Desokupación exprés en las viviendas para los funcionarios de las prisiones de Ocaña I y II: la ropa tendida fue clave
Un funcionario que vio la colada y las persianas subidas se acercó a hablar con una pareja de inquilinos ilegales. El hombre y la mujer abandonaron el piso con su colchón y enseres después de una conversación con una pareja de la Guardia Civil
La carta de la directora de la prisión Ocaña I a los funcionarios tras incendiar un recluso su celda: «Sois un orgullo»
A la izquierda, la prisión de Ocaña II. A la derecha, las viviendas
La okupación les duró poco tiempo junto a las cárceles de Ocaña I y II. Con su colchón en las manos y sus enseres en bolsas, un hombre y una mujer jóvenes abandonaron ayer por la tarde el piso que en el que se ... habían instalado dentro de los pabellones de unas viviendas, 108 en total, reservadas para funcionarios que trabajan en estas dos prisiones toledanas y en los centros penitenciarios de Aranjuez (Madrid VI) y Estremera (Madrid VII).
Las persianas subidas y la ropa tendida de la pareja de okupas en el balcón de su piso, un bajo, fue lo que llamó la atención a un funcionario que reside en esta urbanización con piscina y que sabía que esa vivienda estaba vacía. Pasadas las diez y media de la mañana, el trabajador llamó al piso a través del portero electrónico para hablar con ellos, el chico bajó y le contó amablemente que se habían metido sin saber lo que era, aunque no precisó el tiempo que llevaban.
También le dijo que procedían de Madrid, sin dinero, y que allí le animaron a que fuera a Ocaña, un pueblo con un grave problema de okupación desde la crisis inmobiliaria de 2008, donde podría encontrar una vivienda para instalarse. Además, añadió que un rumano le había dejado la llave de la vivienda, algo que el funcionario puso en duda. Y el joven, posiblemente un ex recluso de Ocaña I, le respondió que tenían intención de quedarse, aunque su interlocutor le había explicado dónde estaba, un inmueble público dependiente de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
El funcionario fue a Ocaña II, a dos minutos a pie cruzando la calle Mártires de Ocaña, para hablar con el director de la prisión, que reside en la urbanización y es además presidente de la comunidad de vecinos. Él llamó a la Guardia Civil y una pareja se acercó al piso para hablar con los okupas. Después de una conversación, el hombre y la mujer salieron sobre la una del mediodía con su propio colchón y enseres, que metieron en su coche, aparcado en la calle de la Rosa, reservada una parte para funcionarios de prisiones. Los trabajadores piden que se balice esa vía pública porque, aunque hay señales, aparca cualquiera.
Mucho más grave es lo que sucede en otro lateral de los pabellones, la calle del Clavel, que comparten con un edificio que tiene okupas. A un lado sólo pueden aparcar los funcionarios y en el otro, cualquiera. Como no se cumplía la norma, los trabajadores de las prisiones pusieron unas cadenas y unos candados, pero aseguran que recibieron amenazas: «Nos dijeron que coche de funcionario que estuviese ahí, lo reventaban porque no podían aparcar ellos. Y no aparcamos ninguno».
La calle del Clavel. A la izquierda, el aparcamiento para funcionarios de prisiones
Esto sucede a unos metros de las viviendas ocupadas por funcionarios de prisiones con sus familias y donde la falta de seguridad «es muy grave», según denuncian desde el sindicato CSIF. «Somos los eternos olvidados, no somos ni agentes de la autoridad», lamenta su delegado de prisiones en Toledo, Santiago Recuerdo. «Sería impensable -añade- que okuparan unas viviendas de la Guardia Civil o de policías. Nosotros también somos trabajadores del Ministerio del Interior igual que ellos y la protección que nos ofrecen en algunos sentidos deja mucho que desear». La desokupación exprés de un piso en Ocaña es el último ejemplo.
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