Hay otra Alhambra y no es la de Granada: descubre aquí su historia

Abdelaziz, que logró amasar una gran fortuna durante el reinado de su padre, era un enamorado de España. En especial de Granada, donde llegó a acampar en jaimas en el Llano de la Perdiz con todo su séquito. Desde este altiplano, el hijo menor del rey Fahd podía divisar Sierra Nevada, el Sacromonte y la fachada de la Alhambra haciendo honor a su nombre al teñirse de rojo al atardecer.

Tal era la obsesión del príncipe que pidió alojarse en el interior del complejo nazarí. También quiso comprar una parte del altiplano para levantar un palacio. Ambas ideas fueran rechazadas y Abdelaziz, firme en su empeño, decidió hacer su sueño realidad, pero a su manera. Así, Abdelaziz construyó su propia Alhambra en el desierto, a las afueras de Riad. El rey Fahd concedió a su hijo el capricho millonario para levantar un promontorio similar a la colina de la Sabika.

Las obras de la Alhambra de Riad, apodada como la Alhambra de Oriente, comenzaron en 1998. Los trabajos se extendieron hasta 2002 y fue posible gracias a los planos y diseños originales del conjunto palaciego nazarí, que fueron facilitados por el Patronato del monumento. Ello permitió que la copia fuera tan sumamente exacta que incluye las grietas y desperfectos que presenta la Alhambra original. El palacio levantado por el príncibe Abdelaziz ocupa 12.000 metros cuadrados y prescinde de las construcciones cristianas del siglo XVI, como el palacio de Carlos V y la iglesia de Santa María.

En la construcción no solo participaron arquitectos expertos en arte nazarí, sino que Abdelaziz se rodeó de los mejores historiadores, fotógrafos, cartógrafos y jardineros. También contó con artesanos de Granada, Almería, Marruecos y Turquía. En total intervinieron 150 técnicos y más de 5.000 operarios para completar en cuatro años lo que se tardó siete siglos en construir. Uno de esos técnicos fue Ramón Rubio, que es jefe del taller de restauración de Yeserías de La Alhambra. Rubio permaneció en la capital saudita dos meses para supervisar la marcha de las obras.

El palacio impulsado por el príncipe Abdelaziz no escatimó en gastos. Así, la Alhambra de Riad cuenta con más de 1,6 millones de ladrillos fabricados con las mismas técnicas que usaron sus antecesores nazaríes. Además, el conjunto contiene más de 500 columnas de mármol blanco de Macael ejecutados por la firma almeriense Camar.

La ollería Ruiz Muros, de la localidad granadina de Otura también participó en la factura de la loza de suelos, cerámicas y azulejos que cubren una superficie superior a los 4.500 metros cuadrados. Estos artesanos, cuyos antepasados se instalaron en el Albaicín en el siglo XVI, estuvieron visitando tres años, cada noche y en secreto, el complejo nazarí a fin de medir cada pieza que iban a reproducir.

Las labores de construcción de la Alhambra de Riad no fueron fáciles. En este sentido, el trabajo fue minucioso hasta la extenuación. Tal es así que el icónico Patio de los Leones tuvo que ser demolido hasta en 13 ocasiones. El motivo es que el tamaño resultante de los sucesivos intentos no era el idóneo. Ello complicó mucho la instalación de la fuente. De hecho, el personal de Camar tuvo que desplazarse a Riad para engarzar los doce leones de mármol en el centro del patio.

Sin embargo, la Alhambra de Riad posee ciertas diferencias con su gemela granadina. Por ejemplo, el propio Patio de los Leones incluye un jardín de crucero que, teóricamente, reproduce al que el de Granada tuvo en su origen antes de lucir el suelo de mármol blanco. Algunos muros lisos y ciertas arquerías cristianas del Generalife auténtico también fueron decorados profusamente en Riad.

Además de añadir habitaciones privadas o un patio magrebí que nada tienen que ver con la Alhambra de Granada, el príncipe Abdelaziz hizo cumplir algunos caprichos en su farónica obra. De esta manera, ordenó incluir una discoteca subterránea bajo el conjunto palaciego, algo que responde al carácter excéntrico y megalómano del hijo menor del rey Fahd.

Pese a la ingente cantidad de operarios y técnicos que participaron en su construcción, son pocos los que se atreven a hablar de la Alhambra de Riad. Dicen las malas lenguas que Abdelaziz, además de imitar las condiciones de trabajo propias del siglo XIII, impuso un régimen de silencio y secretismo en torno al palacio.

Quizá sea otra réplica subrepticia y colateral, ya que la leyenda cuenta que los sultanes granadinos evitaban que la Alhambra fuera imitada más allá de Granada matando a sus arquitectos. Afortunadamente, este extremo no llegó a cumplirse en el desierto saudita, si bien los operarios tuvieron que firmar una cláusula de confidencialidad so pena de despido.