'Ícaro' guía a más de 400 menores frente al alcohol desde 2019

El programa, impulsado por la Junta, interviene y ayuda a jóvenes con menos de 18 años que acaban en urgencias afectados por la bebida

Castilla y León «estudia» unirse a Galicia en la prohibición del consumo de bebidas energéticas entre menores

Mónica Elías y Fátima Carriedo, en Valladolid IVÁN TOMÉ

El mito de 'Ícaro', el joven que quemó sus alas por volar demasiado alto atraído por el encanto del sol, es precisamente el que se encarga de derribar ante los menores de Castilla y León las leyendas que rodean a una sustancia que, en ocasiones, ... puede resultar atrayente, pero también muy peligrosa como lo fue el astro rey para el griego. Lo hace a través del programa del mismo nombre que desde hace varios años funciona en la Comunidad para trabajar con aquellos adolescentes menores de 18 años que terminan en urgencias por haber consumido alcohol. No sólo por una intoxicación etílica, también por otros problemas derivados, como peleas, lesiones, caídas graves...

Después de un proyecto piloto que permitió hacer las primeras pruebas, 'Ícaro' dio el salto a todas las provincias en 2019. Desde entonces hasta hoy –a falta de conocer los datos cerrados hasta diciembre– 365 chicos de entre los 527 que llegaron a los boxes de urgencias han pasado por los equipos de intervención de esta iniciativa impulsada por el Comisionado Regional de la Droga y gestionado, concretamente, por su servicio de prevención. Todo apunta a que este año se superarán los 400.

Estos casos fueron los que dieron su «sí» expreso a participar en esta acción, en la que padres e hijos acuden a las sesiones programadas para conocer qué riesgos puede tener beber a edades tempranas y, muy a menudo, desterrar creencias falsas con las que todos –mayores y pequeños– llegan frente a los psicólogos y educadores que ponen rostro a 'Ícaro'. Y es que los equipos, formados también por médicos de urgencias y pediatras, se encargan de detectar los casos, para más tarde hacer esa especie de guía. El primer eslabón está en las urgencias. Allí saltan las primeras alarmas y son ellos los que llevan a cabo lo que se denomina una «intervención breve» que consiste tan solo en «cinco o diez minutos» para informar de las herramientas a disposición de las familias. Por este proceso, en el que muchos dan el consentimiento por el estado de «shock», pero después dan marcha atrás, han pasado hasta 2022 un total de 527 menores, de los que algo más del 60% continuaron el camino.

Menores de 14 años

Esos más de cinco centenares de casos no son todos los que llegan a los hospitales fruto de una borrachera o sus consecuencias, recalcan desde la Consejería de Familia, ya que hay algunos que 'escapan' al seguimiento por problemas de comunicación, de recursos o de otro tipo. La mayor parte de los que sí se han contabilizado se produjeron en menores de entre 14 y 17 años. En total, 414 se pudieron detectar y un 60 por ciento pasaron a manos de los equipos orientadores. Los menores de 14, los que se consideran pediátricos y más preocupan, fueron 113, de los que tan solo uno no fue derivado para un trabajo en profundidad porque ya estaba dentro del programa.

Y es que, en estos supuestos, aunque los progenitores no estén de acuerdo en tomar esa medida, los servicios de emergencia y de prevención están obligados a informar a la administración. La franja con mayor nivel de visto bueno a participar en Ícaro es la que está entre los 14 y los 15 (70 por ciento) porque son los padres los que lo deciden, mientras que a partir de los 16 baja a la mitad porque son los jóvenes los que tienen la última palabra.

A partir de los 16 hay más urgencias en chicos que en chicas, pero en los más pequeños apenas hay diferencias entre ellos y ellas y lo que también coincide es el horario en el que son atendidos en urgencias. El más común es el de sábado noche y domingo de madrugada entre las 21,00 horas y las 2 de la mañana, salvo en los menores de 14, cuando la llamada de alerta se produce durante la tarde y a principios de la noche.

En 2022, se registraron trece casos de reincidencia, con un aumento respecto al año anterior y en tres de cada diez no había consentimiento de los padres para estar en el programa de orientación. En siete de las atenciones prestadas se detectó el consumo de otras sustancias, sobre todo el cannabis. «Antes esto se quedaba en algo asistencial, pero se decidió aprovechar la oportunidad para derivar a estos menores a una actuación preventiva», relata Mónica Elías, psicóloga del Comisionado para la Droga. La clave es el «trabajo en red», indicó en una jornada sobre salud mental y adicciones en jóvenes celebrada recientemente en Valladolid. Una vez implantado el sistema en todos los hospitales, ahora los esfuerzos se centran en la «sensibilización y formación» para que desde el primer al último eslabón todo encaje.

Eso en un escenario en el que se ha «banalizado» el consumo de alcohol y «acostumbramos a asumir como inevitables cosas que no lo son y a las que se puede poner remedio», recordó. «Hay una baja percepción del riesgo de consumir alcohol, también en los menores, y todavía es posible burlar los controles», detalló. «El 96 por ciento considera que es una sustancia muy fácil de conseguir», según la última encuesta Estudes elaborada entre chavales de entre 14 y 18 años.

Sin castigos

La buena noticia, indicó, es que hay una «tendencia al descenso», pese a que hay datos que deben mantener la alerta como que el de que la prevalencia de borrachera en los últimos 30 días sea del 29,2% en menores entre los 14 y 18 años. Lo que se busca es que, ante el riesgo, abran los ojos «con un enfoque motivacional», citó. Lejos quedan ya las modelos impositivos o de castigo, que dan peores resultados.

Se trata de que tras esos «cinco o diez minutos» de explicación por parte de los sanitarios en urgencias, las familias, que «lo acogen mejor que los menores», den el paso a participar en unas sesiones que nada tienen que ver con un tratamiento de adultos, una idea que también asusta a los progenitores.

Fundamental es, dijo, «el posicionamiento familiar frente a la droga» porque «los padres son un ejemplo para los hijos», recordó. Con esa misma idea trabaja la psicóloga de Aclad en Palencia, Fátima Carriedo. Es a ella a quien le llegan los casos que dan el visto bueno al salir de urgencias para participar en la orientación. En un plazo de 72 horas máximo tras salir del hospital, suelen recibir su llamada.

Por el camino «se pierden algunos casos» que dan marcha atrás. «Hay padres que intentan justificar a sus hijos diciéndonos: 'Todos lo hemos hecho, es un buen estudiante, practica mucho deporte...'», explicó en ese mismo marco la psicóloga, que trabaja en el día a día de estas intervenciones. «Muchos piensan que les estás juzgando como padres», dijo.

«Una oportunidad»

Pero no tiene nada que ver con eso, sino con activar un «deseo de cambio». «Yo siempre les digo que no están aquí por un castigo», recalcó, sino que es más bien una «oportunidad de aprendizaje». Garantizando siempre la «confidencialidad», un punto que les «preocupa» sobre todo por sus grupos de amigos, se deja de lado «los sermones» para poner sobre la mesa los efectos que puede tener el alcohol en su «futuro más cercano», en un cerebro que aún está en desarrollo, «en sus estudios o aficiones».

La mayor parte de quienes llegan hasta Ícaro lo hacen tras haber participado en algún botellón junto a sus amistades. Y es que «no creen que esto tenga un riesgo, no perciben que el alcohol es una droga», detalló. Para derribar esos tópicos y «desmitificar» están todos los equipos que trabajan en el programa que se enfrentan tras seis años de andadura al reto de que el cien por cien de los menores que llegan a urgencias por las consecuencias del alcohol se sumen a Ícaro.

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