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González Pedroso y el primer gabinete fotográfico conocido de Toledo (1863)
Ante la fiebre del retratismo un activo agente de negocios, ajeno a la fotografía, lo creó en la azotea del número 18 de la calle Cordonerías
El primer gabinete fotográfico de Toledo, en imágenes
TOLEDO
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Iniciar sesiónA mediados del XIX Toledo contaba con 17.000 habitantes. Era la capital de una «provincia de segunda clase», con un estado eclesiástico ya privado de recursos y, más allá de la Fábrica de Espadas, una riqueza local basada en el comercio y pequeños talleres. ... En 1845, la llegada del Colegio General Militar había sido un logro para reavivar la población como luego lo fue el ferrocarril (1858), que fomentó el flujo de viajeros, la unión con Madrid y el acceso a cualquier novedad. Sin embargo, Toledo aún ofrecía un ruinoso paisaje con un herido patrimonio ya plasmado en primitivos daguerrotipos que realizaron, desde 1845, desconocidos pioneros foráneos. Luego llegaron célebres fotógrafos extranjeros que recorrieron España captando a los personajes de la Corte isabelina, sus viajes y las nuevas obras públicas. Hacia 1860, gracias a los avances de la fotografía y su abaratamiento, el retrato se convirtió en una pujante moda. Cualquier persona podía llevar en el bolsillo su propia imagen lo que animó a variados industriales a abrir un gabinete y probar suerte en el negocio. Este fue el caso, durante un cuatrienio, de un audaz gestor en Toledo hasta que lo cerró obligado por la quiebra en otros afanes.
Fernando González Pedroso y Herrero
Nació hacia 1820, fuera de Toledo. Sin duda, procedía de un ámbito acomodado y con buena formación. Parece que llegó en 1838 sin que sepamos la razón. Fue un avezado inversor que actuaría en las compras de los bienes eclesiásticos incautados en 1835 y de los civiles decretados en 1855. En esta época ya regentaba, en la plaza de la Ropería, una Agencia General de Negocios, esencialmente dedicada a la subasta de los Bienes Nacionales, verificar los pagos de cada plazo, representar a corporaciones o particulares, «comprar y vender toda clase de bienes» y, según concluía, «cuantos negocios se le encarguen y sean compatibles con la honradez y buena fe». Publicó anuncios en la prensa madrileña y mallorquina dirigidos a las familias de los «caballeros cadetes» que careciesen «de relaciones en esta población, ofreciendo el apoderamiento legal de los alumnos para cualquier trámite durante el curso. Fue administrador de billetes y mercancías de las líneas de diligencias a Talavera y Torrijos y del ferrocarril al abrirse la línea con Madrid. La aventura en la fotografía la iniciaría en 1863.
El primer gabinete fotográfico de Toledo, en imágenes
Rafael del Cerro MalagónSe estableció en el siglo XIX la azotea del número 18 de la calle Cordonerías
De su estancia en Toledo sabemos que primeramente vivió en la calle del Barco, 39. En el Padrón de 1862, figura ya en la calle del Comercio 27, casado con Blasa González Gómez, de 36 años, seguramente toledana, sin anotarse hijos del matrimonio. Resida con ellos su cuñada Fidela González. Entre 1862 y 1866 aparece inscrito entre los contribuyentes de la capital que, por su nivel de renta, tenían derecho a voto en los procesos electorales de Diputados a Cortes y Provinciales. Gozó de un reconocido estatus social y económico. Participó en iniciativas alentadas por la mesocracia local para fomentar el comercio, la industria, crear un casino (el Centro de Artistas e Industriales) o levantar un coso taurino. Políticamente, perteneció a las filas progresistas que encabezaba Rodrigo González-Alegre, alcalde entre 1859 y 1862 y presidente de la Junta Provisional Provincial creada tras el exilio de Isabel II en septiembre de 1868. Una última referencia de Pedroso en Toledo fue su apoyo, junto a otros ciudadanos, al suscribir dos acciones, por valor de 40 escudos, para las mejoras que proponía el nuevo Ayuntamiento Constitucional de 1868. A principios del año siguiente se diluyen sus huellas en la ciudad, desconociendo también la fecha y el lugar de su fallecimiento.
Su aventura fotográfica
Pedroso estaba al día de los cambios políticos y primicias del momento, incluido el mundo de la fotografía. Debió saber del paso por Toledo de los afamados Cifford y Laurent desde 1857 para captar su patrimonio y apreciar que la moda del retratismo la explotaban fotógrafos ambulantes a falta de técnicos locales. Así, a finales de 1863, solicitó al Ayuntamiento levantar una terraza y un gabinete en su casa de la calle del Comercio 27, comunicada con Cordonerías 18. Y es que, el acristalamiento de los áticos era preciso para realizar el trabajo de los fotógrafos con luz natural. Sin embargo, Pedroso, al seguir inmerso en las compraventas de Bienes nacionales, contrató a un profesional, llamado A. Leal, para atender la galería anunciada como Fotografía de Pedroso y Leal. Allí retrató a serios hombres con levita, damas de ampulosos vestidos, militares, grupos, etc. Realizó vistas estereoscópicas de calles y monumentos con una pobre calidad en papel de albúmina. El éxito comercial no fue el esperado, por lo que Pedroso, en 1866, eligió a otro fotógrafo traído de Madrid apellidado Jiménez, avisando al público de mejoras en los trabajos, inéditos productos y tarifas más asequibles.
El periódico 'El Tajo' publicitó todas las novedades de esta nueva etapa. En una gran exposición de muestras celebrada en el patio de Tavera, en agosto de 1866, Pedroso mostró un «cuadro con los retratos del Consejo Administrativo de la provincia», una panorámica de Toledo y retratos «de lo más selecto de nuestra población», lo que trasluce el estatus de su clientela. Además, en la misma muestra, hubo fotografías de Casiano Alguacil, el primer competidor ya establecido en Toledo. El septiembre, El Tajo citaba nuevos trabajos de Pedroso con vistas de Toledo, retratos de ilustres personajes, imágenes religiosas y también las innovaciones que ofertaban las rumbosas galerías de Madrid, como miniaturas o las reproducciones sobre porcelanas, joyas y telas.
A pesar de aquellas posibilidades del gabinete toledano, lamentablemente no conocemos retratos de la etapa de Jiménez, a pesar de que permaneció hasta 1867, año en que el estudio de Pedroso llegó a su final. En noviembre, él mismo ya había promovido un concurso voluntario de acreedores ante el Juzgado. En enero de 1868 se subastaron fincas en Albarreal que nuestro gestor no había podido pagar al estar ya declarado en quiebra. Hasta 1892, se rastrean en boletines oficiales profusos avisos e impagos a la Hacienda pública de fincas rústicas y urbanas de la provincia y la capital. Los días 20 y 21 de abril de 1868 se fijaron las subastas de «sus bienes muebles, semovientes, alhajas y efectos propios» en la calle de Cordonerías, 18. Aquel hecho marca el final de toda actividad mercantil en Toledo. En 1871, Casiano Alguacil Blázquez se trasladó a vivir a este mismo domicilio. Aprovechó el vacío gabinete de Pedroso y, seguramente, todo el equipamiento que pudiera haber adquirido (quizá antes de la subasta) para poder retratar al público en pleno corazón de Toledo.
Maestro, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo
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