Walt Whitman el desenmascarador
El escritor y su poesía son, según Raymond Chandler, el origen del proceso de desenmascaramiento que se produjo en la literatura americana y que fue un referente para los escritores posteriores
¿Y si Walt Whitman fuera una estrella del rock?
Me reencontré con la figura del poeta Walt Whitman casualmente. Estaba una tarde de verano leyendo 'El secreto de Lettsworth' del escritor leonés de novela negra Juan Miguel Alonso Vega, y me sorprendió una de las tres citas que dan entrada al ... relato: «Es probable que comenzara con la poesía; casi todo comienza con ella. Raymond Chandler. El simple arte de matar». Así que, cuando acabé la novela, que me tuvo en ascuas hasta el último capítulo, y que me hizo reír con su modo irónico de aludir a los personajes en los diálogos (dice Chandler que, si la novela de misterio es realista -o sea, buena- está escrita con cierto desapego; de lo contario nadie, salvo un psicópata, querría escribirla o leerla), me dirigí a la biblioteca del barrio y pedí el libro del popular escritor estadounidense de novela negra.
No pensaba encontrarla, pero sí, estaba en el depósito -dónde mejor puede estar un libro de crímenes- me llevé dos ejemplares, uno publicado por una editorial argentina, cosa que capté cuando en el primer relato 'Las perlas son una molestia', la enfermera Ellen le dice a su rica y ociosa pareja: «tendrías que conseguir algún trabajo, tenés demasiado dinero, alguien robó las perlas de Mrs Penruddock y quiero que las encontrés», y otro ejemplar editado por la otrora potente difusora del libro de bolsillo en los 80, la catalana editorial Bruguera.
El autor de la novela negra 'El secreto de Lettsworth', Juan Miguel Alonso Vega.
El libro, que lleva por título 'El simple arte de matar' (1950) se compone de tres relatos, el ya mencionado de las perlas, El denunciante, El rey del amarillo y un ensayo. El simple arte de matar, en el que Chandler defiende el realismo como revulsivo de calidad en la novela negra, criticando la excesiva producción y la escasa proporción artística a la que dio lugar el incremento demográfico de los años 20 en EEUU: «No hizo más que acrecentar la destreza con que se producen y expanden los sustitutos». Se produjo además el fenómeno de difusión de las revistas 'pulp' (de papel barato).
Raymond Chandler (1896-1959), autor de 'El sueño eterno' o 'Adiós Muñeca', figura junto a Dashiell Hammett (1894-1961), autor de 'El halcón maltés' o 'Cosecha roja', como los dos escritores de novela negra más influyentes precisamente por su realismo. Chandler defiende ardientemente en su ensayo a Hammet, a quien confiesa haber imitado antes de consumar un estilo propio, y cubrió el vacío que 'el as' dejó en el equipo de escritores de la revista de mayor nivel entre las 'pulp' cuando la abandonó: Black Mask, cuna de la novela negra. Ambos americanos y coetáneos no hacen otra cosa que dar cuenta de una sociedad, la estadounidense de la primera mitad del siglo XX, en estado crítico tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Gran Depresión (1929), en cuyas grandes urbes de más de un millón de habitantes acecha lo oscuro, es decir el crimen organizado, la violencia y la inseguridad en las calles, la corrupción política, el vicio, la prostitución y el mal vivir en general.
De talante crítico, cínico y mordaz, Raymond Chandler tira a matar como uno cualquiera de sus gánsters ametrallando a los que meten en el mismo saco de literatura de segundo grado a toda obra de novela negra: «los escritores que producen relatos de detectives a gran escala, la presuntuosidad intelectual de las páginas literarias de los periódicos, el fatuo ambiente engendrado por los grupos de discusión de los pequeños clubs o el esnobismo de los bestsellers producidos por las focas adiestradas de la fraternidad crítica y regados con amor por grupos de presión demasiado poderosos cuyo negocio consiste en vender libros, aunque digan estar estimulando la cultura, ¡atrásese un poco en sus pagos y descubrirá cuán idealistas son!».
