Los ataques de Yolanda Díaz a Junts abren fisuras con Sánchez
Malestar en Moncloa por las duras críticas a los de Puigdemont tras decaer la reducción de la jornada
Editorial: Vicepresidenta segunda de nada
Sánchez se va al cine y no vota la reducción de la jornada laboral
Madrid
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Iniciar sesiónEl Gobierno registró este miércoles la primera derrota del recién estrenado curso parlamentario. No fue una derrota cualquiera, la que fracasaba era la medida estrella de la vicepresidenta segunda para esta legislatura. En términos de asunción de responsabilidades políticas, el naufragio de la reducción ... de la jornada laboral es un golpe letal para el ya malogrado liderazgo de Yolanda Díaz y para el espacio Sumar dentro del Ejecutivo. En este contexto de frustración y sabiéndose profundamente debilitada, Díaz salió al ataque desde la tribuna de oradores. Contra todo y contra todos, incluido Junts. Las embestidas que la vicepresidenta dirigió a la formación de Carles Puigdemont generaron un estupor en Moncloa que ha ido mudando en malestar con el paso de las horas. Fuentes gubernamentales consultadas por ABC reconocen que el tono duro de Díaz «no les sorprendió», porque ya se había manifestado en unos términos similares en privado, en la última reunión del Consejo de Ministros, cuando la medida ya estaba sentenciada.
Sin embargo, que esos comentarios en privado acabasen siendo objeto de un debate público supone un cambio de estrategia en la relación con un socio prioritario para el Gobierno. «Con Junts no se pueden romper los puentes», advierten en Moncloa, conscientes de los peajes que se han tenido que pagar para reconstruirlos. No hay cambio de estrategia, lo de Díaz fue un movimiento aislado que abre fisuras con Sánchez. En el Ejecutivo siguen cultivando la relación con los postconvergentes, huyendo de toda recriminación pública cuando torpedean alguna iniciativa del Gobierno y volcando toda la responsabilidad en el PP, pese a no estar integrado en su lado del «muro».
En el entorno de Sánchez son muy conscientes de que el argumento de la mayoría progresista –el «somos más» de la noche electoral del 23J– es una falacia, pero quieren seguir manteniendo la ficción de que es posible seguir contando con los de Puigdemont para dar apariencia de viabilidad a la legislatura. El enfado con Díaz se centra en cuestionar la oportunidad de su salida de tono. «No es el momento más idóneo. Hay que seguir negociando, estamos avanzando con los Presupuestos y este tipo de deslices no ayudan», valora un cargo gubernamental.
«Por tener la satisfacción de quedarse a gusto 10 minutos puede acabar entorpeciendo otras negociaciones», tercia otro dirigente, con más vehemencia. En el Ejecutivo daban por perdida la reducción de la jornada desde prácticamente el principio de su tramitación y no quieren que acabe contaminando otras carpetas en las que necesitan llegar a un entendimiento con Junts. En esta concreta cuestión, Díaz ha ido al choque desde el inicio, incluso dentro del Gabinete. También generaron mucha contestación interna aquellas declaraciones en las que se refería al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, como una «mala persona», porque se resistía a sus pretensiones de acelerar la aprobación de la medida en Consejo de Ministros. La vicepresidenta acabó imponiendo su criterio, pero en el ala socialista la dejaron volar en solitario. «Va por libre», apuntan desde el PSOE.
En Moncloa han permitido que Díaz pilote en exclusiva las negociaciones. Lo que podría entenderse como una muestra de confianza o autonomía esconde, en realidad, el cálculo de evitar socializar el desgaste de una derrota que estaba asegurada. «Lo único que dijo Carlos –por Cuerpo– es lo que se ha demostrado realidad: hacía falta hablar más con la patronal y tener más prudencia», apuntan. Los dardos de la vicepresidenta, dirigidos a Junts, acaban repercutiendo también en el propio Gobierno. En una entrevista en 'Más de Uno' de Onda Cero, Díaz calificó de «chantaje» la forma de negociar de los postconvergentes y lanzó una proclama, que se antoja una sentencia a los que sí ceden a las exigencias de Puigdemont. «Yo tengo límites y no voy a entregar a mi país», dijo, reivindicándose como la izquierda con principios que no se pliega ante el independentismo. Un mensaje que también molestó en el ala socialista.
Pese a la encendida retórica de la vicepresidenta, en Moncloa confirman que no harán ningún movimiento de cuestionamiento ni desestabilización de su posición. «Públicamente no habrá ningún gesto contra su intervención. Apoyo absoluto a la medida, en la que se va a seguir trabajando», señalan a este diario. En la rama socialista del Gobierno ya han interiorizado que, al contrario de a su socio de coalición, no les interesa dar vuelo a las polémicas internas, porque acaban eclipsando las bondades de las medidas que aprueban. No es la primera vez que un choque en el seno de la coalición, por ejemplo, el que se produjo a cuenta de la tributación del salario mínimo, acabó por ensombrecer la última subida. Además, en el Ejecutivo reconocen que están cómodos en el debate de la medida, porque la reducción de la jornada tiene una gran aceptación en la calle, porque los sindicatos la apoyan y porque con este aval se pueden permitir seguir metiéndole presión al PP.
Distancia política... y física
A las distancias políticas que se han marcado en las últimas horas con Díaz se suman las físicas. Sánchez evitó el miércoles respaldar a la vicepresidenta en un día clave y duro. El presidente no asistió al debate de la iniciativa, en el que fue la propia ministra de Trabajo quien defendió la posición del Gobierno, pero tampoco asistió a la votación. Sánchez fue el único diputado socialista que no votó para evitar que prosperase el veto de PP, Vox y Junts a la reducción de la jornada laboral. La exhibición de esta ausencia se hizo todavía más notable, porque el presidente se ausentó de la sesión plenaria para acudir al cine. Junto al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y su mujer, Begoña Gómez, el presidente posó ante los medios en el 'photocall' del estreno de la última película de Alejandro Amenábar, 'El cautivo', casi en paralelo a que el pleno censurase la principal bandera de la vicepresidenta.
Con todo, en Moncloa la preocupación es relativa. Les consta que los postconvergentes saben discernir lo que son «las cosas de Yolanda» de lo que es la acción del Gobierno y más cuando tienen entre manos las conversaciones para el techo de gasto y unas nuevas cuentas públicas. «No fue afortunado, pero no hay cambios, no vamos a modificar nuestra manera de relacionarnos con Junts», aseguran. Y esto, porque en la parte socialista quisieron dejar muy claro, desde el primer momento, que el veto de los de Puigdemont a la reducción de la jornada laboral «no condicionaba» en nada un futuro apoyo a los Presupuestos. «Eso será otro partido, que todavía está por jugar, pero al menos, aquí, el rival se ha presentado», sentencian.
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