Ante el mejor Oyente

Anuncié que hoy la custodia labrada por Enrique de Arfe surgirá de entre las columnas de la Catedral y con brillos de plata y oro aparecerá un año más, desde 1516, en el Patio de los Naranjos. Repiques de campanas, el himno nacional y aplausos la recibirán, para iniciar su desfile procesional por el casco histórico de Córdoba. Dentro de la custodia, tesoro del arte cordobés, irá el tesoro de la Iglesia, de la Humanidad.

Y hoy olerá a Corpus con el perfume del incienso, del aroma inocente y sencillo de la juncia y el tomillo, que el campo envía para alfombrar las calles; cuando Cristo en persona , no su imagen, rompiendo la extraterritorialidad de sus iglesias, se echa a la calle como en los días pletóricos de su ministerio público y la tierra, estremecida de gozo santo, vuelca en avalancha de ternura su olor a campo lleno.

Córdoba se convertirá en un templo , por cuyas calles las hermandades habrán colocado bellísimos altares, los balcones se engalanarán y el gentío, heredero de milenios de cristianos, renovará los hosannas triunfales a Cristo que, bajo un sol de solsticio y bajo nubes de pétalos, navegará en sagrado bajel alumbrado de fuego blanco, orfebrerizado con buriles de sol, mientras hinchan los aires las campanas volcando las duras copas de sus resonancias y el coro entonará las estrofas majestuosas: «Cantemos al Amor de los amores, / cantemos al Señor. Dios está aquí, / venid adoradores, / adoremos a Cristo Redentor».