Biden y Sánchez: una relación torcida que se arregla a tiempo

Ambos líderes se reunirán en Washington el próximo 12 de mayo. Es la primera vez que el mandatario estadounidense le invita a la Casa Blanca

Sánchez visitará a Biden en la Casa Blanca el próximo 12 de mayo

Sánchez y Biden en la Cumbre de la OTAN de Madrid en junio del año pasado Jaime García | EP

Javier Ansorena

Corresponsal en Nueva York

La victoria de Joe Biden en las presidenciales de noviembre de 2020 debería haber inaugurado una etapa de cercanía entre los gobiernos de EE.UU. y España: el candidato demócrata, como Pedro Sánchez en España, se había adherido a una agenda izquierdista ... para imponerse en las primarias demócratas. Sánchez no tardó en celebrar la victoria electoral de Biden con un mensaje en Twitter -'Go democrats!', '¡vamos, demócratas!'-, después de haber mantenido una relación muy distante con el presidente estadounidense hasta entonces, Donald Trump.

Pero ocurrió algo inesperado: el teléfono no sonó en Moncloa. Es habitual que el presidente ganador de unas elecciones en EE.UU. mantenga conversaciones breves con los líderes internacionales poco después de anunciarse su victoria: Barack Obama llamó a José Luis Rodríguez Zapatero tres días después de ganar en 2018; Trump tardó más, algo más de un mes, pero también tuvo esa cortesía con Mariano Rajoy en 2016.

Biden, sin embargo, no descolgó el teléfono. No fue porque cambiara esa costumbre para los presidentes estadounidenses. No tardó en hablar con los principales líderes europeos, como Emmanuel Macron (Francia), Angela Merkel (Alemania), Boris Johnson (Reino Unido) o Michéal Martin (Irlanda). Poco después, también recibían la llamada países con un peso comparable a España, como Italia. Ese mismo noviembre, el agravio era evidente: los líderes de Nueva Zelanda, Chile, Sudáfrica, Jordania, Kenia, Argentina o Costa Rica ya habían recibido la llamada de Biden.

La situación se volvió ridícula tras la investidura de Biden, el 20 de enero de 2021. El mandatario inició otra ronda de llamadas con mandatarios en la que Sánchez tampoco entró. El Gobierno de Sánchez era incapaz de armar el contacto, en una situación que se extendió a sus jefes diplomáticos: el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, y la entonces ministra de Exteriores de España, Arancha González Laya, no se comunicaron hasta mediados de febrero. Para entonces, Blinken ya había hablado con más de cuarenta homólogos.

La ausencia de la llamada era sonrojante para Sánchez y muchos se acordaron de un traspiés del anterior presidente socialista en España, Rodríguez Zapatero, que no se levantó ante el paso de la bandera de EE.UU. en un desfile del 12 de octubre.

La situación empeora aún más

Pero la situación todavía empeoró. Siete meses después de la victoria electoral de Biden, y todavía sin contacto telefónico entre ambos líderes, Moncloa vendió que ambos presidentes mantendrían un encuentro durante la cumbre de la OTAN de junio de 2021. Lo único que arrancó Sánchez de Biden fue acompañarle en un paseo embarazoso, de apenas 40 segundos, que fue utilizado por la oposición como arma arrojadiza contra el presidente socialista. La falta de sintonía era evidente y Sánchez parecía incapaz de reconducir la relación.

La esperada llamada no llegó hasta agosto, en plena crisis de la salida del ejército de EE.UU. de Afganistán, en la que España colaboró. Pero los problemas no eran solo con Biden: el senador Bob Menéndez, presidente de la Comisión de Exteriores de la Cámara Alta de EE.UU., acusaba al Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos de tener «puntos de vista que están fuera de la democracia y las provisiones de derechos humanos que esperamos de un aliado de la OTAN». Ocurrió después de que Sánchez se negara a firmar en julio de ese año un comunicado de condena a la dictadura en Cuba por la represión a manifestantes.

Todo cambió el año pasado, por una circunstancia particular: la guerra en Ucrania. Biden dejó a Sánchez de manera sistemática fuera de sus conferencias con los grandes líderes europeos -Italia sí estaba incluida-, pero la cumbre de la OTAN en Madrid fue el marco ideal para escenificar lo que debería ser una relación sólida entre aliados trasatlánticos. Era un momento en el que EE.UU. buscaba mantener la cohesión de la alianza occidental contra Rusia y no podían asomar grietas. El cambio de la posición del Gobierno sobre Marruecos y el Sáhara Occidental a comienzos de junio del año pasado, pocas semanas antes de la cumbre, y en una línea similar a la adoptada por EE.UU. bajo Trump y que Biden respetó, también ayudó mejorar la relación con Washington.

Biden y la primera dama, Jill Biden, fueron muy activos durante la cumbre -un gran éxito de imagen para Sánchez- y se mostraron muy cercanos con el presiente español y su mujer, Begoña Gómez. Desde entonces, Biden ha mostrado también cercanía a Sánchez en la última cumbre del G-20, en Indonesia.

Y, ahora, tras dos años largos en la Casa Blanca, le ofrece una visita oficial en un momento de gran importancia política, con Sánchez necesitado de respaldo, poco antes de las elecciones autonómicas y locales del 28 de mayo y en la antesala de las generales.

Será su primera visita a la Casa Blanca tras casi cinco años en Moncloa. Sánchez subió al poder en junio de 2018. Ese mismo mes, los Reyes Felipe VI y Letizia visitaron a Trump en la residencia presidencial. También lo hizo con anterioridad Rajoy, que visitó tanto a Obama como al multimillonario neoyorquino durante sus siete años en Moncloa. La última visita de un presidente socialista a la Casa Blanca fue la de Rodríguez Zapatero a Obama en 2009.

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