Especies Protegidas
El lince: el 'rey' de los depredadores andaluces coloniza nuevas tierras
De dos comunidades reducidas en Doñana y Sierra Morena en 2002 se ha pasado a una treintena en 20 años
El esperanzador viaje de Sotillo, el lince que fue de Granada a Jaén
Sierra de Arana (Granada)
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Iniciar sesiónUka llegó a la Sierra de Arana, su nuevo hogar, en una jaula transportín custodiada por los técnicos del Life Lynxconnect desde el centro de cría y recuperación de La Olivilla (Jaén). La lince de un año iba tapada, pero con los ojos bien abiertos ... mirando dentro de las paredes metálicas y las orejas alzadas. Al levantar la manta que la ocultaba en el cubículo su mirada era fija y al acercar el móvil a la malla para hacer una foto rugió como un pequeño tigre.
Aquella lince de un año marcó su territorio dentro de aquella caja, que abandonó veloz cuando tuvo la puerta abierta. En cuestión de segundos se perdió en el bosque. «Son animales salvajes. No se pueden coger, ni tocar. Solo dormidos. Es peligroso», había advertido minutos antes Javier Martínez, uno de los técnicos del programa Life Linxconnect.
El felino corrió hacia la libertad. Fue una de las dos linces liberadas esta semana pasada en la Sierra de Arana de Granada. Uka nació de forma silvestre el pasado año en Guarrizas (Jaén). Fue capturada en un chequeo sanitario de Otoño. Tras valorar su genética se decidió que su destino sería la nueva colonia de la Sierra de Arana en el monte público de Iznalloz y Piñar. Allí la acompañó Úrsula, que se había recuperado de una lesión que sufrió en Cardeña. Las dos tienen que completar una colonia incipiente, de las que existen ya una treintena en España con 1.668 linces censados en 2022.
Los datos del Ministerio de Transición Ecológica explican que Andalucía es el lugar donde más población hay con 627 animales, además es el origen de la recuperación. El lugar donde nunca se extinguieron los linces. Doñana-Aljarafe y Andújar-Cardeña son las poblaciones que en 2002 sobrevivieron. Desde ahí se comenzó a conquistar nuevas sierras con un meditado proyecto. Guarrizas y Guadalmellato ya están plenamente consolidadas con al menos 15 hembras reproductoras, al igual que Matachel, Vale do Guadiana, Campo de Montiel y Montes de Toledo.
Las parejas reproductoras en los centros de cría se seleccionan genéticamente
La identificación de los animales se hace por su patrón de manchas, que es como su huella dactilar
Ortiga es un área de asentamiento natural, como Valdecañas, Valdecigüeñas, Guazurejos y Cornalvo, que además son zonas de conexión entre comunidades. Pegalajar y Alcaudete están en ese proceso. De hecho, una vez que la población incipiente de la Sierra Arana se consolide, Pegalajar servirá de zona de conexión con Sierra Morena. Sotillo es el primer lince que ha creado ya esa conexión. Un ejemplar liberado en Iznalloz y que fue rescatado en Úbeda de un árbol. Estas poblaciones se ubican en unos corredores entre comunidades por los que se estima que van a transitar los linces buscando nuevos territorios para vivir.
Se aprovecha la capacidad de estos animales para hacer grandes desplazamientos buscando un grupo con el que vivir. «Un caso extremo fue un lince de Faro en Portugal que apareció en Barcelona. Se ponen a andar hasta que encuentran a otros. Este no halló a nadie desde Faro a Cataluña y allí lo rescataron», recuerda Martínez.
Se considera que las poblaciones de Andújar-Cardeña, Guarrizas, Guadalmellato y Campo de Montiel funcionan como una 'metapoblación', ya que hay conexiones fluidas entre ellas. Guadalmez podría también considerarse un núcleo de Sierra Morena Oriental. Esa es la meta. Por último, están Monfragüe (Extremadura) y Albatana (Albacete), donde se han liberado individuos de las especie que han criado. Una repoblación que parte de dos espacios reducidos en Andalucía y que pasa en 20 años a casi una treintena en Andalucía, Extremadura, Murcia y Castilla La Mancha.
Esto se consigue desde los cuatro centros de cría y recuperación existentes. La Olivilla en Jaén, El Acebuche en Doñana, Silves en Portugal y Zarza de Granadilla en el norte de Cáceres. Los linces que se liberan suelen ser cachorros criados allí para luego liberarlos. El proceso comienza con el celo del animal a final de diciembre. En ese momento, con el asesoramiento de un genetista se decide cuáles son las mejores parejas para optimizar el ADN de los linces. «Una de las amenazas que tiene el lince es que es una especie con poca diversidad genética», añade Javier Salcedo, director del Life Linxconnect.
Una vez que pasa el periodo de celo, los partos se dan a los 63 ó 64 días. A principios de marzo. El cachorro pasa un año con su madre y, en los dos primeros meses ya se testa qué perfil genético tienen y con qué comunidad existentes irán mejor. Al año se decide, si el cachorro se queda como reproductor o se libera en una de las colonias que se van generando. En caso de ser liberado, pasa a una vida silvestre, en la que es protegido por todo el entorno social.
En la Sierra de Arana, el coto de caza de 2.000 hectáreas tiene una reserva de 300 hectáreas, donde más conejos hay, para estos animales. «Si hay linces no hay otro depredador. El zorro, por ejemplo, hace más daño que el lince, que caza un conejo o una perdiz y se la come. Y ya hasta que no le da hambre no caza otra vez. El zorro si encuentra un nido de perdiz y no tiene hambre coge todos los huevos y los esconde, si caza un gazapillo y no tiene hambre, lo entierra para cuando no haya caza. El linces te quita todas las alimañas. Mejora el ecosistema y la caza», señala Francisco Córdoba, presidente de los cazadores de Iznalloz.
«El lince es un indicador de que el ecosistema tiene buena salud. Además,está en la cúspide de la pirámide de depredadores. Por encima tendríamos al lobo, pero no hay en Andalucía. Por eso, controla y desplaza a otros depredadores como el zorro o el meloncillo», añade Juan Ramón Pérez, director general de Política Forestal y Biodiversidad de la Junta de Andalucía.
No se les abandona en el campo. Hay un seguimiento de una veintena de personas. El sistema más conocido es el collar, con una batería de dos años, conectado por GPS y por UHF. Se controla con una aplicación móvil con la que se ubica al lince en el mapa. «En la Sierra de Arana hay un peñón donde todos suben. Está arriba en la montaña y lo hacen como para orientarse o tomar conciencia del territorio», señala Javier Martínez. Sin embargo, marcados con un collar solo hay un porcentaje de los linces. La mayoría de los animales están sin este aparato.
Por eso, el equipo tiene una serie de trampas con sensores movimiento que, cuando detectan algo por los infrarrojos, hacen una foto. Están dispuestas en las zonas por las que se mueven para controlar la evolución de las poblaciones. «Los reconocemos por su patrón de manchas. Cada lince tiene uno propio. Es como la huella dactilar», añade Javier Salcedo, director del Life Linxconnect, quien explica que hay mucho trabajo de campo, puesto que el equipo técnico que se ocupa de los seguimientos de esta especie buscan las huellas o los excrementos para poder estudiarlos.
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