desde simblia
Hace diez años
En septiembre de 2015, el PA decidió disolverse. Hoy, en Andalucía, sigue vivo el sentimiento de no ser más que nadie pero tampoco menos que nadie
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Córdoba
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Iniciar sesiónHa pasado una década desde que, en septiembre de 2015, en un congreso extraordinario, el Partido Andalucista tomó la decisión de disolverse. Era una decisión controvertida que se explicaba ante los malos resultados en los últimos años —nunca fueron particularmente brillantes, salvo en momentos ... puntuales, ligados a lugares concretos, en elecciones municipales—. Pero la disolución dejaba en un limbo político a una treintena de alcaldes y a más de trescientos concejales repartidos por la geografía andaluza.
Quedaba atrás un tiempo en que el andalucismo, bajo las siglas del PSA primero y PA después, había tenido presencia en Parlamento de Andalucía, en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento Europeo. Andalucía perdía una voz propia que había influido de manera decisiva en la España asimétrica que se había diseñado en la Constitución, mediante un acuerdo del PSOE con UCD y los nacionalistas catalanes y vascos.
Las denominadas nacionalidades históricas conducirían su autonomía por la vía del artículo 151, mientras que el resto de España formaría parte de ese estado autonómico por la vía del artículo 143, que era una simple descentralización administrativa. Fue el grupo parlamentario andalucista en el Congreso, surgido de las elecciones generales de 1979, quien forzó el referéndum de 1980 en Andalucía y que derivaría en el famoso 'café para todos' que señaló Clavero Arévalo, asumiendo que la asimetría acordada por PSOE y UCD más nacionalistas catalanes y vascos saltaba por los aires.
Hoy asistimos a la configuración de una nueva asimetría. El gobierno de Sánchez prima de manera evidente a catalanes y vascos desde el punto de vista económico —los vascos gozaron de esos privilegios desde siempre con su concierto económico— con la financiación singular de Cataluña, que proyecta su propia agencia tributaria al margen de la del conjunto de España y asume la recaudación de todos los tributos.
Algo, por ejemplo, que supone recaudar el IVA de empresas con sede social en Cataluña, aunque ese impuesto se pague en Andalucía. Así como que catalanes y vascos quedan excluidos del reparto realizado por el gobierno de inmigrantes menores no acompañados que colapsan desde hace meses los centros de acogida de Canarias.
Hoy, en Andalucía, el sentimiento de no ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie —una da las señas de identidad del andalucismo— sigue vivo. Una vitalidad que, en su momento, preocupó al PSOE mucho. El Alfonso Guerra de entonces buscó la manera de desactivarlo, satanizándolo y tratando de vampirizarlo. Hoy Moreno Bonilla busca asumir algunas de las señas que lo identificaron, como el impulso que da al 4 de diciembre. Hoy la asimetría se asienta en España. Hace diez años el Partido Andalucista dejó de existir.
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