UCRANIA, UN AÑO DE GUERRA

Castilla y León, hogar provisional para más de 4.000 refugiados

Las ONG destacan que una acogida «muy positiva» les ha ayudado a desarrollar «su proyecto de vida»

Acto de solidaridad del Ayuntamiento de Ponferrada con el pueblo ucraniano con motivo del primer aniversario de la invasión rusa ICAL

Un año después del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, la guerra permanece, sin avistarse una solución inmediata a la misma ni el cese de las hostilidades entre los soldados enviados por Putin y los comandados por Zelenski. Entretanto, miles de familias y de ... civiles han huido para salvar la vida o para proteger a sus hijos, afincándose en otras tierras a la espera de volver a la suya. Una de ellas es Castilla y León, que a día de hoy contabiliza a 4.006 refugiados ucranianos, número total de ciudadanos del país eslavo que se han acogido a la protección temporal y que en la actualidad reciben algún tipo de asistencia institucional.

«El conflicto empezó de forma muy explosiva y aquí recibimos a mucha gente huyendo –sobre todo familias rotas, mujeres y niños, ya que los hombres se quedaron en el frente– a la que había que dar una respuesta integral», rememora la coordinadora autonómica de Cruz Roja, Eva Fernández, que define el panorama como «la mayor emergencia humanitaria en Europa en décadas». No obstante, y pese a que el contexto de estas personas aún es muy difícil, valora que «deberíamos felicitarnos por cómo hemos respondido» ya que los que llegaron a Castilla y León «están ahora en una situación completamente diferente, a pesar de que hay una guerra que no pueden obviar».

Daniel Duque, responsable territorial de Accem, otra de las organizaciones de referencia en la atención a los refugiados en Castilla y León, remarca que el perfil mayoritario de los que han buscado ayuda en ellos, fuera para conseguir alojamiento, para asesorarse o aprender el idioma, corresponde a mujeres (alrededor de un 65%) y niños, un 20% según sus cálculos. Y esto determina los resultados. «Eran prioritarias la escolarización y la regularización sanitaria, y eso ha sido fundamental a la hora de que los hijos, gracias al colegio, integrasen a las madres», señala.

Desde el principio entraron en juego las expectativas. En un contexto en el que «la guerra se recrudece» en lugar de acabar y el contacto con los seres queridos es 'intermitente', Duque valora que trabajar las esperanzas iniciales de «volverse rápido» ha sido crucial. «Ha hecho falta un trabajo psicológico muy importante para fortalecerles», coincide Fernández.

El reto actual es el trabajo. También un círculo social fuerte. El mantra de las ONG es generar espacios 'de normalidad' y actuar de mediadoras con las empresas. «Ha pasado un año de manera muy rápida y seguimos teniendo a muchas personas de Ucrania en nuestra comunidad autónoma con necesidades de inserción social y laboral», resume el representante de Accem. «Su intención sería volverse, pero de momento no va a poder ser, y tenemos que conseguir que el tiempo que estén aquí se sientan como en casa y puedan sumar a la sociedad castellanoleonesa».

El «hándicap» del idioma

Porque, ¿qué encuentran en Castilla y León respecto a lo que tendrían en otros puntos de España? «Lo primero que han encontrado es una acogida muy positiva por parte de la población, tanto en el medio rural como en el urbano, y eso es importante a la hora de desarrollar un proyecto de vida», señala Eva Fernández.

Así, aunque marcados por la disponibilidad de plazas, que concentra los recursos en las capitales de provincia, «las oportunidades las están aprovechando» y no sólo en la ciudad. En Cruz Roja señalan que muchos refugiados llegaron a diferentes puntos de la Comunidad tras aterrizar en Barcelona en un primer momento; en Accem cuentan cómo algunos empiezan a instalarse, por ejemplo, en Valencia de Don Juan (León). Aunque el municipio tiene sólo 5.000 habitantes, la organización cuenta con un centro en el mismo, así que a medida que se hacen más autónomas, los refugiados deciden establecerse en la propia localidad porque en ella «están tranquilos, la gente les conoce y ya han encontrado un trato abierto y generoso».

«En determinados sitios, los ucranianos empiezan a trabajar en hostelería o en el sector agroalimentario, pero no muchos, porque el hándicap del idioma aún es grande», recuerda Duque. No obstante, la afinidad cultural que les otorga ser europeos –fiestas, costumbres similares– hace más sencilla su integración, apunta la coordinadora de Cruz Roja. De cara a próximos meses, las ONG esperan que se resuelvan los actuales problemas de acceso a la vivienda (alquileres) y empleabilidad para que ganen autonomía. Con ayuda, están seguros de que aquellos que tuvieron que huir lograrán mantener un pequeño hogar temporal. «Todos juntos sumamos más», recuerda Fernández. «Son personas fuertes y de las que se puede aprender mucho. Todos los refugiados lo son».

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