La crecidas elevan las críticas a la CHD por la falta de limpieza en los cauces

Pero ahí, comparten también, su labor hace aguas, pues ríos, arroyos, caceras... adolecen de falta de limpieza, se quejan. Así que cuando el nivel y la fuerza del agua suben, como ha ocurrido estos días con las abundantes precipitaciones dejadas por el tren de borrascas, troncos, ramas, maleza y otra basura terminan cegando los ojos de los puentes y favoreciendo que el líquido salte para seguir su camino. La Confederación «es como el perro del hortelano, ni hace ni deja hacer», lamenta precisamente el presidente de la Diputación de Valladolid, Conrado Íscar, recogiendo el sentir y «preocupación», dijo, de «la inmensa mayoría de alcaldes», como él –regidor de Matapozuelos–. Ese «cuidado» de los cauces «no se hace». «Ese mantenimiento no existe», subraya Íscar. Además, añade, «muchas veces» son los ayuntamientos los que «no siendo su competencia», quieren llevarlo a cabo, pero la CHD no lo autoriza.

Por este motivo, incide en reclamar la puesta en marcha de un plan «preventivo para limpiar esos cauces», consciente de que «no es la fórmula mágica». Pero si no se hace, «nos encontramos situaciones como éstas», sostenía este lunes a pie de destrozos en Rábano y Viana de Cega, las dos localidades vallisoletanas en las que las crecidas del Duero y el Cega, respectivamente, llegaron a las casas y obligaron a la evacuación de una veintena de vecinos.

«El sábado no sabíamos cuándo iba a parar de crecer esto», recordaba el alcalde de Rábano, Juan García, mirando al punto en el que el río saltó la carretera y avanzó por las calles: «El sábado pensábamos que medio pueblo se inundaba». La ayuda de los vecinos, sobre todo agricultores y ganaderos con su maquinaria, «evitaron males mayores» ayudando a «taponar» las puertas de las casas, aunque se coló en cerca de veinte. «Que esto no vuelva a ocurrir», su petición.

Desde Viana de Cega, su alcalde, Alberto Collantes, incidía en reclamar la «limpieza de los cauces», así como la «regulación» del río. Algo que también pide el presidente de la Diputación, para poder «aprovechar» en verano el exceso de agua de épocas como la actual.

Las «48 horas terroríficas» en la zona de La Moraña abulense «ponen de manifiesto una vez más el olvido y la desidia» por parte de la Confederación »con la limpieza de los cauces«, denunciaba el presidente de la Diputación de Ávila, Carlos García, desde Papatrigo, una de las cerca de 40 localidades en esta provincia que presenta daños por las crecidas. Puentes que ya no existen, explotaciones agrícolas y ganaderas anegadas e incluso cabezas de ganado ahogadas, depuradoras arrasadas... Sólo parte del balance de los efectos de las borrascas, señalaba García, quien también censuraba «la falta de previsión» en la apertura de puertas del embalse de Las Cogotas.

También desde Segovia, el vicepresidente de la Diputación y alcalde de San Miguel de Bernuy, José María Bravo, censuraba la falta de limpieza de los cauces por parte de la CHD. En su zona, además, la súbita apertura de las puertas del embalse de Burgomillodo –de gestión privada hidroeléctrica– provocó inundaciones y una carretera provincial lleva días cortada por el agua. Los alcaldes van a unirse en su queja y reclamación por los daños.

Por el momento, en Ávila y Valladolid, los presidentes de ambas diputaciones avanzaron que pedirán al Gobierno central la declaración de los municipios afectados como zona gravemente afectada por una emergencia de Protección Civil –la antes conocida como zona catastrófica–.

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Desde el organismo de Cuenca, su presidenta, María Jesús Lafuente, defendía que ante un episodio como el vivido, la Confederación «únicamente» es responsable de trasladar información hidrológica. Además, sostenía que el organismo «actúa periódicamente» en los cauces dentro del programa anual de mantenimiento y conservación, el año pasado con una inversión de 6,5 millones de euros.

Las inundaciones «son fenómenos naturales recurrentes», apuntan desde la CHD. Y responden que «muchas» actuaciones solicitadas son para dragados y «eliminación de vegetación de ribera», elemento que «disminuye la velocidad del agua» y «favorece» que se infiltre y recargue los acuíferos. Acciones que, «en ocasiones, la experiencia nos indica» que «no sólo» son «lesivas de los valores naturales, sino fundamentalmente erróneas y contraproducentes«, pues »solucionan« problemas en un punto y lo «trasladan a otros». Las «mejores actuaciones de prevención» son que el río tenga »buenas riberas y zonas inundables», afirman.