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Azul Formentera
Que Formentera sea una isla a la que solo se puede llegar en barco porque no tiene aeropuerto es otro de sus atractivos, porque es ahí donde empieza la introspección
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El artista francés Yves Klein creó una profunda tonalidad de azul que registró con su nombre y que ha pasado a formar parte de la paleta cromática de la modernidad por su fuerte relación con el color de ultramar, el mismo que se obtenía en ... la Edad Media a partir de lapislázuli, mineral abundante en Afganistán o Angola, de ahí la abundancia de este pigmento en la vestimenta tradicional de estos países.
Formentera atesora otro tipo de azul, que no es ni turquesa ni verde. La nitidez y claridad de sus aguas se debe a la gran presencia de posidonia oceánica, una especie endémica en el Mediterráneo que fue declarada en 1999 patrimonio de la humanidad. Su valor natural consiste en filtrar los sedimentos y contribuye a mantener la calidad, oxigenación y belleza del ecosistema submarino. Esta planta marina, única en el mundo, no es un alga y forma praderas entre la superficie y los 40 metros de profundidad, lo que propicia que navegar en tan traslúcidas aguas se antoje volar.
La más pequeña de las Pitiusas es el último paraíso del Mediterráneo, la isla que todo visitante quiere conservar y no sólo en su memoria. De ahí que se invite a los visitantes a que apadrinen una porción de posidonia a partir de un euro y que, entre otras medidas, el fondeo esté regulado mediante boyas ecológicas y la recarga de los vehículos eléctricos sea gratuita, al igual que el transporte de coches y motos eléctricas desde la península.
Que Formentera sea una isla a la que solo se puede llegar en barco porque no tiene aeropuerto es otro de sus atractivos, porque es ahí donde empieza la introspección. Descubierta por los estadounidenses que huían de la guerra de Vietnam y luego visitada por los turistas de Ibiza para pasar un día de frenesí natural, ahora la mayoría de sus visitantes son nacionales, atraídos por su aire de bohemia paradisiaca. Contribuye a ello que la gran mayoría de sus 15.000 camas estén distribuidas en casitas gestionadas por pequeñas empresas familiares locales que se esmeran en el trato. De ahí su alto nivel de fidelización y que muchos nómadas digitales se hayan instalado a trabajar desde la paz isleña, donde los atascos en su única carretera son imposibles, entre otras razones porque no tiene ni semáforos.
Que hace 40 años se decretara una moratoria constructiva impidió de forma temprana la invasión del litoral isleño, que goza de 300 días de sol a una temperatura media de 18 grados y exento de contaminación lumínica, lo que propicia la observación astronómica a simple vista. La filoxera no atacó sus viñas. Por eso las dos bodegas de la isla producen vinos ancestrales. Más de 200 tipos de aves frecuentan sus cielos, dado que es la isla más al sur en la ruta hacia África y para los amantes de caminar, en tan pequeño territorio están trazadas hasta 32 rutas.
Con estas condiciones es normal que la isla se haya especializado en ofrecer el bienestar holístico. Del 28 al 30 de abril se concentrará este tipo de oferta para los amantes de la desconexión natural y la introspección con la celebración de la novena edición del Formentera Zen, cuyo programa abarca charlas inspiracionales, talleres y 'masterclass' a cargo de especialistas. El Formentera Zen se ampliará este año hasta el 1 de mayo con otro festival dedicado a los niños.
Desde hace siglos, centenares son los buscadores de tesoros que acuden a las aguas de Formentera atraídos por las cavidades de sus acantilados, ideales para esconderlos. Pero el verdadero tesoro es la propia isla y su color, candidato a formar parte de la paleta cromática del paraíso mediterráneo.
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