historia
Victorio Macho y Marañón, encuentro en Toledo
Frente a la fachada del antiguo colegio universitario de San Bernardino, en la calle de Santo Tomé en Toledo, se levanta un busto en bronce del doctor Marañón. Es obra del escultor Victorio Macho. En las próximas semanas se cumplirá el cincuentenario de su donación ... a la ciudad por el artista palentino, quien compartió con don Gregorio una intensa relación, tejida en su mutua pasión por la capital del Tajo.
La amistad entre Marañón y Victorio Macho se remontaba a los años en que ambos frecuentaban la tertulia que Galdós mantenía con sus más fieles amigos en la casa madrileña de José Hurtado de Mendoza, su sobrino. De aquel círculo, en el que también se encontraba el periodista toledano Emiliano Ramírez Ángel, surgió el proyecto de monumento a Galdós que Macho esculpió y que fue inaugurado en el Parque del Retiro en 1919. Al fallecer Galdós, Marañón llamó a Macho para que realizase su mascarilla mortuoria. Éste se encontraba en cama con fiebre muy alta, no dudó en ir a casa del maestro y al encontrarse ante el amigo muerto fue incapaz de realizar el encargo. No obstante dibujó un magnifico apunte del genio yaciente.
La guerra civil separó a Marañón y Macho, ambos tomaron el camino del exilio. El doctor regresó de París en 1942; el escultor lo hizo diez años después desde América del Sur. De vuelta en España, se reencontraron en Toledo, la ciudad que tanto les apasionaba y en la que radicaron sus santuarios creativos: el Cigarral «Los Dolores» y Roca Tarpeya.
En la Casa-Taller que Macho construyó sobre los escarpados rodaderos del Tajo, ambos mantuvieron frecuentes encuentros. Allí, al calor del cariño y la estima que se profesaban, fue forjándose el busto que hoy preside la calle de Santo Tomé. El escultor relató al periodista Moreno Nieto que le costó trabajo convencer a don Gregorio para que posase para él. El busto se hizo en unos cuantos domingos. Mientras Macho trabajaba, Marañón le leía páginas inéditas de sus libros. El doctor aprovechó las sesiones para convencer al artista de que dejase el hábito de fumar. En el museo de aquel caserón, hoy sede de la Real Fundación de Toledo, se conserva una magnífica escultura sedente del doctor.
El Ayuntamiento de Toledo había acordado el 5 de marzo 1957 conceder el título de Hijo Adoptivo al doctor Marañón, quien desde 1922 era activo animador de la vida social y cultural toledana. Victorio Macho había sido ya reconocido con ese honor dos años antes. Don Gregorio fue demorando fijar fecha para la celebración del homenaje. La muerte impidió que pudiera hacerse en vida. Por fin, el 27 de marzo de 1962, en el segundo aniversario de su fallecimiento, sus hijos Gregorio, Carmen, Mabel y Belén fueron protagonistas de este reconocimiento.
El busto se descubrió ese día en la lonja del Museo de Santa Cruz. La elección del emplazamiento no fue casual. En 1958, Marañón había sido uno de los promotores de la exposición «Carlos V y su ambiente», antecedente de de la creación en mayo de 1961 del citado museo. También allí, Marañón había pronunciado en 1932 la lección inaugural del Congreso Internacional de la Historia de la Medicina, con una disertación sobre el devenir de los centros asistenciales toledanos, entre los que destacaba el antiguo Hospital de la Santa Cruz, fundación del cardenal Mendoza.
Los asistentes al homenaje se desplazaron luego a la calle de Santo Tomé. Frente al Convento de San Antonio, se descubrió una placa por la que se dedicaba a Marañón dicha vía. El epílogo de la jornada se escribió en la Sala Capitular del Ayuntamiento. Allí, el alcalde Luis Montemayor hizo entrega del pergamino acreditativo del título de Hijo Adoptivo a Gregorio Marañón Moya, por entonces director del Instituto de Cultura Hispánica. «El hombre -diría en sus palabras de agradecimiento- es del lugar que ha elegido para el lento fluir de su vida y el esfuerzo creador de su obra. Mi padre no fue, pues, ni de Madrid, ni del Cantábrico, ni del Mediterráneo, sino de aquí, de Toledo. Se embarcó en esta nave anclada en el Tajo para convivir dentro de ella los más profundos y maravillosos secretos de lo que fue su arte prodigioso del vivir».
Siete años después de la celebración de estos actos, en marzo de 1969, el busto de Marañón fue trasladado a su emplazamiento actual de la calle de Santo Tomé, donde hoy, desde su atalaya de granito, pugna por hacerse visible en la barahúnda de sombrillas, affiches y otros estridentes enseres que la explotación comercial del entorno provoca. A sus espaldas, en la fachada del antiguo colegio universitario otra placa recuerda que en 1987, en tiempos del alcalde Sánchez Garrido, Toledo conmemoró el centenario del nacimiento del universal doctor.
Victorio Macho y Marañón, encuentro en Toledo
Enrique Sánchez Lubián, escritor y periodista
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