noción personal
El ilusionista ya no engaña
Y todo apunta a que Pedro Sánchez no se va comer el turrón
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Israel como excusa

Pedro Sánchez se ha convertido en un maestro de la comunicación política. Maneja los tiempos, encuadra los relatos, victimiza su figura y desplaza la responsabilidad siempre hacia otros. Su última aparición pública, con una estudiada petición de perdón, es un ejemplo perfecto de cómo pedir ... disculpas sin asumir culpa. Fue un ejercicio emocional, teatral, que pretendía limpiar su imagen en medio de la tormenta, pero que sólo convenció a los muy fieles. El resto vio una maniobra de distracción.
El presidente ha hecho del relato su principal herramienta de poder. Cuando hay escándalo, desvía la atención. Cuando hay tensión, la convierte en épica personal. Si alguien muy cercano cae en desgracia, se le sacrifica sin miramientos. Su capacidad para adaptarse, reinterpretar y reencuadrar la realidad política es soberbia. Pero debería saber que también tiene fecha de caducidad. El problema es que el país ya no compra esa narrativa. El hartazgo social es evidente, y el desgaste institucional también. No hay presupuestos desde hace dos años. Hay leyes bloqueadas. El Gobierno no tiene mayoría real. Depende de socios que chantajean cada votación. Y la corrupción empieza a rodear al núcleo duro del poder hasta la asfixia.
Sánchez ha intentado blindarse emocionalmente, trasladando la tensión a los medios y culpando a la oposición del clima tóxico. El enemigo es la derecha y la extrema derecha, los medios y tabloides. Pero la gestión de crisis se ha convertido en un teatro sin espectadores. Ya no conmueve. Ya no ilusiona. Sólo sobrevive.
El liderazgo fuerte que una vez exhibió hoy parece cada vez más solitario, desconectado de la calle, encerrado en una lógica de resistencia más que de gobierno. La política no puede sostenerse sólo en emociones. Menos aún en un relato que ya nadie cree, ni compra, tan sólo algún medio afín. Por todo ello, el desenlace parece cercano. Como en el fútbol, cuando el entrenador pierde el vestuario, la afición y el rumbo, la pregunta no es si seguirá, sino cuánto aguantará. Y todo apunta a que Pedro Sánchez no se va a comer el turrón.
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