buenos días, vietnam
Los Cavia
Hace no tantas décadas todo periodista, hasta el becario del último diario de provincias, tenía un esmoquin o un amigo que se lo prestase, por si la oportunidad lo requería
Una idea propia
Las cosas importantes
Los Cavia son lo que le queda de glamour al oficio. No por la alfombra de autoridades, sino por reunir compañeros de todas las esquinas del periodismo, que es una cosa que ya sólo consigue La Mudarra, el Varela y la tertulia de Alsina. Un ... premio de periodistas para periodistas, de una estirpe por la que se encuentra el ADN de Ruano, de Campmany, de Raúl y de Camacho donde no hay agravios, ni envidias, sino lo mejor de lo mejor oficio. El Cavia es un premio que hace familia al poner un apellido común entre todos los prebostes de las letras.
Hace no tantas décadas todo periodista, hasta el becario del último diario de provincias, tenía un esmoquin o un amigo que se lo prestase, por si la oportunidad lo requería. Y la ocasión podía ser agasajar duquesas -de Alba- que hoy organizaban una canapera y mañana condecían entrevista. Se tenía un esmoquin, como se tiene una tía segunda -sin saber bien por qué- o como ahora se tiene una hipoteca a plazo fijo -por si las moscas-. Se sacaba a pasear como un perro y el esmoquin iba suave y domado como si el atuendo nos civilizase a nosotros y no al revés. Y eso casi se ha perdido. Se fue perdiendo cuando el oficio empezó a obviarse a sí mismo, cuando los periodistas dejaron de saber hacerle la lazada a una pajarita y que la información se anuda de la misma manera.
Los Cavia de ABC son el último reducto donde a los Reyes se les dice Señores con naturalidad y sin pompa y la Reina habla de periodismo y los periodistas hablan de periodismo, que en la mayoría de los casos tiene muy poco que ver con los temas que impone la política. Los Cavia son lo que queda de todo lo que fuimos, en los periódicos y en España: señoras y señores. Incluso Jabois, que tanta noche ha trabajado con su eterna pinta de acabarse de levantar o no haberse acostado, se compró unos gemelos para la ocasión porque el Cavia lo exigía. A los Cavia se va de esmoquin por respeto: al premio, a los Reyes, a los muertos que nos antecedieron, pero sobre todo a uno mismo. Igual que aquello que decía Pemán del torero que fue a quitarse la chaquetilla de alamares en la Maestranza y toda la plaza gritó que no al unísono. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Porque los Cavia no es una serie aspiracional, ni siquiera una telenovela anacrónica de Netflix. Los Cavia son una institución en España que todavía conservan el prestigio intacto que han ido devaluando en el resto de las instituciones del Estado.
Los periódicos se hacen en vaqueros y camisa, pero el periodismo requiere ir impecablemente vestido de esmoquin a diario. Y esto no tiene nada que ver con la etiqueta, sino con salir de casa planchado, impecable y almidonado como un tipo que se viste por los pies.