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Carlos Rodrigo

Rafael Morales, cien años diciendo

El poeta talaverano iba a «la búsqueda del mejor y más profundo decir de lo que todos decimos»

POR CARLOS RODRIGO

A Rafael Morales se le debe una de las definiciones culminantes e inabarcables de ideal poético, la pretenciosa, hay que soñar a lo grande, aspiración a cumplir lo que llamaba la «tríada divina» de la poesía del Siglo de Oro español: «Decir con la belleza de Góngora, pensar con la hondura de Quevedo, sentir con la sensibilidad de Lope».

Morales, que este mes cumple 100 años , fue un poeta que trató de yodar, rehumanizando con sus versos, la herida silenciosa de esa brecha tan fieramente humana y trágicamente necesaria que se abrió entre la fría y metálica uniformidad poética oficialista y el insondable desarraigo poético de posguerra.

Este toledano de Talavera de la Reina, profeta en su tierra , fue uno de los poetas clave de la segunda mitad dl siglo XX. Marcado en sus sonetos por Miguel Hernández, que decía de él que era el «poeta de dieciocho años del que espero grandes cosas que nos hacen falta» y por la batuta humana, intelectual y poética de Vicente Aleixandre y Gerardo Diego.

Amador Palacios, en el número 16 de la publicación de la Diputación de Toledo Temas Toledanos: «Poetas toledanos vivos» (1981), aquellos míticos cuadernillos amarillos que los toledanos conservamos en nuestro imaginario, recoge una reveladora y delicadísima reflexión sobre su poética:

«Para mí no existe más poesía que la que surge de la emoción artística de la palabra. Confundirla con los pensamientos o con los sentimientos o incluso con la belleza del mundo o la idealidad es un fraude que cometen muchos por ignorancia o por impotencia, tanto por parte del autor como del lector que, en realidad, es otro autor o creador receptivo. La poesía no está jamás en lo que se dice, sino en cómo se dice».

A Morales le prendía la expresión que comunica aquello que nos es común a todos los humanos. La búsqueda del mejor y más profundo decir de lo que todos decimos.

Autor de uno de los títulos más hermosos de la poesía española: Entre tantos adioses (1993), más allá de sus reconocimientos y galardones, libros y reflexiones, permítanme que les amenace con degustar una de entre sus tantas invitaciones a leer un gran poema, un soneto redondo:

Cántico doloroso al cubo de la basura

Tu curva humilde, forma silenciosa,

le pone un triste anillo a la basura.

En ti se hizo redonda la ternura,

se hizo redonda, suave y dolorosa.

Cada cosa que encierras, cada cosa

tuvo esplendor, acaso hasta hermosura.

Aquí de una naranja se aventura

la herida piel que en el olvido posa.

Aquí de una manzana verde y fría

un resto llora zumo delicado

entre un polvo que nubla su agonía.

Oh, viejo cubo sucio y resignado,

desde tu corazón la pena envía

el llanto de lo humilde y lo olvidado.

Rafael Morales

(Canción sobre el asfalto, 1954)

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