EL NORTE DEL SUR
La mochila y la medalla
Proyecto Hombre sabe por experiencia propia que uno se puede levantar en mejores condiciones de las que se cayó
Proyecto Hombre estrena sede para atender a 180 personas con adicciones o sin hogar al día
El presidente de Proyecto Hombre, con la distinción de la entidad, este domingo
De una viga exterior de la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre en Los Morales, allí arriba, cuelga un cartel gigante que viene a decirle o a recordarle al que llega, bien porque necesita cuidados o simplemente una pausa reparadora en su vida, que ... todo o casi todo tiene remedio, que nunca es tarde para volver a empezar si realmente uno tiene ganas de hacerlo. «Sal de aquí libre de la mochila que tanto te pesa», anima la leyenda, cuya literalidad no recuerdo del todo.
El alcalde, flamante presidente de la FAMP, le entregó ayer a Jesús Tamayo, el presidente de la organización reconocida en el Gran Teatro justamente junto a otro manojito de cordobeses que se merecen el laurel, una Medalla de la Ciudad que avala el trabajo encomiable de esta gente tan admirable. Ellos saben por experiencia propia o cercana lo que es caerse y lo que es levantarse, y que con un poco de empeño y algo de buena suerte uno puede ponerse en pie en muchas mejores condiciones de las que estaba cuando tropezó. Allí adentro, en las estancias interiores que están a un paso de esa balconada extraordinaria de su sede de la primera Sierra con esas vistas limpias al caso urbano, le enseñan a quien llama a la puerta las cosas básicas que en la vida furiosa y rapaz de afuera, la de las prisas, quedan en el olvido.
Como si no tuvieran importancia. Dar los buenos días, decir hasta luego, mañana nos vemos. Lavarse los dientes tres veces por jornada. Ir limpio y decente, oliendo bien para andar por el mundo, aunque sea con ropa muy barata o heredada pero bien filtrada por la colada. Ver en el otro no a un competidor o a un ser rapaz sino a un amigo en potencia. Pedir disculpas de inmediato cuando uno se equivoca o tiene un mal gesto con el de al lado. Desprenderse del trauma que te aprisiona, de la niñez que te atormenta o de la juventud en la que no acertaste. Cuando uno de ellos sale de allí ligero de equipaje, porque la buena conciencia de empeñarse en vivir y no en morir no pesa en los hombros, los terapeutas que lo han atendido lo mantean para abrirle el esperanzador pórtico de una nueva etapa y de un nuevo camino y lo comparten en las redes sociales —a la vista de cualquiera está—. El que se despide y quienes lo han resucitado llevan colgada esa medalla de ayer.
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