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PASAR EL RATO

Los buenos sentimientos

Con buenas personas salen malas novelas. Y malos gobiernos, según dicen los expertos

Imagen de la calle Cruz Conde, atestada durante esta Navidad V. MERINO
José Javier Amorós

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Con buenos sentimientos no se puede hacer buena literatura . Ni buena política . Con buenas personas salen malas novelas. Y malos gobiernos . Esa es la opinión de los expertos. Expertos en malas personas y en malos sentimientos. Pasiones bajas, ... rastreras, delitos escandalosos, dolor, cinismo, odio. He aquí los ingredientes básicos para un argumento de éxito. La protagonista fue violada por su padre en la adolescencia; un padre que venía de ser sodomizado cuando monaguillo por un párroco del nacionalcatolicismo. La Iglesia católica es un lugar común de novelistas y políticos sin imaginación , con lo fácil que les resultaría inspirarse en su partido o en su familia. La madre y esposa tuvo un hijo extramatrimonial con un procurador en Cortes por el tercio familiar. Al menos, era del tercio familiar. El niño fue abandonado al nacer. Acogido en una institución de beneficencia, aquel ángel triste se suicidó al poco de cumplir los trece años. El padre de la protagonista es abogado . El licenciado más despreciable que ha dado al mundo la Universidad, que tiene experiencia. Ya era un ladrón en su infancia, y se ha limitado a continuar y ensanchar el camino del mal. Tiene fama de gran defensor de causas podridas, ha acumulado un patrimonio difícilmente calculable , y los medios de comunicación le dedican titulares admirativos. Soborna fácilmente a magistrados que se dejan fácilmente sobornar. Estupra a las clientas más vistosas y chantajea a los políticos más oscuros, cuyas debilidades conoce al dedillo. En su despacho tiene contratada a media docena de personas tan viles como él , exclusivamente dedicadas a hozar en las vidas ajenas. Sus archivos sobre la vida privada de los hombres públicos y la vida pública de los hombres privados ocupan un edificio de tres plantas. Engorda y agiganta defectos menores, hasta hacer rugir a las masas pidiendo venganza. Y achica y emborrona escándalos y canalladas, de manera que sus protagonistas adquieren un aire de víctimas que arranca lágrimas de compasión. Es el llanto del pueblo, el más dañino, el más despiadado, el más amoral, el peor de los personajes. El pueblo constituido en masa, la sociedad amorfa contada de millón en millón, una jauría que devora las piltrafas humanas que le echan. La educación, claro. Una educación que no hace individuos, sino grupos fáciles de amotinar.

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