Todas somos Maria Callas

Abramovic sigue desconcertando tras medio siglo haciendo performances

Marina Abramovic: «Mi sueño es trabajar con Rosalía o con Arca»

Marina Abramovic y Marta Mathéu en el Liceo de Barcelona David RUano

Barcelona

10/03/2023
Actualizado a las 20:34h.

Marina Abramovic empezó a hacer performances en los años setenta, con lo que lleva medio siglo soportando estoicamente los comentarios y las preguntas: ¿Qué quiere decir con esto? Está ida. Es un timo. ¿De veras cobra por estar ahí plantada? Menuda diva… Y un ... larguísimo etcétera. Todas estas valoraciones se podían escuchar ayer, en pleno 2023, en los pasillos del Liceo tras el estreno en Barcelona de sus 'Seven deaths of Maria Callas'. Bajo todo ese cuchicheo, subyace una pregunta más profunda, que atravesó el siglo XX y a la que aún no hallamos respuesta: ¿Qué es arte y qué no? Quizás una de las reflexiones recientes más lúcidas haya sido la de J.F. Martel, en su 'Vindicación del arte en la era del artificio' (y también en varios episodios de su podcast 'Weird studies'). En cualquier caso, sorprende que Abramovic siga sorprendiendo.

Música: M. Nikodijevic, Puccini, Verdi, Donizetti, Bizer, Bellini.
Intérpretes: G. Fiume, V. Goikoetxea, B. Torre, A. Ahyoung Kim, R. Shaham, L. Bonilla, M. Mathéu. Orq y coro del Liceo. A. Méndez, dir. musical. Marina Abramovic.
Fecha: 10 de marzo.
Lugar: Barcelona, Gran Teatro del Liceo

Sus 'Siete muertes de Maria Callas' son un homenaje a la diva, sin duda, pero también una creación artística a partir del legado de una figura que tanto encaja en la definición de diva de la ópera como de icono pop. Abramovic dice que el montaje es una ópera, aunque tiene más de performance, pero también de teatro, de espectáculo audiovisual, y en algunos momentos hasta se diría que de pintura, escultura y poesía. ¡Abajo las etiquetas!

Incluye también una magia especial, la que ella misma transmite. La serbia se pasa una hora entera inmóvil en una cama, para luego darse un paseo por el escenario antes de aparecer con un vestido dorado mientras se oye, por única vez, la voz de Maria Callas cantando. La grabación se interrumpe abruptamente y al mismo tiempo las luces se apagan. La diva ha muerto, que empiecen los aplausos. Aunque en realidad Abramovic no hace casi nada, sale uno con la certeza de que si en su lugar pusiesen a cualquier otra persona, el espectáculo no funcionaría.

O sí, porque Callas tampoco está, y bien que estuvo, como si fuera el gato de Schrödinger. La lírica cuántica es lo que tiene. Y ahí encontramos, quizás, la reflexión a la que Abramovic nos quiere llevar con su performance. ¿Algún artista es realmente imprescindible, vale la pena seguir anclados a su recuerdo una vez ha muerto? Las siete sopranos que cantan en directo las arias más recordadas de la Callas son sus sucesoras, todas ellas han vivido bajo el peso de la comparación con su mito. Y aun así, defienden sus propias versiones. Mathéu, con una 'Casta diva' más mozartiana que verdiana, Leonor Bonilla con una preciosa Lucia Ashton, Vanessa Goikoetxea con su Tosca… Porque al final, lo que nos debería importar son los artistas que viven hoy, cuya voz nos hace vibrar en directo. Ninguna de ellas es María Callas, y al mismo tiempo todas lo son. Todas somos Maria Callas, porque Abramovic nos recuerda que no hay nada equiparable a la experiencia del directo, del contacto de personas vivas con personas vivas. Sus performances son una reivindicación de ello, lo han sido desde el principio.

En definitiva, las 'Siete muertes',con su suntuosa escenografía recreando la habitación donde murió Callas y los vídeos con Willem Dafoe pueden gustar más o menos, pero no se puede negar a Abramovic la capacidad por cuidar cada detalle, y la de sacudirnos con elegancia, para que afloren todos nuestros prejuicios, nuestras dudas y nuestra ignorancia. Incluso cuando parece que solamente está echada en una cama.