VÍA PULCHRITUDINIS
Mayoría social
Dos ancianos pasean por una calle de Ponferrada. Foto de archivo
Lejos ha quedado ese recuerdo del recurso a padres y abuelos cuando no se sabía por dónde tirar en la vida. Hasta que faltan, casi nadie repara en cuánta vida te regala poder consultar a alguien de verdad aunque no tenga respuestas. Tomar un café ... en la cocina en lugar de hablar con Google o la incuestionable Inteligencia artificial está demodé.
Cuando paseas por un camino de Castilla ves cómo, a lo lejos, deambulan señores mayores, hieráticos totems de sabiduría que ahora ven cimbrear sus ramas porque el espacio de sus raíces de árbol centenario se necesita para que transiten por él autopistas repletas de información, las venas del sistema por el que hoy corre la única sabia que permite vivir. Miramos desde lejos porque no queremos acercarnos a ellos. Cuentan en Internet que si te arrimas demasiado pueden persuadirte de cosas absurdas y viejunas muy alejadas de lo que piensa la mayoría social, ese engendro con el que pretenden convencernos de que sólo hay una realidad posible y que no es la tuya. Mayoría social que se conforma a través de un algoritmo diabólico que mientras te garantiza que eres único te uniformiza con el resto para que todos terminemos siendo exactamente iguales.
Esos viejos que caminan despacio no valen. No son ni mayoría social ni tienen idea de lo que piensas tú porque ellos responden en base a su cultura, su tradición y, por si alguien lo ha olvidado, su experiencia vital. El niñato de turno, el CEO de una startup o el nieto consentido tienen patente de corso para despreciar la opinión del anciano que mira y calla por temor a ser condenado a ese ostracismo en el que por miedo a ser políticamente incorrectos vive repudiado.
Viejos por los caminos siempre hubo pero es que ahora, en medio de la plaza pública de una ciudad, sí superas los cincuenta y no dices lo que dicen los de treinta estás condenado a caminar igual de solo que los viejos de mi pueblo. Lo curioso es que si te pones a contar somos muchos más los que peinamos canas que los que con el chupete en la boca dan lecciones de vida desde la atalaya de la mayoría social. El año comienza con la duda de si tras las próximas elecciones nos gobernará un bebé desde un capazo mientras come, caga y duerme y cuando no lo consiga berreará hasta que los viejos le damos lo que reclama.