El protagonista en esta ocasión fue Alfonso, un hombre que acudió al programa para compartir una experiencia que vivió hace varios años durante el día de su boda. Y es que lo que debía ser una jornada solemne y feliz se convirtió en una aventura inesperada que él mismo resumió con una frase que provocó las risas de todos: «Cuando llegué a mi casa antes de la boda llevaba una que no veía».
Una cata improvisada antes de casarse
Según contó, horas antes de la boda recibió a unos familiares de su mujer que habían viajado desde Francia para acompañarlos en un día tan especial. Uno de ellos le pidió un favor aparentemente sencillo: llevarse una botella de vino como recuerdo.
Ese detalle dio pie a lo que Alfonso definió como una especie de maratón de bodegas. En cada una de ellas le ofrecían probar un vino distinto, siempre con la frase de «solo un poquito». El problema es que él no estaba acostumbrado a beber, y mucho menos en cantidades seguidas. De hecho, jura que no había probado el alcohol hasta ese momento en su vida.
Y claro, con naturalidad reconoció en el programa que terminó la ronda bastante afectado. De ahí su confesión, ya que cuando llegó a su casa antes de la ceremonia, ya no veía las cosas con claridad.
El apuro durante la ceremonia
Lo más complicado llegó en la iglesia. Alfonso explicó que apenas podía mantenerse en pie, que sudaba y se encontraba realmente mal. Tal fue la situación que no dudó en pedirle al cura, don Lorenzo, que acortara la ceremonia lo máximo posible.
«Aligere usted que me voy a morir, hombre, don Lorenzo, ¿no me ve cómo estoy?», recordó. Por suerte, tenía buena relación con el sacerdote, ya que cada año le echaba una mano en tareas de mantenimiento de la parroquia, y eso ayudó a que el momento no pasara a mayores.
Mientras relataba lo sucedido, tanto Eva Ruiz como el público no pudieron aguantar la risa. La espontaneidad de Alfonso y su naturalidad contando cada detalle convirtieron el momento en una de las anécdotas de la semana en el programa.
Porque aunque en su momento Alfonso lo pasara mal, hoy revive aquel episodio con una sonrisa. Y es que no todos los novios pueden decir que llegaron al altar después de una cata improvisada de vinos, y mucho menos lo cuentan después con tanta gracia y naturalidad.
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