«Yo soy el asesino de la baraja», Galán al entregarse hace 20 años
El cabo Galán Sotillo mató a seis personas e hirió a otras tres en Madrid en menos de dos meses. De día era guarda jurado; de noche asesino furtivo que cazaba al azar. Se entregó en julio de 2003. Los investigadores que lo persiguieron se preguntan aún: «¿Cómo es posible que un tío tan tonto causara tanto mal?»
Madrid
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Iniciar sesión¿Por qué decidió matar?, preguntaron los agentes al detenido tras confesar sus crímenes. «Quería experimentar la sensación de quitar la vida a un ser humano y tras probar la primera vez con el portero y no sentir especialmente nada, solo indiferencia, opté ... por continuar».
La muerte nunca es anodina. Los asesinos sí, incluso los asesinos seriales como Alfredo Galán Sotillo, militar de 29 años, que desató el terror en Madrid con sus crímenes al azar, sus disparos certeros, y su ausencia de motivación. Volvió locos a los investigadores durante cinco largos meses hasta que dijo basta.
El 3 de julio de 2003 un tipo medio borracho se presenta en la Policía Local de Puertollano (Ciudad Real) a la hora de la siesta. «Yo soy el asesino de la baraja», suelta al primer policía con el que se cruza. Para entonces había acabado con la vida de seis inocentes y malherido a otros tres en Madrid. Junto a algunas de las víctimas aparecieron el as, el dos, el tres y el cuatro de copas de la baraja española.
Aquella tarde de julio cuando una patrulla de Policía Nacional se lo lleva a su comisaría piensan que están ante un demente o un narcisista. Nadie le cree, hasta que cuenta algo que solo los investigadores más cercanos saben: los naipes tenían dibujado en el reverso un punto azul, la marca de autor.
Así actuaba el 'asesino de la baraja', el exsoldado que puso a Madrid en máxima alerta
David Sánchez de CastroAlfredo Galán mató a seis personas en 2003 y gracias a una casualidad acabó teniendo una firma propia antes de entregarse
El punto azul en el reverso del naipe
Los agentes de Homicidios de la Policía y de la Guardia Civil que trabajaban codo con codo desde marzo corren con lo puesto a Puertollano. «Si sabe lo del punto, es él», comentan por teléfono la inspectora Isabel y el teniente Rubio. Después de meses de presión, miles de gestiones, pasos en falso y enfrentamientos con algún superior, aún prevalece el escepticismo. Durará solo unas horas: lo que tarde Galán en empezar a soltar su retahíla mortal, salpicada de detalles precisos y conocidos por muy pocos. Es el dueño del secreto, el hombre más buscado.
«Para matar no hace falta ser malo, puede ser uno bueno. Mi estímulo es matar por matar»
Alfredo Galán, a los psicólogos
«Para matar no hace falta ser malo, puede ser uno bueno. Mi estímulo es matar por matar. No pienso en la víctima, me da igual», les diría meses después Galán a los psicólogos. «Y simple, eso es lo peor. No reaccionaba ante nada, le daba igual. Pocas veces nos habíamos encontrado a alguien tan arreactivo», recuerda 20 años después la inspectora Raquel, secretaria de las diligencias. «'¿Cómo es posible que un tío tan tonto haya causado tanto daño?', nos preguntábamos durante aquellas horas sin dormir, sin comer, con el alma en vilo». Su compañero y ella estaban deteniendo a otro asesino en Salamanca cuando se enteraron de que Galán se había entregado y, como el resto, volaron hasta Puertollano.
El mal, la muerte, empezó a sembrarla Galán el 24 de enero de ese año. El cabo del Ejército de Tierra estaba de baja psicológica. Había vuelto de Bosnia unos meses antes y en lugar de obtener un permiso, como esperaba lo mandaron forzoso a recoger el chapapote que tiñó del 'Prestige'. Allí, sacó a una mujer a rastras de un coche y lo trajeron en ambulancia al Gómez Ulla. Aún era militar cuando inició su carrera de asesino.
