BUENOS DÍAS, VIETNAM
Las cosas importantes
Y entre tanto aquí seguimos. Y seguiremos después del 23 de julio, aunque los haya que digan que España se acaba
Las cosas importantes suelen pasar casi siempre desapercibidas mientras alguien se queja de que en verano haga calor y en invierno lo contrario. De lo despacio que van los coches, de lo lentos que van los ascensores y de lo rápido que va la vida. ... Del sueldo, del Euribor, de todos los parientes de aquella prima de riesgo de la que nunca volvimos a saber nada. Los hay que se pasan el día mirando encuestas, que son velas que se les encienden a los políticos y los hay que no ven nada. Mientras miramos nos pasa lo importante por la espalda. A la mañana siguiente, otra vez, hablarán los tertulianos, porque antes en España se amanecía cuando cantaba el gallo y ahora cuando lo dice la radio. Será día de diario y habrá quien deseara que fuese fin de semana y cuando por fin llega el domingo no le agrada, porque pasado es lunes y así otra vez hasta la próxima semana.
Da lo mismo estas tardes eternas de julio, donde el sol se muerde la cola, porque están pensando en la nieve y los abrigos. En la declaración de la renta, en el coche del vecino y en que la luna cada vez se les parece más a algo que no consiguen identificar, pero que se llama ombligo. Siempre tienen otro lugar en la cabeza, como si fuesen fugitivos. Rompen el silencio exacto de la madrugada con los sueños de los que no sueñan nada. Y entre tanto aquí seguimos. Y seguiremos después del 23 de julio, aunque los haya que digan que España se acaba y desarrollan teorías en un tuit como si fuesen hombres de Estado; de un Estado que cabe en ciento cuarenta caracteres y por lo tanto a mí no me interesa nada.
Las cosas importantes a veces pasan sobre una mesa puesta para dos en un comedor. O en un jardín lleno de gente… «Me gustan las grandes fiestas. Son tan íntimas», escribió Scott Fitzgerald. Entre un cúmulo de buenos amigos, pocos, los de siempre -en los que incluyo, incluso, a los que llegaron hace un rato-. El día que a lo lejos suena la canción exacta que tenía que sonar como si la ciudad lo supiese sin que tú supieras nada; la obertura de 'La Traviata' o un reggaeton lento, que es un vals que se baila sin salón de baile y sin vals.
Lo importante es lo que haces con ese domingo cuando sabes que no te ha tocado pasar el día sentado en una mesa electoral, que es como condenar a galeras aleatoriamente porque alguien tendrá que remar. Todo lo que importa en el mundo, a veces, es una hamburguesa de madrugada.