María Luisa Fernández: «La mujer trabaja más con el corazón. No tenemos ningún prejuicio en reconocerlo»
El MUSAC exhibe la obra más reciente de esta artista de origen leonés, centrada en las problemáticas ecosociales
María Luisa Fernández y Prudencio Irazabal: Explosión de color y hedonismo (crítico) en el MUSAC
María Luisa Fernández, en una de las salas del MUSAC
8.068.807.218 era el número de habitantes que tenía nuestro «planetilla» cuando a María Luisa Fernández (Villarejo de Órbigo, 1955) le ofrecieron la posibilidad de trabajar para exponer en el MUSAC. La artista de origen leonés ha llenado la sala 4 del ... Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León de fieras para mostrar lo que le «preocupa»: la superpoblación, la sobreexplotación y la extinción de las especies. Las problemáticas ecosociales siempre han estado presentes en la obra de esta artista, que retoma en esta exposición una serie sobre la que ya había trabajado en los noventa para «añadirle nuevas capas de significado» y explorar «otras materialidades».
¿Qué le llevó a una jovencita de Villarejo de Órbigo (León) a estudiar Bellas Artes en Bilbao?
Es una pregunta interesante, pero difícil. Recuerdo el placer que me daba contemplar en el pueblo la vida de otros seres, los colores del cielo, de los árboles al cambiar las estaciones... Luego, a la vez, de pequeña me encantaba dibujar. Me acuerdo de que esos dibujos me introducían en una realidad extraña, casi mágica... Cuando tuve que decidir qué hacer después de la escuela no tuve ninguna duda en elegir Bellas Artes. Me creía muy capaz. Allí tuve que pasar un año entero de dibujo de estatua, que era lo que se pedía antes. Además de cambiar el gesto de mi dibujo, no lo he vuelto a utilizar. Eso podría explicar por qué soy tan reacia a imponer una determinada manera a los estudiantes.
En sus comienzos, formó parte del grupo Nueva Escultura Vasca. ¿Qué aprendió de trabajar junto a Juan Luis Moraza, Txomin Badiola... y otros tantos referentes?
Hubo un momento, en segundo de carrera ya, en el que un grupo nos separamos de lo que considerábamos una enseñanza tradicional. Nos dedicamos a experimentar con todo, realizando obras con una alegría conceptual maravillosa porque no teníamos ninguna obligación. Además, como éramos muchos, uno recibía información de un sitio, otro de otro... Empezamos a conocer el 'minimal', el 'postminimal', el arte conceptual, el arte por correo... Llegamos a un acuerdo con los profesores y anduvimos un poco al margen. Fue muy rico lo que dio ese grupo.
Y con el arte por correo llegó el colectivo CVA (Comité de Vigilancia Artística).
En aquel entonces había un interés muy grande por las prácticas del 'mail art'. No se trataba de vender ni comprar nada, sino de ponerse en contacto unos artistas con otros. Y no solo con españoles. También con procedentes de Italia, Sudamérica... En un viaje a París me encontré con unos catálogos donde se vendía este arte por correo y formamos ese grupo de vigilancia. Fue como un acto muy naif en contestación a esos catálogos que se hacían sin consentimiento de los artistas. Al final esas siglas se quedaron y empezamos a trabajar como creadores conceptuales.
En Nueva Escultura Vasca era junto a Elena Mendizábal la única mujer. ¿Le supuso alguna cortapisa en aquellos primeros años de su carrera?
Está claro que en aquella época hubo un problema muy general dentro de toda Europa en todos los movimientos. Se organizaban exposiciones en las que no había ninguna mujer representada. Creo que yo estoy muy de casualidad. Trabajábamos igual que los demás, pero había algo que impedía que formásemos parte de esos grupos de artistas.
¿Cree que su condición de mujer le ha imprimido algún carácter especial a su obra?
No sé si hay una manera diferente de trabajar. Pienso que las mujeres estamos más cerca de la naturaleza. Trabajamos más con el corazón que con la cabeza. O no tenemos ningún prejuicio en reconocerlo. Y no se trata tanto de la obra como de su presentación.
Del País Vasco se trasladó a Galicia para dedicarse a la enseñanza.
En los noventa vi que no podía seguir viviendo del arte y me marché a Galicia a dar clase porque precisamente allí se acababa de abrir una facultad.
Pasaron décadas y en 2015 vuelve a mostrar obra nueva. ¿Qué le llevó a regresar?
Beatriz Herráez, actual directora del Museo Artium, después de una serie de coincidencias me propuso hacer una exposición en el Azkuna Zentroa de Bilbao y también en ese mismo año en el Marco de Vigo. Fue muy importante para mí porque reuní toda la obra que había hecho hasta los noventa y pico, que era bastante. A raíz de esas dos exposiciones fue cuando la galería Maisterravalbuena me dio la oportunidad de exponer en Madrid en 2018.
En el MUSAC retoma una de las series sobre las que ya había trabajado en los 90 para «añadirle nuevas capas de significado». ¿Cómo explicaría el contenido de '8.068.807.205. Sangre en oro'?
El número hace referencia a las personas que vivían en el 'planetilla' cuando me ofrecieron la posibilidad de trabajar para exponer obra en el MUSAC. Hay piezas que vienen de mucho más tarde, incluso hay una de 1985. Otra serie, como la de los 'Artistas ideales', de los noventa, cada vez que vuelve a aparecer habla de algo diferente. La exposición trata de una preocupación que siempre he tenido y que en estos últimos años he decidido llevarla a cabo.
¿Y qué le preocupa a María Luisa Fernández?
Que no nos demos cuenta del daño que estamos haciendo a otras especies, que nos estamos quedando sin espacio... Hay estadísticas bestiales sobre ello: el 30 por ciento de los mamíferos corresponde a la especie humana; el 67 por ciento los criamos para comerlos y sólo 3 por ciento son salvajes y están en vías de desaparición.
Usted habla de sobrepoblación pero procede de un lugar que adolece de otro mal, la despoblación.
Hablar de despoblación me alegra. Es la oportunidad para que otras especies vivan y también una posibilidad para que la nuestra pueda seguir viviendo en una superficie de un planeta que es muy pequeño.
¿Su origen leonés le ha influido en su manera de crear?
Sí, pero no sé cómo. De León salí muy jovencita. Quizá en la manera de hacer, en utilizar determinados materiales o técnicas... Al final, puede más lo que eres que los sitios en los que has estado. Yo siempre he hecho la misma obra estuviera donde estuviera, y la diferencia cultural entre el País Vasco y Galicia es muy grande. Ese sentimiento trágico de la vida que tengo puede que tenga que ver mucho con mis orígenes.
Madera, óleo... ¿Qué le interesa de cada material?
Sobre todo, que sean útiles, que sean respetuosos con el medio ambiente, aunque a veces es necesario que no lo sean, y que los pueda transformar.
¿Y cómo es ese proceso de creación?
Tiempo, trabajo y corazón. Seguramente la cabeza influirá, pero esa tres cosas son fundamentales.
¿Cómo le ha condicionado el MUSAC para crear?
Para desarrollar una instalación el espacio es fundamental, pero la verdad es que hubo un entendimiento inmediato.
¿Qué busca en el espectador?
Que note algo que lo conmueva porque eso es lo que le va a llevar a buscar otras cosas.