El PP no se confía y llama a filas: el adversario es Vox
El Partido Popular espera que el Congreso sirva para relanzar a un partido que se había acomodado en su mayoría y necesita tensión para no perder votos a su derecha, el único riesgo a su estabilidad
Los populares detectan incluso una pequeña fuga de votos socialistas a la formación de Abascal, que podría adelantar al PSOE en alguna provincia
Juanma Moreno presume de gestión y reta al PP a «dejarse la piel» para revalidar la mayoría
Alberto Núñez Feijóo se agarra a la vía andaluza: «Se puede gobernar con serenidad y ser firme y ambicioso»
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Iniciar sesiónLa catarsis colectiva experimentada en la noche del sábado en el Palacio de Congresos de Sevilla ha supuesto un punto de inflexión en el seno del PP andaluz. La tranquilidad y la calma se confunden a veces con pereza y desidia, la ... moderación con falta de determinación, y la mesura con la denostada equidistancia en una España polarizada. La cita de los populares en Fibes ha servido para vigorizar las bases, especialmente en unos jóvenes que necesitan mayor estimulación y, después de semanas de agachar la cabeza para abstraerse del ruido, para contagiarse el orgullo y sacar pecho por la Andalucía que se ha construido en estos siete años.
El ambiente y el escenografía han propiciado un rotundo estado de éxtasis con el momento culmen de la votación del líder. Juanma Moreno no necesitaba respaldo alguno, pero sus compromisarios se lanzaron en masa para elegir a su presidente con el 99,95% de las papeletas. El rostro alucinado, los ojos fuera de sus órbitas y la mandíbula desencajada ilustraban su absoluta sorpresa y perplejidad. Ni él mismo se lo creía.
El congreso ha sido útil para lamerse algunas heridas y debe serlo, tal y como esperan los populares, para impulsarlos de cara a las próximas elecciones autonómicas. En la mayoría absoluta, la formación se ha acomodado. No sufre para sacar ninguna ley. La oposición, desactivada hasta hace un mes, no ofrece alternativa ninguna más que la desestabilización, pues nadie duda de la victoria del PP en la comunidad. Moreno no mostraba mácula alguna entre sus partidarios y, su carácter sereno, es un freno a las emociones primarias. «Hace falta tensión», le reconocía Zapatero a Gabilondo tras aquella inolvidable entrevista. La politización de la crisis de los cribados del cáncer de mama les ha dado esa energía, y en la cúpula del partido empiezan a positivizar esa situación tan delicada. El Gobierno ha asumido responsabilidades y ha actuado con diligencia y acierto para solventar el problema, en contraposición con los escándalos continuos a nivel nacional. Creen que pueden salir hasta reforzados ante una oposición que ha empezado muy fuerte y corre el riesgo de llegar desfondada a las urnas.
Política de bloques
Moreno ha exhortado a sus simpatizantes, en público y en privado, para que no se confíen. Quien se sienta cómodo no tiene sitio en el PP, hay que hacer mucho más. «Todavía no hemos conseguido nada», decía Bendodo. «No podemos dar un voto por ganado, no podemos dar un voto por perdido», insistía el propio Núñez Feijóo. Y en clave electoral, la mirada ya no está puesta en el PSOE, que con María Jesús Montero «suena demasiado a un pasado» al que nadie quiere volver.
El adversario electoral es Vox. En sus estudios, el PP detecta que no hay fuga de votos al Partido Socialista. Sánchez ha polarizado tanto a la sociedad que ni en Valencia, con un Mazón denostado, logran pescar en las aguas turbulentas del PP levantino. En Andalucía no se produce un traspaso significativo. El flanco débil es el derecho precisamente por esa filosofía moderada que aplica el autor de Manual de convivencia. Feijóo le hace una llamada a esos desesperados y les pide usar la cabeza, porque «el voto del desahogo» (así lo calificó) no tiene sentido si no se gana. A la formación conservadora no le valen las carambolas, y el único camino para gobernar es votarles, apelando a la utilidad de esa papeleta.
También destacan que esa efervescencia reseñable en las encuestas se reduce al enfrentarse a las urnas y pensar en lo mejor para cada uno. Las encuestas siempre ponen a Vox mejor de lo que luego resultan, afirman. Por cierto, en una suerte de «justicia poética», tal y como reconocían, el partido de Abascal ya le está quitando votos a los socialistas en algunos sectores, como los desempleados de larga duración, y les amenaza con dejarles como tercera fuerza política en al menos dos provincias.
Juanma Moreno se mantiene en su postura de fijar la celebración de elecciones en primavera, y sólo le haría cambiar de opinión un hipotético adelanto por parte de Pedro Sánchez. Las haría coincidir, porque es absurdo llevar a los andaluces a dos comicios en fechas tan seguidas, y para impulsar con su apoyo el proyecto nacional. Los plebiscitos en Extremadura y Castilla y León no le preocupan porque en ambas regiones la victoria del Partido Popular está prácticamente garantizada, y la negociación de futuros acuerdos con Vox puede hasta beneficiarle para insistir a los andaluces en la relevancia de la estabilidad. Porque la única batalla en las urnas es por la mayoría absoluta o, en caso de perderla, por la mayor o menor posición de fuerza que tengan los de Abascal, y la condición pluriprovincial de esta comunidad le concede muchas más opciones que por ejemplo en Madrid.
La ausencia de Díaz Ayuso ha impedido palpar, por palabras, detalles y gestos, si el PP nacional se decanta por una u otra sensibilidad. Mientras Moreno pedía moderación y no dejarse arrastrar por el fango, Miguel Tellado pronunciaba un discurso durísimo que rechinó entre las paredes de Fibes por su gravedad. Andalucía se mantiene aún fuera de esa jaula de grillos. Feijóo sí enfilaba la vía andaluza pero, como reconocían en las altas esferas, en otras regiones se ha producido una fractura ideológica tal que hay que recrudecer la batalla para resistir los embates por la derecha.
El Partido Popular maneja todas las variables, pero se le escapa la imprevisibilidad de Sánchez, que cuanto más resiste, más alimenta a los de Abascal, y es el único con la capacidad para apretar el botón rojo de las elecciones nacional. El elemento desestabilizador que puede alterar un tablero con dos bloques muy definidos y donde no se juega por el centro, sino por los extremos.
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