El Merendero de la Mari, gastronomía marinera en el mejor balcón del Port Vell de Barcelona
El restaurante cumple 30 años en los soportales del Museo de Historia de Cataluña, frente al mar, pero atesora el legado de un siglo de cocina en la Barceloneta
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Barcelona
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Iniciar sesiónComer o cenar en el Merendero de la Mari supone una inmersión en el paladar y la acogida genuina de la Barceloneta, pero con la ventaja de disfrutar de las vistas y del ajetreo del ir y venir de viandantes, al estar ubicado en la ... mejor terraza del barcelonés Port Vell, bajo los soportales del Palau de Mar donde se encuentra el Museo de Historia de Cataluña. Galardonado como el mejor restaurante de cocina marinera de Barcelona por el programa televisivo «Juego de Cartas», el Merendero de la Mari cumple 30 años en su actual emplazamiento, pero atesora casi un siglo de legado gastronómico en la Barceloneta desde que la familia de Rosa María Ribera Vellvé, cuarta generación propietaria e hija de María Vellvé Costa, la Mari original, sentaran cátedra culinaria de productos del mar.
Pese a estar ubicado en un lugar de paso turístico, la clientela está integrada mayoritariamente por tres generaciones de barceloneses, subraya Jorge Coloma, marido de Rosa María. Quien firma estas líneas solía acudir en los años 70 y 80 con padres y hermanos a Can Costa, alter ego del Merendero de la Mari, siempre que había un motivo de celebración familiar. Las zarzuelas eran, junto a las paellas, los platos estrellas que se mantienen en la actual carta, aunque el hijo del matrimonio Ribera Coloma, Guillermo, que ostenta el cargo de chef ejecutivo, ha introducido su visión tras haber trabajado con cocineros de la talla de Albert Adrià, Ramon Freixa, Alain Ducasse o el pastelero Oriol Balaguer.
Además de mantener vivo el legado de la cocina marinera de la Barceloneta, el Merendero de la Mari es uno de los escasos establecimientos de restauración de la ciudad que mantiene el trato amable y cercano, merced a una plantilla de profesionales que lleva trabajando con la familia más de 15 años, algunos hasta dos y tres décadas, un extremo poco habitual en la actual hostelería. Incluso destaca entre ellos un «molt honorable» camarero que es idéntico al presidente de la Generalitat, Salvador Illa, «aunque yo soy más alto y más guapo», comenta David jocoso. Por su gran parecido con el político catalán, algunos clientes le han pedido fotos, como fue el caso del ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, entre otros.
Cocina ininterrumpida
Otro de los atractivos del Merendero de la Mari es que da de comer a cualquier hora, de martes a domingo y desde las 12,30 hasta las 23 horas de forma ininterrumpida y ofrece cualquier plato de su extensa carta, donde priman los productos del mar, aunque también hay algo de carnes, en especial de martes a viernes el chup-chup de albóndigas o el fricando con setas moixernons, aunque siempre se puede recurrir al entrecot de ternera a la plancha, sin olvidar unos excelsos macarrones de la Mari basados en una receta secreta heredada del mismísimo Josep María Freixa, padre y mentor del chef estrellado Ramon Freixa.
Pero en el Merendero de la Mari lo que hay que probar son sus recetas tradicionales como el rape a la Mari con fideuá y gambas que lo sirven con una salsa secreta a base de alioli y tomate; la paella del Nen en honor al chef Jordi Coloma hijo, el gustoso arroz de espardeñas con alcachofas, las almejas gallegas a la marinera y, cómo no, su zarzuela o una suprema de merzula al horno o su tronco de merluza a la donostiarra. También se puede degustar el arroz con rabo de toro y trompetas de la muerte o el ceviche de vieiras.
Lo aconsejable para disfrutar de la oferta del establecimiento es pedir de primero varios platillos para compartir, como tallarinas salteadas, navajas gallegas a la plancha, unos buñuelos de bacalao divinos, croquetas de gambas, gambitas de cristal, langostinos en tempura con salsa romesco o el carpaccio de atún blue fin con helado de eneldo, aunque también se puede degustar cualquier tipo de molusco, desde sus especiales ostras a unos berberechos o mejillones al vapor o a la marinera.
Y en el capítulo de postres no hay que irse del Merendero de la Mari sin probar sus emblemáticos paquetitos de crema que estallan en el paladar, pero también se pueden probar las creaciones del chef ejecutivo Guillermo Coloma, como su royal de maracuyá y sus canelones de mango rellenos de coco. Para maridar la marinera carta, la casa dispone de más de 150 referencias y entre su plantilla hay hasta cuatro personas con formación de sumiller para dejarse aconsejar.
El Merendero de la Mari, además de cita recurrente de las familias barcelonesas, también es un establecimiento que acoge eventos de empresas o grupos de amigos al disponer de capacidad para 230 comensales en su espléndida terraza esquinera por la que siempre corre brisa marinera, además de 150 cubiertos más en su interior de mesas amplias, muchas de ellas redondas, que son las ideales para compartir platos en el centro.
Un poco de historia
La historia del Merendero de la Mari arrancó cuando la bisabuela de Rosa María Ribera Vellvé empezó vendiendo colocando mesas improvisadas delante de las casas para vender desde pan con chocolate, aceite de oliva y sal, a sardinas en escabeche y mejillones al vapor. En 1927, la familia abrió su primer restaurante, el Esport en una barraca de la playa. Desde allí ofrecían a vecinos y transeúntes sus mejillones, sardinas a la brasa y su oferta de estilo «chiringuito». Tras cerrar por la guerra civil, reabrieron pero le siguió Cal Pinxo y en 1988 inauguraron el Merendero de la Mari en la playa de San Miquel.
Con los años, fueron adaptando sus platos a los gustos de cada época y sofisticando poco a poco su oferta, y al mismo tiempo, fueron dando solidez a su restaurante, que ya no era una barraca y que tenía cada vez más nombre y capacidad. Fueron años dorados y en la playa todos los conocían como Can Costa. Sus zarzuelas, arroces, bullabesas y fritadas eran conocidas en todo el país. De hecho, recibieron en sus mesas numerosas personalidades de la época: artistas como Julio Iglesias, Lola Flores (que llegó a ser amiga de la familia de tanto que comía allí), Salvador Dalí, Antoni Tàpies, Joan Manuel Serrat… sin olvidar a toda la clase política de la época y hasta los miembros de la Casa Real española.
Las obras asociadas a los Juegos Olímpicos de 1992 comportaron cambios en la fisonomía de la Barceloneta y tuvieron que cerrar su local, como ocurrió con el resto de establecimientos playeros donde solía actuar el artista callejero Bernardo que, con su guitarra, se ganaba la vida en aquellos chiringuitos convertidos en un símbolo de la bohemia barcelonesa. Con el ánimo de no parar, reabrieron en Sitges su restaurante Cal Pinxo durante varios años, hasta que pudieron volver a su barrio de siempre, la Barceloneta en el actual emplazamiento para goce de sus parroquianos de siempre y los nuevos que deseen descubrir la mejor oferta de la gastronomía marinera de Barcelona.
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