Escuela de verano, también entre rejas
Mil internos de prisiones catalanas acuden a talleres estivales por primera vez. Clases de refuerzo para sacar el graduado escolar, del que carecen el 79 por ciento de los presos
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El Catllar (Tarragona)
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Iniciar sesiónLa seguridad y el sonido de las puertas cerrándose a su paso. Eso fue lo que más impresionó a Daniel a su llegada la prisión de Mas d'Enric (El Catllar, Tarragona). Es profesor, y este verano ha inaugurado los talleres en los ... que, por primera vez, los internos continuarán con su formación para obtener el graduado escolar, también en julio y agosto. Han sido doce los reclusos de este penal los que lo han obtenido durante el último curso. La asistencia es obligatoria –si aducen encontrarse mal, por ejemplo, debe corroborarse que es así–, y los tiempos se diluyen. «El absentismo se nota. A veces faltan porque tienen un juicio, un mal día o una visita familiar», explica el maestro. La diferencia con una escuela ordinaria es «la manera de trabajar. Es un reto a la hora de pensar porque, aunque puedas tener la clase preparada, tienes que improvisar actividades 'in situ', ya que cada alumno tiene un nivel distinto», apunta.
Según los datos del Departamento de Justicia, el 79 por ciento de la población reclusa de Cataluña carece de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). La formación es básica en el proceso de reinserción. ¿Alguna novatada el primer día? Daniel ríe, ya que carecía de experiencia previa con presos. «No, tengo que decir que todos son muy correctos. La figura del maestro es diferente a todo lo que hay en el centro penitenciario, porque somos quienes los sacamos de los módulos, y están súper agradecidos. Sobre todo porque, al final, también les estamos ayudando». Un viernes, a primera hora de la mañana, algunos hacen Matemáticas, otros Lengua. También pintan, en el aula de dibujo. «Representa en este rectángulo las siguientes fracciones», se puede leer en la cuartilla en la que está enfrascado Roberto Carlos. La norma de Justicia para poder hablar con los internos es tajante: no preguntar por el motivo que los ha hecho ingresar entre rejas. Tampoco entrar en detalles personales. Pese a ello, Roberto toma la iniciativa y explica que está en preventiva, por lo que no sabe si acabará el curso, porque quizá no lo condenen. Y hasta ahí puede leer.
Las clases son mixtas, y es que el penal también cuenta con un módulo de mujeres y otro de jóvenes –de 18 a 21 años, aunque puede alargarse hasta los 25, si el preso en cuestión presenta alguna «vulnerabilidad», detalla el director del la prisión–.
Roberto Carlos, ataviado con una camiseta roja, explica que algunos de sus compañeros son un poco rebeldes, y aprovechan las clases para «liarla», aunque otros «las aprovechan de verdad». Sus asignaturas favorita: las Matemáticas y Física y Química. «Cada día se aprende algo nuevo», cuenta.
Llegó a España desde su país natal con 14 años. Fue a la escuela en Reus (Tarragona), «y la verdad es que no hay comparación con los profesores de aquí. Aquí preguntas y aprendes de verdad, tienen paciencia, te resuelven las dudas», celebra.
En una de las aulas, una interna ve un videoclip en un ordenador. Otro, imágenes de los recientes disturbios en París. Ríen, charlan, y curiosean por la inusual visita, la de la prensa. Todos tienen una historia diferente, pero la misma esperanza: disfrutar de la vida al otro lado, esa que ahora siguen a través de una pantalla, o de la prensa diaria. A pesar de que su acceso a internet está capado.
«Como cualquier escuela»
«¿Cuántas cosas yo diría? Si me dejasen hablar, ¿cuántas cosas pensaría?», son los primeros versos de un poema que firma Iván y que decora el pasillo del módulo que alberga las aulas. También frases motivacionales en inglés, y cartulinas varias con trabajos de los talleres. «Son como los de cualquier escuela», explica Roser, la pedagoga, ante la sorpresa generada. Al final de la galería, la biblioteca. Cada módulo cuenta con una, pero ésta es la más grande. Su responsable explica a ABC que los que se encuentran encima de la mesa son los que acaban de llegar. Entre ellos, 'Roma soy yo' de Santiago Posteguillo, «petición de una interna». Si no cuentan con un título en la prisión, lo piden, por ejemplo, a la biblioteca de Tarragona. Los internos tienen tres semanas para acabarlos. También varios libros de Javier Castillo y Juan Gómez-Jurado.
Según los datos del Departamento de Justicia, el 79 por ciento de la población reclusa de Cataluña carece de la Educación Secundaria Obligatoria
En la prisión gusta la novela negra. También los cómics . «Incluso pueden consultar la Wikipedia desde los ordenadores», cuenta el empleado. A veces, piden a los autores que presenten sus obras en la cárcel. «¿Y por qué no?», desliza. Está a la espera de que el psiquiatra Luis Rojas-Marcos acepte o decline su invitación. «Lo hacemos aquí» –señala el espacio–, los internos acuden como oyentes, como en cualquier librería, y preguntan y debaten con el escritor. La biblioteca abre de lunes a jueves y tiene mucho éxito. Desde la prensa del día, a volúmenes de autoayuda, y cuentan con publicaciones en varios idiomas –polaco, ruso, entre otros– para que reclusos de todas las nacionalidades puedan leer, si les apetece.
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Para llegar hasta este espacio hay que recorrer un kilómetro a pie tras superar el acceso de la zona de visitas. A ambos lados del recorrido se encuentran los módulos. En total, la prisión alberga nueve, con una media de un centenar de internos en cada uno. La población reclusa fluctúa constantemente, la media es de unos 8.000 internos en el conjunto de penales de Cataluña. A media mañana, algunos nadan en la piscina. La temperatura supera los 30 grados, y la cancha de baloncesto contigua está desierta. En clase pasan el verano a la sombra.
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