opinión
Invierno en Zocodover
«No respirar en esta tarde de fuego, no pensar a nadie y de agobio llenarse todo, todo de hartura por este calor de sartén que nunca enfría»
Por carlos rodrigo
No sé porque me viene a la cabeza este poema de José García Nieto, porque ni es invierno ni estoy en Zocodover.
El calor es insoportable y la tormenta acecha ineludible. El viento empieza a golpear las ventanas y pronto empezará a rasgar ... toldos desdichados que algún necio ignorante y despistado ha olvidado arriar, yo entre ellos. Cuando a nada escapa a este bochorno solo nos atrevemos a hacer movimientos lentos y pesados de lagarto de Comodoro y a tratar de olvidarnos de que existimos respirando sin abrir la boca como un fuelle agotado. Sí. Definitivamente son buenos tiempos para los psiquiatras y los tolderos.
El aire empieza a arenarse y a tomar aspecto de rollo de película antigua que arde. Siento una extraña fascinación por estos espectáculos de Armagedón atmosférico que cada vez son más habituales en Toledo. Revienta la atmósfera y se produce una brecha en el cielo. Consuela tontamente el ver que ni siquiera el clima se soporta a sí mismo en los veranos toledanos. Que se joda.
Pero lo único cierto es que ni es invierno ni estoy en Zocodover…
No amar a nadie en esta tarde fría,
no amar a nadie, y de ternura
llenarlo todo, todo de amargura
por esta sed de amante todavía.
No respirar en esta tarde de fuego, no pensar a nadie, y de agobio llenarse todo, todo de hartura por este calor de sartén que nunca enfría.
No amar de amor a nadie. Y mirar cielos,
árboles y ventanas, techos, suelos,
donde el amor, amor, te sujetabas,
donde toda esperanza hallaba nombre.
No amar, y que en la tarde no se asombre
nadie… Zocodover, tú me mirabas.
Arder de calor sin nadie. Y mirar fuegos, árboles que se quiebran sordos, ventanas que se ensucian de salivazos de barro, toldos que se rasgan como camisas blancas de gitano; donde el calor, el calor tangible te atrapa como mosca que mastica, como un Clint Eastwood de supermercado, su destino. No respirar, y que la tarde no estalle… Zocodover, tú no me veías.
Pero lo único cierto es que ni estoy en Zocodover ni es invierno…
Qué bueno es Pepe García Nieto y qué poco nos acordamos de él, tan amigo de los poetas, de todos los poetas; con sus versos limpios, medidos, garcilasistas, académicos; como de otro tiempo, como de otra Poesía, de otro mundo, de otro calor, de otro frío; versos inmaculados, siempre ataviados de traje limpio, atildados, de chaqueta y corbata; versos de pelo repeinado y zapatos viejos, pero siempre lustrosos, versos que jamás pierden la compostura sin renunciar a la intensidad, sin perder un ápice de su sobria hondura.
Mientras acabo de sudar estas líneas me llega otro poema de García Nieto a la cabeza como una nueva memoria:
Áspero el mediodía,
Ardentísimo y duro
Y así, desecha ya la tormenta, ya miro por la ventana, embarrada y a la vez seca, y veo cómo unos niños salen de un soportal y se ponen a jugar a la pelota como si nada pasara, como si nada hubiera pasado, como si nada fuera a pasar nunca, sin gorra, sin factor 50, a más grados que la cocina de un submarino.
Y es solo entonces cuando Pepe nos recuerda que algunos versos son inmortales e inmunes a las nuevas viejas tecnologías, a los avariciosos bitcoins, a los embaucadores con cargo, a todas esas maliciosas eternidades mundanas, porque gracias a Dios, y al infierno en este caso, hay cosas que jamás cambiarán
Nadie en la calle,
Nadie en el estremecedor agosto.
Pero los niños que van a jugar
No tienen calor
No tendrán calor nunca.
Qué grande es Pepe García Nieto, y que sirva este petardazo infame de calor para recordarlo, por mucho que en Zocodover hoy, ni en muchos días a la redonda, parezca que vaya a a ser invierno.
Responsable del albergue y centro cultural de la Junta de Comunidades del Castillo de San Servando. Escritor y poeta.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete