Espejo lanza a sus habitantes

La calle Cervantes , con una pendiente superior al 15 por ciento de media en su recorrido, se convirtió en un improvisado parque acuático con la instalación de un tobogán de agua de 100 metros de longitud por unos dos metros de ancho . La actividad ha sido, como lo demuestran los numerosos usuarios, todo un éxito sin precedentes.

El concejal de Festejos de Espejo, Antonio José Flor , relató a ABC que «la gente se lo está pasando muy bien, ha habido una afluencia masiva de vecinos». Lo hacía con satisfacción y asombro ya que aseguraba que «no sé de dónde han podido sacar los niños y los padres tantos roscos flotadores para poder tirarse », un elemento recomendado por la empresa instaladora del tobogán gigante para deslizarse mejor.

Flor apuntó también que «es imposible calcular cuántas personas han podido pasar por el tobogán. Las colas han sido constantes desde que se abrió a las doce de la mañana y a la hora del cierre, a las seis, igual. La calle ha estado siempre llena». Como dato curioso, el concejal señaló que «ha habido niños que me han dicho que se han tirado como diez o quince veces» . Hay que aprovechar una ocasión como ésta, de la que no se puede disfrutar todos los días, y mucho menos en un pueblo de la campiña como Espejo, donde no abundan las atracciones acuáticas.

Todo el que se acercaba al tobogán acababa deslizándose por él. Incluso el que solo se acercaba a mirar. «A mí me han ‘revoleado’ y he acabado también en el agua » reconoció el propio responsable municipal Antonio José Flor. La iniciativa iba más allá de las expectativas de la comisión de festejos, ya que «lo pensamos como una actividad para los niños pero todo el mundo ha disfrutado del tobogán, desde los más pequeños, a los que se adaptaba la anchura para ir perdiendo velocidad en la bajada poco a poco, como los mayores», comentó el edil de Espejo, que también se mostró sorprendido «al encontrarme con unas mujeres mayores en el centro de participación activa que llegaban a una actividad empapadas de agua y me decían que venían del tobogán».