«Cayó el suelo, recogí la vaina ya percutida de la acera y tiré a sus pies un as de copas »
Alfredo Galán
Ese 24 de enero se dirigió en su coche a la calle Alonso Cano de Madrid, entró en una portería y sacó una pistola del bolsillo. Juan Francisco Ledesma, el portero, de 51 años, estaba en el salón con su hijo de dos años y medio. Galán le ordenó que se pusiera de rodillas de cara a la pared, le colocó la pistola en la cabeza y apretó el gatillo, pero la bala no se disparó. Montó el arma y esta vez sí detonó. El hombre cayó fulminado. El asesino no tocó la billetera de Ledesma que estaba en la mesa, solo recogió el cartucho. En la inspección ocular encontraron una vaina metálica en un tresillo y una bala. Ni una huella, ni una pista. Nada. Fue el primer crimen del soldado Galán, un donnadie sin afán en la vida.
Teresa fingió estar muerta
«Estoy sentado ante la tele, se me ocurre matar y ya está…», contó a los psicólogos cuando ya estaba en prisión. Hablaba del segundo asesinato. A Juan Carlos Martín , de 29 años, un trabajador del aeropuerto de Barajas que esperaba el autobús, de madrugada, le disparó arrodillado contra un árbol en la parte trasera de la cabeza. «Cayó al suelo, recogí la vaina ya percutida de la acera y tiré a sus pies un as de copas de la baraja española», declaró en su confesión ante la Policía. Fue el 5 de febrero y esa misma tarde volvió a salir de caza. Condujo hasta el bar Rojas en Alcalá de Henares y allí sin mediar palabra, sonrió y mató de un tiro en la cabeza a Mikel, de 19 años, el hijo de la dueña que dibujaba tras la barra. Se dio la vuelta y disparó contra Juana Dolores, una vecina que había bajado al bar a llamar por teléfono a un fontanero. La bala le entró por el ojo derecho y la fulminó. A Teresa, la madre de Mikel, también le disparó pero ella se arrastró por el suelo y fingió estar muerta. No dejó naipe.
Los investigadores nunca creyeron que el as de copas (sin punto azul en el reverso) lo lanzara Galán, pero se publicó el dato rodeado de un aura misteriosa y probablemente él decidió adoptarlo como marca de autor. En menos de doce horas había acabado con la vida de tres personas y malherido a otra.
Sus siguientes víctimas sobrevivieron porque se le encasquilló el arma. Eran Eduardo Salas y Anahid Castillo, una pareja de novios ecuatorianos que se despedían junto a un portal de Tres Cantos. Fue el 7 de marzo. A él le destrozó el maxilar, cayó desplomado y Galán arrojó un dos de copas a sus pies. La joven vio una redecilla que colgaba del arma, un recogevainas casero que el asesino fabricó con malla de envasar ajos para no dejar restos. A partir de ahí, la Guardia Civil de Tres Cantos se incorpora al caso y se forma un equipo policial conjunto.
El 18 de marzo cometió sus dos últimos crímenes en un descampado de Arganda del Rey. Allí se cruza con una pareja y les dispara a ambos a la cabeza. Se llamaban Georgie y Doina Magda, un matrimonio rumano, de 47 y 35 años, que volvía de trabajar. Arrojó sobre ellos el tres y el cuatro de copas marcados con un punto azul, como el del naipe de Salas.
La Tokarev nunca se encontró
Balística confirma todos los proyectiles pertenecen a la misma arma, una pistola Tokarev, del calibre 7,6, muy infrecuente en España, una pistola del Este, difícil de conseguir aquí. Empiezan a buscar entre militares y agentes que hayan estado en misiones en Bosnia y Kosovo. Cotejan fichas y fichas de soldados y guardias civiles, siguen a sospechosos, distribuyen retratos robot con lo que han contado los testigos, revisan permisos de presos, salidas de psiquiátricos, abren una línea de teléfono 24 horas... A finales de mayo detienen a Francisco Javier Antuñano, un skin que trapicheaba con anabolizantes. Los agentes estaban seguros de que no era el asesino, pero sus jefes ordenaron el arresto en plena campaña electoral. Quedó en libertad días después. La ficha de Galán estuvo en la mesa de los investigadores, pero sin su foto, un error de bulto que aún no tiene explicación.
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Hasta la tarde del 3 de julio. «¿Por qué decidió entregarse?», le preguntaron. «Sabía que tarde o temprano me iban a coger». Dos meses después se desdijo de toda su confesión y aseguró que eran otros los autores y que le habían amenazado con matar a sus hermanas. No volvió a hablar. La Tokarev nunca se halló; sí una bala en un jarrón de la casa de su padre. Fue condenado a 142 años de cárcel. Lleva 20 en Herrera de la Mancha; en cinco, el asesino anodino que mató por matar recobrará la libertad.
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