España atascada

Los acuerdos con partidos nacionalistas para las investiduras o sustentar el Gobierno de España comenzaron en 1993 cuando Felipe González -y sus 159 escaños que le impedían gobernar- negoció con CiU y PNV arrancando a cambio el acuerdo de la corresponsabilidad fiscal en torno al 15% del IRPF y el desarrollo pleno de los estatutos de autonomía. En 1996 fue a Aznar y su escasa victoria con 156 diputados lo que le obligó a realizar el pacto del Majestic con Pujol , en el que se transfirieron las siguientes competencias: Tráfico a los Mozos de Escuadra, competencias en Justicia, Educación, Agricultura, Farmacia, Sanidad, Empleo, Puertos, Medio Ambiente, Seguros, Política Lingüística y Vivienda. Se eliminó la figura del gobernador civil que fue sustituido por el subdelegado del gobierno y se hicieron grandes inversiones tanto en el Puerto del Barcelona como en el Aeropuerto, además de cortarle la cabeza a Vidal Quadras de la presidencia regional del PP en Cataluña. El PNV por su parte consiguió con sus cinco diputados un acuerdo fiscal privilegiado.

En 2004, Zapatero llegó a la Moncloa con los votos de ERC, IU, CC, BNG y CHA. Se comprometió a aprobar un nuevo Estatuto de autonomía y a respetar el texto que saliera de las Cortes Catalanas. Más tarde el Tribunal Constitucional lo tumbó. En la segunda legislatura de Zapatero los seis diputados del PNV lo sostuvieron a cambio de un paquete de políticas activas de empleo. Y claro, de todas estas aguas estos lodos. Encontramos que el nacionalismo ha crecido y se ha fragmentado y ha perdido el control de unos cachorros burgueses amamantados en el odio a España, esos que con el FLA español se sostienen de su penosa gestión económica. No podemos solucionar el problema catalán ignorando a los que quieren seguir en España que son más que los independentistas, y tampoco podemos permitirnos como nación seguir con un problema que distrae la atención de lo esencial que es qué modelo económico para la España futura queremos y que tendría que estar de plena vigencia en los debates que oímos de nuestros políticos en televisión. Tenemos que saber qué medidas económicas plantean para el futuro de nuestros hijos. La tralla nacionalista lo impide.

Aunque estemos cansados, hemos de salir a votar el 10-N . Porque si no votamos a partidos que tengan claro que: hay que fomentar políticas de natalidad para que no sean los inmigrantes de Cataluña los que decidan el futuro de España, y la recuperación de competencias como educación, seguridad, sanidad y justicia, será imposible que como dice el artículo 14 de nuestra Constitución los españoles seamos iguales ante la ley independientemente de su nacimiento, raza, sexo, religión ,opinión o circunstancias. Y que propicien unos consensos que impulsen de una vez por todas una reforma electoral que evite la sobreponderación de los nacionalistas, que nos han llevado a que sean la llave de la estabilidad política y económica de nuestro futuro.