La carta de la directora de la prisión Ocaña I a los funcionarios tras incendiar un recluso su celda: «Sois un orgullo»
sucesos
Con equipos autónomos de respiración lo sacaron con vida, apagaron las llamas y pusieron a salvo a otro interno que estaba en la galería. El viernes, Zoraida Estepa colgó una misiva en el tablón de anuncios para reconocer su labor
Toledo
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Iniciar sesión«Gracias por hacer que algo tan complicado se resuelva aparentemente de forma tan fácil». Así termina la carta que la directora de la prisión de Ocaña I, Zoraida Estepa Carmona, colgó el viernes en el tablón de anuncios del centro para reconocer la ... actuación de varios funcionarios el día anterior. Con bombonas de oxígeno entraron en la celda de un preso que la había prendido fuego, lo sacaron con vida, apagaron las llamas y pusieron a salvo a otro recluso que estaba en la galería.
La historia se desencadenó la tarde del jueves en el área que se conoce como el Departamento, donde se encuentran generalmente los internos conflictivos, los que les cuesta adaptarse más al sistema. En una de sus celdas, un interno que estaba de paso para acudir a un juicio y al que habían prohibido bajar al patio decidió, sobre las seis y media, incendiar su colchón y su ropa.
No pidió auxilio a través del timbre ni tampoco sonó el sistema antiincendios. Pero el calor del fuego y la alta temperatura en el cubículo, de tres metros de largo por 1,5 de ancho, provocaron el estallido de la ventana, que da al patio y donde se encontraban los internos de esa galería y otros funcionarios. «¡Fuego, fuego!», comenzaron a gritar.
El estruendo, el humo y los gritos alertaron a los trabajadores, que «sin dudar y organizados», según cuenta la directora en su carta, acudieron rápidamente a la galería. Hay unas sesenta celdas, aunque sólo dos estaban ocupadas en esos momentos: una, por el recluso que prendió fuego a su colchón, y otra, por otro preso que también estaba sancionado.
Cortes en las pantorrillas
Con equipos autónomos de respiración para los incendios, unos funcionarios entraron en la celda en llamas con precaución por si el interno iba armado. Lo encontraron acurrucado junto a la puerta y lo llevaron a la enfermería, donde lo curaron de unos cortes que se había producido a sí mismo en las pantorrillas, además de la posible intoxicación. Otros trabajadores se ocuparon de apagar las llamas y de sacar al otro interno de su celda, además de comprobar que nadie más había en la galería y de ventilarla. Ningún funcionario resultó dañado por los humos ni las llamas.
«Todo esto se realiza sin que se produzcan daños personales para nadie, sin que se altere el régimen ordinario de vida y sin mayores daños materiales», relata la directora en su carta a los funcionarios de Interior, aquéllos que abren y cierran las celdas, que vigilan en el patio o reparten las comidas y cenas.
Estepa, licenciada en Psicología y funcionaria del Cuerpo Superior Técnico de Instituciones Penitenciarias desde 2000, abrocha su misiva de la siguiente manera: «Una tarea difícil, bajo un importante grado de estrés y presión, pero muy bien resuelta. Es un orgullo contar con profesionales de estas características. Gracias por hacer que algo tan complicado se resuelva aparentemente de forma tan fácil».
«Es una carta digna de elogio, porque podría haber evitado hacerlo», afirma el delegado del sindicato CSIF y funcionario en este centro penitenciario con 140 años de historia, donde hay unos 400 reclusos y 200 trabajadores. «No recibimos formación para los equipos autónomos de respiración. Estamos faltos de formación y nos jugamos la vida», aprovecha para quejarse, porque «seguimos sin ser nombrados agentes de la autoridad, una reivindicación de décadas más que justa y necesaria».
La celda ha quedado derretida y el interno que provocó el incendio tiene otra oportunidad para reconducir su vida. Se lo debe a unos funcionarios cuya jefa se lo ha agradecido por carta, algo que cada vez se lleva menos.
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