Chandler, con un estilo potente y directo en sus relatos, asegura en su ensayo que «hay novelas de detectives que se venden y suponen un fraude para el lector por no ser plausibles, el autor debe resolver creíblemente el problema de la lógica deducción y mostrar una mente sencilla, directa y abierta«. Y pone varios ejemplos, uno de ellos el asesinato de autoría múltiple del Orient Express de Ágata Christie: «sólo un idiota podría adivinarlo». Entiende que «los escritores demasiado elaborados no consiguen ser honrados porque la honradez es un arte» y considera a los que encasillan al relato de detectives literatura de evasión, snobs intelectuales porque, en definitiva: «todos los que leen lo hacen por escapar del mortífero ritmo de sus pensamientos íntimos, pero todo lo que se lee contribuye a la evasión no solo la novela de detectives, la diferencia está en quien escribe y qué tiene dentro para escribir».
La revista más potente de la novela negra americana, Black Mask
El novelista de Chicago, que vivió unos años en Gran Bretaña, menciona en su ensayo al famoso Detection Club (1930), aún vigente, «Parnaso de los escritores ingleses de novela de misterio que cuenta entre sus miembros a prácticamente todos desde Conan Doyle (Sherlock Holmes)», al que considera el precursor. Pero, a pesar de no nombrar al americano Edgar Allan Poe (gótico pero romántico, introspectivo y anglófilo) como precursor, sí deja claro que el gran salto del relato detectivesco (victoriano) a la novela negra (cruda, dura, directa) lo protagonizan escritores americanos influenciados por la deriva realista de la literatura y enumera una serie de autores americanos coetáneos cuyos rasgos de estilo dan cuenta de esta revolución: Dreiser (naturalista), Ring Lardner (satírico), Carl Sandburg (poeta popular) , Sherwood Anderson (relato corto) y el mismo Hemingway (minimalista).
Dashiell Hammett, afirma Chandler, fue el elegido como representante culmen de este movimiento, nada más. Con él lo más importante en el relato de detectives ya no era el desenlace sino el ambiente, los personajes, el contexto social. Y añade: «Hammett extrajo el crimen del jarrón veneciano y lo depositó en el callejón». Empleado de una agencia de detectives, su lenguaje era el lenguaje norteamericano. Él demostró que la literatura de detectives puede ser una literatura importante, puso en movimiento un difícil «desenmascaramiento literario» (por la gruesa costra de elegancia inglesa que tenía el relato de misterio) y aquí es donde menciona la poesía: «un desenmascaramiento más o menos revolucionario, tanto en el lenguaje como en el material de la literatura de ficción que es probable que comenzara en la poesía, casi todo comienza en ella, y podemos remontarnos a Walt Whitman».
Walt Whitman (1819-1892) y su poesía aparecen así en el ensayo de Raymond Chandler, que también escribió poesía en su juventud, como el origen de ese proceso de desenmascaramiento que se produjo en la literatura americana y que fue un referente para los escritores posteriores, entre ellos los que escribieron novela negra de calidad. Walt Whitman resquebrajó el modelo literario encorsetado y elegante de su época (romántico) y lo hizo con su poemario 'Hojas de Hierba'. Whitman fue un poeta transgresor del siglo XIX, un innovador, se pagó la edición del libro, que revisó durante toda su vida, escandalizó a los recatados poniendo su foto en él, cantó alabanzas a América y a sí mismo, fue el primer poeta de la democracia y del verso libre, eliminó los corsés literarios, se pronunció en defensa de los derechos humanos y de la naturaleza: «creo que una brizna de hierba no es menos que el camino que recorre las estrellas». Es el poeta americano más universal, inspiró el afamado film El Club de los Poetas Muertos, donde el genial Robin Williams enseñaba a sus alumnos que había que liberarse de los prejuicios y las normas para hacer poesía.
Así que agradezco a Juan Miguel Alonso el haber elegido esa cita de Chandler que da cuenta de hasta dónde llega el alcance de la poesía en la génesis de la novela negra. 'El secreto de Lettsword' es un relato que a pesar de lo truculento (él mismo dice que su novela no es negra, es negrísima), en ningún caso está exento de poesía. Como Chandler o Whitman, el autor leonés desprecia el enmascaramiento literario: «el lenguaje políticamente correcto es una forma de encubrir la realidad», «cómo escribes, es también cómo eres». Profesor de literatura desde 1976, anima a sus alumnos a escribir. Además, es de Toldanos, un pueblo cercano a León que recibe este nombre (topónimo de Toledanos) por ser su origen un asentamiento de judíos expulsados de Toledo en el siglo XV, según los estudios del investigador Menéndez Pidal. No sé si algo de esto tiene que ver con su profunda admiración por la ciudad de Toledo.
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