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La Velá de la Fuensanta

Haríamos bien los cordobeses en sentir la Velá de la Fuensanta como un hito especial de toda la ciudad

Por quién doblan las campanas de La Fuensanta de Córdoba a la sombra del caimán

Un puesto de campanitas en la Velá RAFAEL CARMONA

Concluye esta noche la Velá de la Fuensanta, fiesta en torno a la patrona de Córdoba que, en su tiempo, tuvo nivel de feria. Nos narra la prensa de la segunda mitad del XIX que en la explanada del santuario de ... la Virgen se instalaban los puestos de frutas, mientras que a ambos lados del camino se alzaban las casetas y junto al puente del arroyo de las Piedras las chozas de higos chumbos, «lo más clásico» de aquella feria, junto con la campanita de barro.

Tampoco faltaban las tiendas de juguetes y turrones, las buñolerías, las barracas de espectáculos y los tiovivos. La animación se extendía al Paseo de la Ribera y al eje formado por las calles Lucano, Lineros, Don Rodrigo y Agustín Moreno. El mercado de ganado se ubicaba a lo largo de la Cuesta de la Pólvora. El programa también incluía diversiones propias de las ferias de entonces, tales como conciertos, bailes, cucañas y corridas de toros. Los cordobeses regresaban de madrugada a sus casas, tras contemplar los fuegos artificiales sentados en las sillas del cercano asilo Madre de Dios.

Paradójicamente esto tenía lugar cuando en torno al santuario de la Virgen y su pocito de agua milagrosa solo había huertas y el río Guadalquivir, en sus crecidas. En cambio, a partir de los años 60 y 70 del siglo XX, poblándose ese escenario con dos populosos barrios, la feria pasó a ser solo una verbena de barrio, aunque siguiese realizándose con motivo de la festividad de la Fuensanta. Muchos cordobeses dejaron de acudir e incluso hubo quienes pretendieron enfrentar lo religioso frente a lo popular, como si no fuesen complementarios. Haríamos bien los cordobeses en sentir la Velá de la Fuensanta como un hito especial de toda la ciudad, entroncada en el alma y la historia de Córdoba. Mientras llega eso, les dejo con este poema del periodista Ricardo de Montis, publicado un 8 de septiembre de 1900, que saludaba así a la Virgen de la Fuensanta: «Le dan su aroma los azahares / de las vecinas, alegres huertas; / le entonan himnos los ruiseñores; / y el claro Betis sus muros besa».

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