Buenos días, vietnam
¡Tierra a la vista!
En octubre sigue ahí la ciudad, más salvaje, por domesticar
Desayuno en Tiffany's
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Iniciar sesiónAhora que se ha desplomado la luz y ya no es verano. Ahora que es octubre con certeza y con su luz convaleciente… Es ahora cuando vuelven a levantarse las ciudades que arrasó el verano. Calles desérticas, ruinas de una civilización que huye del cemento ... en cuanto puede y en octubre Dios dirá. En octubre sigue ahí la ciudad, más salvaje, por domesticar, como si en estos meses se hubiese convertido en un pueblo grande y ahora tuviésemos que volverle a explicar lo básico: lo que es un carril bus VAO, que el dinero no crece en los árboles y que la felicidad es lo que queda para después de la jornada laboral. Valladolid o Madrid, lo mismo da. Valladolid se mete en vereda más rápido, no por el tamaño, sino por los siglos y su sobriedad de tratados y controversias. A Madrid le cuesta más, porque la capital de España es ya la capital de la Hispanidad: Venezuela, Colombia, Argentina, México, capital Madrid.
Madrid se ha convertido en el nuevo mundo. A ese que hubiese llegado Colón de no haber tenido que desembarcar en 1492. La modernidad circular de esta España que resulta ser después de varios siglos una completa novedad. Y como todo es cíclico ya no son los españoles los que se van a hacer las Américas, sino que son los hispanoamericanos los que vienen a hacer las Españas, que es ese progreso flaco que le queda al que no le queda otra opción.
Y así van llegando naos y carabelas a Barajas y se van repartiendo por el nuevo mundo, que es Madrid. Y los hay que comercian con empanadas de pollo y los hay que acaban de virreyes tomando para sí y en nombre de Dios el barrio de Salamanca. Y ya en España, como aquellos españoles de los sesenta, de los setenta, los ochenta, noventa, dos mil y hasta hoy, unos progresan y otros no.
En el Mercado de Maravillas, ruta de las especias donde descargan los marinos de carretera su mercancía de madrugada, hay venezolanos alegres porque aquello es una Caracas chica, una Caracas sin dictadura y donde no escasea la harina de maíz. Allí donde entre las centollas y las uvas, las empanadas de cazón y un largo olor a queso, cada hispanoamericano con un puesto es una isla independiente de los demás. Un náufrago que encontró tierra, porque el Mercado de Maravillas es como descubrir América sin salir de aquí. El lugar en el que reconciliarse con el idioma en octubre. Uno vuelve a escuchar ahí términos quevedianos que hace cuatro siglos que no escuchaba, igual que en el Rastro los tratantes de sillas de otras vidas dicen frases cervantinas. Pero sobre todas ellas hay una que sigue moviendo la hispanidad: ¡Tierra a la vista!
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