Los secretos de la torre norte de la Catedral de Málaga

Al final de un pequeño tramo de escaleras se encuentra una pequeña sala con techo en forma de cúpula donde se conservan dos archivos: el del Cabildo y el Diocesano. En ella pasa las horas Susana Rodríguez de Tembleque, que muestra a ABC lo que se esconde en cada estantería del archivo con la satisfacción de trabajar y saberse en uno los lugares más mágicos y, la vez, relevantes de la ciudad. Porque entre estas cuatro paredes está la memoria documental de Málaga desde 1486. Con documentos excepcionales como los libros de repartimientos y mercedes de la ciudad por los Reyes Católicos a archivos personales de canónigos, músicos, investigadores y sacerdotes vinculados al templo.

Entre sus fondos hay 1500 legajos de los que 280 forman el Archivo Musical. Una joya que, según Rodríguez, representa uno de los principales pilares en las labores de investigación histórica de la ciudad y a la vez un orgullo para todos los malagueños por haber llegado «casi completo» hasta nuestros días. La sección más especial, por el espectacular tamaño de los volúmenes, es el archivo musical, con la mayor y mejor conservada colección de cantorales gregorianos de Andalucía y una de las más importantes de España.

Sobre el archivo se encuentra la biblioteca capitular, con más de 5000 volúmenes, y desde la que se accede a la balconada de la gran fachada barroca del templo, a la que pocos tienen el privilegio de poder asomarse y contemplar la inmensidad de la escalinata mientras los turistas se fotografían. Aquí, unos salientes en la baranda de hierro recuerdan como antaño unos bombos de cristal iluminaban todo el perímetro del templo cuando tenían lugar festividades y acontecimientos religiosos en la ciudad. Unas piezas que «no se han conservado» -explica Alberto Palomo- pero que debían ofrecer una estampa muy diferente de la Catedral al caer la noche.

El polvo y hasta nidos con pequeños huevos encontramos al tomar la estrecha escalera de caracol que da acceso a la parte más alta de la torre. Lo que da cuenta del privilegio de este paseo que culmina a 87 metros de altura. La piedra da paso a viejas maderas al llegar al campanario, donde es inevitable no sentirse dentro de una historia como la que Huberto Eco plasmara en 'El nombre de la rosa'.

Catorce grandes campanas se sitúan alrededor de la torre, cada una con su nombre, a las que se suma un espectacular carillón que toca dos veces al día, a las doce de la mañana y a las siete de la tarde, la salve por malagueñas dedicada a la Virgen de la Victoria. «Es una pena porque apenas se escucha desde la calle», lamenta el sacristán nada más arrancar la melodía, que por la gran altura de la torre y el bullicio del centro de Málaga es casi imposible de apreciar.

El resonar del hierro fundido entre los arcos disimula el crujir de la escalera que lleva hasta la última parada de este recorrido por el corazón de la torre. Una estrecha escotilla de apenas medio metro abre las puertas al que posiblemente sea el mejor balcón de la ciudad, con una panorámica de 360 grados de toda la bahía de Málaga capaz de encoger a los rascacielos de Martiricos, el Castillo de Gibralfaro y hasta el mayor de los cruceros atracados en el Puerto.

Una de las particularidades que hacen especial a la Catedral de Málaga tienen que ver con el legado que cientos de viajeros llegados de todo el mundo dejaron sobre los muros del templo. En uno de los cubículos del interior de la torre norte, se pueden apreciar sus firmas grabadas sobre los sillares de piedra. Algunas inscripciones son anteriores a 1860, como una en la que se puede leer «Carlos Mothe. 1855». Pero las hay de épocas más recientes, puesto que a los visitantes se sumaron también los campaneros y el personal que hasta finales de los años 70 vivían en el templo.