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Pasar el rato

Esto de escribir aquí

Las redes sociales no pueden suplir el papel de la prensa. Tampoco el papel de la prensa de papel

José Javier Amorós

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Al empezar el año y al terminar el artículo deberíamos hacernos la misma pregunta: ¿será el último? Pero la vida es demasiado breve para perderla reflexionando. Es preferible escribir en los periódicos, que no deja huella. Un artículo de periódico es una página en el ... agua. Como el cigarrillo de Oscar Wilde, es breve y no satisface ni al autor ni al lector. Por eso escribimos, porque no sirve para nada. Si no, no tendría mérito. Pero hay un secreto en esa nada: el estilo. Es lo único que estimula al buen lector. De una novela de quinientas páginas pueden desperdiciarse trescientas. En un artículo de quinientas palabras, un adjetivo inadecuado estropea el conjunto. Y eso hace superfluos casi todos los adjetivos. Un artículo de periódico no se lee por lo que dice, sino por cómo dice lo que dice. La música, más que la letra. También en el periodismo, la forma es el fondo. Un pensamiento sublime expresado neciamente no es un pensamiento sublime, es una necedad. Mi admirado Paul Valéry, que nunca empleó una palabra por otra, daba tal valor a la forma que para él podía ser la forma una idea. El artículo de periódico es «una pasión inútil». Se leen pocos periódicos, y el papel se está convirtiendo en una reliquia, como los pololos, el miriñaque y el sombrero y el bastón del señor marqués. Las ediciones digitales tienen que competir con las frívolas redes sociales, en las que sestean los futuros ministros, mientras pasan de curso con dos suspensos. Las redes sociales, donde tantos pajarillos bobos siguen cayendo, que entretienen sin alfabetizar. Es un triunfo fácil. Y no obstante tanta desventaja, hay que seguir defendiendo la lectura de periódicos. Las redes sociales no pueden suplir el papel de la prensa. Tampoco el papel de la prensa de papel. La mejor literatura se hacía antes en los periódicos. Ahora hay más escritores en periódicos, pero menos lectores de periódicos. De manera que resulta muy difícil llamar la atención, que es para lo que hoy se escribe. Si el escritor piensa en el público, no escribirá. Depender del juicio ajeno es la tumba de la imaginación. Se crea, en el nivel que cada uno pueda alcanzar, por el propio placer. El público, si viene, viene después, cuando todo está consumado. La necesidad de aprobación ajena quita espontaneidad, quita seguridad. Eso es escribir, o vivir, por persona interpuesta. Quita calidad de obra y calidad de vida. Repitámoslo y olvidémoslo: El único requisito para escribir es el gozo de escribir. Todo lo demás es literatura. Tenga o no tenga éxito, joven, haga lo que usted quiera, pero hágalo todo lo bien de que sea capaz. Y si no sabe hacerlo, apréndalo. No se entregue, no claudique.

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