María Branyas, la niña que llegó a España en la Primera Guerra Mundial y es hoy la persona más longeva del mundo

Lo recuerda todo de manera muy vivida: Nueva Orleans, Cuba, las Azores… El camino de regreso a casa en alta mar, tomando una ruta alternativa para evitar el conflicto armado. Con la muerte añadida de su padre por enfermedad. Y la imagen de su féretro arrojado al agua en algún lugar frente a la costa gallega. Algo imposible de olvidar, aunque sucediera hace ya más de cien años.

Desde entonces, María Branyas Morera ha sobrevivido a la gripe española de 1918 y a la Guerra Civil, vio posarse al Apolo sobre la Luna y, ya en el siglo XXI, se convirtió en la persona más longeva del mundo en superar con éxito el coronavirus. El pasado martes, con la muerte de la supercentenaria monja francesa Lucile Randón (Alès, 1904), se convirtió oficialmente en la persona más anciana del planeta, con 115 años y 310 días. Una proeza registrada por el Grupo de Investigación Gerontológica de Guinnes World Records.

«Me encuentro bien, con las pequeñas molestias que todo el mundo tiene a cierta edad», aseguraba Branyas en una entrevista concedida a TV3 en 2020. Desde la residencia para la tercera edad Santa Maria del Tura, en Olot (Gerona), donde por desgracia ya no atiende a ningún medio, confesaba que no existe un secreto para la longevidad. «Solo gozar de buena salud», apuntaba su hija Rosa, que a sus 76 años explicaba que nunca había visto a su madre fumar, ni darse otros vicios. Pero tampoco ejercitarse más allá de los paseos con las amigas.

Sea como sea, parece evidente que su vida ha sido compleja en fondo y forma. Nacida en San Francisco (California) más de veinte años antes de la Gran Depresión, Branyas ha vivido en Nueva Orleans, Barcelona, Gerona y Bañolas. Además de en múltiples municipios de la Costa Brava catalana. Su vejez, explicaba ante la cámara, ha sido un poco más tranquila. Pero nunca olvidará los agitados años de su infancia. Cuando su padre, un periodista expatriado, enfermó en 1915 de tuberculosis y murió en el viaje de regreso a España. Periplo en el que tampoco ella tuvo suerte, pues una caída accidental le produciría años después problemas de audición.

Se casó en 1930 a la edad de 23 años con el médico gerundense Joan Moret, que al estallar la guerra en España se vería obligado a marcharse a Francia por su ideología favorable al bando sublevado. Aquel 'exilio express' propició que la familia terminara la contienda en Trujillo (Cáceres) en un hospital de campaña del bando nacional. De allí regresaría definitivamente a Gerona, donde tendría tres hijos, a los que seguirían once nietos y trece bisnietos.

Durante la posguerra, a pesar de la miseria de la época, María y su familia no tuvieron problemas, por su estatus. Además de ser ama de casa, rompió algunos tabúes de su tiempo: cosechó una vida social muy activa y viajó alrededor del mundo. Ingresó en la residencia a los 90 años y tuvo una vejez activa hasta los 105. Saltó a la fama hace dos años por superar el Covid de manera asintomática a los 113. «Creo que Dios se ha olvidado de mí», bromeaba con su hija acerca de su longevidad. No es para menos: desde el martes es ya la persona viva con más historia a sus espaldas. Y sigue.