BUENOS DÍAS, VIETNAM
Aquellas pequeñas cosas
La mayoría de los candidatos que conozco escuchan electoralmente, esto es: no distinguen palabras, sólo ven sobres caer
La vallisoletana iglesia de La Antigua, de noche
Para ser alcalde yo mandaba a todos los candidatos nerviosos por el 28 de mayo a presidir una comunidad de vecinos, cuanto más pequeña mejor. De esas donde no ocurre nada, nunca se estropea el ascensor y las reuniones, cada seis meses, son una formalidad ... para comprobar que todos siguen vivos e inventarse problemas como El Quijote se inventaba pasiones para ejercitarse. Y ya bregados, a la vuelta de un Vietnam de escaleras, felpudos y geranios, les dejaba un ayuntamiento como quien pone en sus manos un fusil. Hasta entonces nadie está maduro ni capacitado para gobernar. Ser alcalde, incluso de Madrid, no tiene que ver tanto con el presupuesto que se tiene, que para eso existe un concejal de Hacienda, sino con entender la ciudad. A diferencia de esos candidatos en la oposición que prometen darle un giro de trescientos sesenta grados cuando gobiernen… Puede que nadie les haya explicado que eso es volver a dejarlo todo igual, o es que tal vez son más listos de lo que pensábamos.
A una ciudad se la escucha como a una mujer. Se piensa en ella por las noches, cuando no queda nadie en la calle, ahí se la escucha bien. Y cuando han cerrado los bares y se apagan las últimas luces todo se comprende mejor. Si uno la pasea como quien recorre la piel ajena, con las mismas ganas, acaba por entender. Una explicación callada a la que hay que ponerle interés. Por las noches todo se entiende mejor, de día hay demasiado ruido, compromisos, autobuses arriba y abajo, una orquesta de persianas metálicas, cajas de fruta y gente con prisa que no para de correr.
La mayoría de los candidatos que conozco escuchan electoralmente, esto es: no distinguen palabras, sólo ven sobres caer. Hablan con los ciudadanos como quien dobla papeletas y chupa sobres. Y tienen un horizonte muy breve, sin perspectiva, puede que por esa pulsión suya por el cemento, como si más que regidores municipales quisieran ser constructores y en vez de gestionar ciudades, edificarlas. Algo así como las Koplowitz, pero sin yate. Les molesta la sombra de los árboles, por eso construyen sombras de hormigón. Y es que para ser alcalde hay que saber sobre todo de las cosas pequeñas, no sirve una vocación de funcionario. Conviene fijarse cada día en las espadañas de la ciudad a ver si van y vienen las cigüeñas y mirar el río como si acabase de abrir surco justo aquí. Es preferible tener vocación de jardinero, más que de político, y algo de Félix Rodríguez de la Fuente para acordarse de los patos que pasean junto al Pisuerga o al Guadalquivir.
El problema de los alcaldes es que se cansan muy rápido, justo cuando ganan las elecciones. Y así se pasa otros cuatro años la ciudad, sin que nadie la escuche, hablando sola para los que trasnochamos.