'timelapse'
La Cabalgata
Desisto de ilusionarme ya con una Cabalgata que tenga margen de mejoría
Un hilo de color y música llena de ilusión las calles
Córdoba
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Iniciar sesiónLa ilusión siempre se impone. El jueves estuvo muy por encima de su puesta en escena. Entre carrozas y pasacalles. Por el cortejo de la magia. Un imposible sobre el que perdemos las esperanzas cada año que pasa. La tarde de la Cabalgata de ... Reyes Magos es el día en que, por antonomasia, toda Córdoba se echa a la calle. No hay otro día igual en el calendario. Y en esta ocasión, la muchedumbre que transitaba por cualquier rincón se justificaba tras años de ausencias, miedos y prisas. De experimentos voluntariosos por no desterrar ese hilo de ingenuidad que aún mueve corazones y sonrisas sin edad en el niño que nos habita.
Sinceramente, desisto de ilusionarme ya con una Cabalgata que tenga margen de mejoría en Córdoba. Me resulta una quimera. Han pasado todos los partidos políticos por el Ayuntamiento y, sinceramente, todas me parecen lo mismo en sus notables carencias. Con crisis económicas, o con bonanza de beneficios. No resto ni un ápice de reconocimiento para quienes suman sus esfuerzos para que cada año salga adelante, pero creo que esta ciudad merece más que un digno ejercicio de compromiso. Puede ser un problema de concepto del propio desfile, de ambición —como tantas otras cosas—, de exigencia por parte de la calle, de apoyos económicos, de implicación, de estrategia política —con este gentío, qué mejor escaparate para un alcalde en echar el resto—; de relato teatral, hasta si me apuran de alegría y empatía por quienes encarnan a Sus Majestades. De buen gusto.
La Cabalgata es anunciación, es magia, luz, alborozo, simulación y simbología; complicidad, escenografía y lujo... Es la serpentina de nervios y embrujo que recorre el cuerpo menudo de cada niño cuando aguarda a que el paso de las horas rompa la física y obre el milagro. Y no hay mejor ofrenda que brindar esa emoción a la chiquillada de una ciudad, cualquiera que sea su tamaño. Nunca es mucho.
Niño de mí, acudí al mismo lugar de siempre buscando ese regalo utópico que se me volvió a escapar entre la resignación. A mi lado, otros niños que se han hecho mayores y que me dejan la nostalgia de otros tiempos.
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