demasiado querido por el constitucionalismo español. Se habla del sitio de Gerona por los franceses, pero de los «episodios» de Galdós ni mu. Según Agustí Alcoberro fue un acontecimiento «mitificado» por el «naciente nacionalismo español».
Nada que ver con el documentadísimo 'Nacionalisme espanyol i catalanitat' de Joan-Lluís Marfany: Numancia, el Cid y la guerra de la Independencia en el imaginario de los catalanes. Se habla de franquistas y antifranquistas, pero no de los catalanes de Burgos o el semanario 'Destino' (con Josep Pla no se pasa de la mención). Tampoco de la Cataluña que se expresa en castellano: el Patufet sí, no el TBO ni Bruguera; tampoco las películas de Iquino, las editoriales barcelonesas del libro hispanoamericano. Sale el Paralelo, pero sobre todo en catalán; nada de Los Vieneses ni las chicas de Colsada. Se elogia a Vicens Vives por su interpretación de la voluntad de ser de Cataluña, no por definir la derrota de 1714 como un «desescombro de privilegios feudales». Es lo que hay. Y por lo que hemos leído en el volumen de Borja de Riquer sigue habiendo eso. Memoria de la Catalunya nacionalista.
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