DEPENDE...

Una unión inevitable

Es complicado, desde luego, pero cada día más necesario vista la ligereza con la que el Gobierno juega con la soberanía nacional

Inés Arrimadas y Pablo Casado, en el Parlamento EFE

LA idea de que sólo a través de la unión el centro derecha, hoy profundamente dividido, podrá recobrar el poder en España ha arraigado con fundamento. Aunque hay casos tan notables como los del Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid , Castilla-León , Andalucía ... o un sinfín de Ayuntamientos como el de Córdoba en el que, pese a tal división, la izquierda perdió o no consiguió alcanzar el poder, el sistema electoral de unas elecciones generales y, sobre todo, la circunscripción electoral provincial que propicia la inutilidad de cientos de miles de votos, convierte en casi imposible la labor de desalojar a socialistas y comunistas de la Moncloa y sus aledaños desde la desunión.

Ese objetivo resultará, además, cada día más complicado, con una izquierda hegemónica en los medios de comunicación públicos y con el control de los casi infinitos resortes que proporciona la posibilidad de publicar en el BOE cualquier disparate sectario.

Complicado, desde luego, pero cada día más necesario vista la ligereza con que este Gobierno juega con la soberanía nacional al aceptar reunirse con sediciosos o la alegría con la que pretenden desmontar la arquitectura con la que se superó la recesión y esquivó la que parecía inevitable intervención del Reino de España a comienzos de esta década. Sí, se echa de menos, y mucho, al muy vilipendiado Mariano Rajoy .

El cómo, sin embargo, no está nada claro. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el camino por el que se debe transitar para alcanzar esa unión, ni siquiera si la unión es eficaz en ciertos lugares.

El poco afortunado episodio con la candidatura de Alfonso Alonso en el País Vasco y su fulminante sacrificio en beneficio de una coalición pactada en Madrid contrasta con la sabia decisión del presidente Feijoo de no aceptar un pacto de esa naturaleza: Ciudadanos en Galicia y en unas elecciones gallegas no suma, resta de modo ostensible.

Evidentemente la decisión de imponer el pacto en el País Vasco frente a la de no admitirlo en Galicia obedece a la fuerza electoral más que a los principios: allí, en términos de poder, no hay en juego nada y es razonable explorar esa vía en la que se le regalan unos asientos a Ciudadanos; en Galicia está en juego todo y esa vía comprometía seriamente un discurso ganador.

¿Cómo se logrará la deseable e inevitable unidad del centro derecha? Nadie lo sabe a estas alturas, pero se intuye que el lógico descalabro electoral de Ciudadanos fue de tal intensidad y profundidad que muchos de sus dirigentes están convencidos de que su futuro político personal pasa por un desembarco progresivo en las filas populares.

El goteo, creo, empezará en breve y por ahí puede llegar esa unión.

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