spectator in barcino
Cincuenta metros cuadrados de victimismo
En Cataluña sigue costando que se cumpla el aserto de Lincoln: se puede engañar a algunos un tiempo, pero no a todo el mundo todo el tiempo
Artículos de Sergi Doria en ABC
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Iniciar sesiónLa 'senyera' gigante frente al Parlament ha quedado empapada por la lluvia. Noventa y tres mil euros para cincuenta metros cuadrados de tejido: la superficie de ese piso que los jóvenes no encuentran. Noventa y tres mil euros divididos por cincuenta metros: mil ochocientos ... el metro de bandera. Cincuenta metros cuadrados de bandera o de vivienda de protección oficial: la décima parte del palacete de Puigdemont en Waterloo: «Por la libertad que los Borbones arrebataron a nuestros antepasados que defendían Cataluña, y por la independencia y el futuro de nuestra nación que debemos a nuestros hijos», clamaba el Bifugado. Lo que debéis a vuestros hijos son esos pisos que, tan ocupados en la identidad, no construisteis, masculla el aguafiestas.
La Cataluña abanderada deposita flores a Rafael de Casanova, el abogado que murió de viejo en 1743 bajo el Decreto de Nueva Planta y que un monumento romántico representa aferrado al pendón austracista. El Onze de Setembre parte de una mistificación histórica, pero los abanderados siguen priorizando una leyenda más propia de la emoción popular que del rigor histórico, ese aguafiestas. La guerra de 1714 no fue de Secesión de España sino de Sucesión europea. Habsburgos versus Borbones. Cansa repetirlo. Si los defensores de Barcelona hubieran tenido wasap no habrían prolongado la sangría; esperaban una ayuda inglesa que nunca llegó.
La Cataluña nacionalista, que es la Cataluña institucional, reitera la frase de Vienna a Johnny Guitar: «Miénteme, dime que los catalanes estamos colonizados por el imperialismo castellano. Que la lengua no decae por nuestro maximalismo sino por el contubernio de las togas». «Miénteme» dicen los socios del Barça al presidente que dejó la remodelación del Camp Nou en manos de unos turcos que no cumplen los plazos. «Miénteme» susurra la izquierda a Sánchez e Illa profetas de un «reencuentro» que consiste en ceder ante el independentismo. «Miénteme» dijeron los burgueses convergentes cuando Mas aseguró que las empresas se pelearían por radicarse en una Cataluña-Dinamarca del Sur. El nacionalismo cambia de país y de mentira según la necesidad victimista de cada momento; ahora cunde la desunión: ¿Jerusalén o Gaza? La antigua Convergencia y los ultras de Aliança Catalana con la estrella de David; la izquierda socialcomunista con la kufiya. Lluís Llach, agostado capitoste de aquella ANC que congregaba dos millones de fieles y ahora pocos miles de jubilados, pidió a sus ociosos activistas que llenaran de esteladas las etapas catalanas de la Vuelta: pocos repararon en la acción separatista, pero todos hablan de las enseñas palestinas de los antisistema.
Con camisetas color naranja y un puño con el lema «independencia más motivos que nunca» comenzó el paseíllo independentista a las 17.14 horas: de las grandes avenidas al tramito que va de la plaza Palacio a la Rambla. Como la Cabalgata de los Reyes Magos, pero sin caramelos volantes y oteando un cielo con nubarrones. En Cataluña sigue costando que se cumpla el aserto de Lincoln: se puede engañar a algunos un tiempo, pero no a todo el mundo todo el tiempo. Don Abraham no conocía a estos creyentes: prefieren que sus líderes les mientan a tener el coraje de afrontar la verdad de la situación. «Miénteme dime que me habéis esperado todos estos años», dirá el Bifugado a sus acólitos…
Habrá que esperar a la Diada de 2026 con la ofrenda floral, las proclamas contra el «expolio» español y demás baratijas del retoricismo patriótico. Cincuenta metros cuadrados de senyera empapada de victimismo. Junqueras no asistió a la manifestación para que no le llamaran «botifler». La Diada de Sílvia Orriols: separatismo xenófobo en el Fossar de les Moreres. Un retorno a los orígenes.
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