Educación

Cierra la Academia Alcántara, los tres golpes que acaban con una institución en Córdoba

Tras 96 años de historia, el centro de formación cerró sus puertas en noviembre tras superar la recesión de los 90 y el impacto del caso ERE; el Covid le dio la puntilla a un símbolo de la educación en la ciudad

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Sede actual del Instituto Alcántara, en la calle Conde de Torres Cabrera, esta semana Valerio Merino

Rafa Verdú

Córdoba

Hubo un tiempo en que portar una tarjeta de visita con la marca del Instituto Alcántara era garantía de una formación de calidad. Quien así se presentaba había estudiado en la academia con más solera de Córdoba, con casi un siglo de historia. ... Fundada en 1926 por Antonio Alcántara Pérez, este centro de estudios privados ha pasado por todas las vicisitudes que ha vivido nuestro país durante la última centuria, desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la Democracia, pasando por el Franquismo, la Guerra Civil y la Transición. Hasta hoy ha seguido mantiendo su sello de calidad y ningún episodio histórico del siglo XX pudo con la escuela. Y sin embargo, tres crisis externas casi seguidas en los últimos años han llevado a esta institución al naufragio. El Instituto Alcántara ha echado el cierre en noviembre, y ya no hay vuelta atrás.

Pilar y Olga Alcántara, codirectoras del centro y nietas del fundador de la academia, echan la vista atrás para recordar el origen de una empresa con 96 años de historia. Lo hacen con dolor, aguantando las lágrimas, pero también con la entereza necesaria para culminar una liquidación societaria después de tres generaciones. Sólo mantendrán operativa la consultoría para empresas, pero toda la rama de formación, el núcleo del Instituto Alcántara, ha dejado de existir. «La empresa ha llegado hasta aquí», aseguran en su sede, ya vacía, de la calle Torres Cabrera.

El Instituto Alcántara nació como una asesoría, curiosamente la única parte del negocio que sobrevive. En su día aconsejaron a empresas y empresarios señeros de la ciudad como Baldomero Moreno o Viuda de Victoriano Gómez. Pronto, sin embargo, Antonio Alcántara se dio cuenta de que hacía falta una academia de formación, porque «en Córdoba no había nada», recuerda Pilar. Quien quería prepararse unas oposiciones, que ya existían entonces, tenía que irse a Sevilla u otros lares.

La preparación de opositores ha estado siempre presente, desde 1926 hasta la actualidad, pero poco a poco la formación se fue extendiendo a otras ramas. A comienzos de los años 70, el Instituto Alcántara se mudó a su sede en la calle Conde de Torres Cabrera, con Julio Alcántara al frente desde los 60. Por entonces tenían más peso las enseñanzas administrativas, que luego se diversificaron con otras especialidades: informática a comienzos de los 90, seguridad privada, cursos para empresas y funcionarios del SAS, control de calidad, certificados de profesionalidad... «Eran cientos de cosas», sostienen las hermanas Alcántara.

Tres generaciones de Alcántara: en el retrato superior, el fundador de la empresa, Antonio; sentado, Julio, al frente del Instituto durante 60 años hasta 2015; de pie, su hija Olga, actual codirectora ABC

Por supuesto, también se daban idiomas y existía la academia para estudiantes a los que no se les daba bien la Secundaria. Muchos aún recuerdan los veranos en clase para evitar el suspenso en septiembre. No es exagerado decir que por sus aulas han pasado decenas de miles de alumnos. Sólo en los últimos años las directoras estiman que han atendido a unos 2.700 estudiantes de media cada ejercicio.

Primer golpe: la crisis de los 90

En 1991 se incorporó Pilar a la empresa en el área de personal. «Eché los dientes allí», rememora. Aquella fue una época en la que, a pesar de la crisis económica, el Instituto Alcántara se consolidó en la ciudad. «Muchas familias se sostenían gracias a los contratos de formación y aprendizaje de un solo hijo, los famosos contratos basura», explican las hermanas. El centro se convirtió en «un referente en la formación para el empleo. Había listas de espera para entrar y todos buscaban formarse aquí».

Aquello duró hasta el año 2000 aproximadamente, cuando este tipo de enseñanza personal dejó de estar subvencionada «y las familias no tenían partidas para la formación», explican. El Instituto Alcántara pudo adaptarse a esta primera crisis.

Segundo golpe: el impacto del caso ERE

El segundo golpe, también externo, fue mucho más duro. En torno a 2012 se suspendieron todas las subvenciones que se otorgaban a las empresas para la formación de los trabajadores, y éstas dejaron de realizarlas con sus propios fondos. Detrás estaba el caso ERE de Andalucía, el macrofraude por el que cientos de millones de euros se dilapidaron en una red clientelar del PSOE.

Durante la pandemia

«Los adolescentes sabían que iban a perder clases en el instituto, pero no querían perderlas aquí»

Pilar Alcántara

Codirectora del Instituto Alcántara

Aunque las irregularidades llevaban años cometiéndose, fue en 2011 cuando comenzó el proceso judicial, lo que junto al ruido mediático hicieron que se retirasen todo tipo de ayudas públicas relacionadas. Olga asegura que «aquello afectó a todos los centros de formación. Ahí el sector sufrió mucho y no se recuperó nunca. Desde entonces está muy dañado». Aunque tocado, el Instituto Alcántara logró de nuevo capear el temporal.

Golpe final: la pandemia

La puntilla la ha dado el Covid-19. La formación online no era un problema para este centro de estudios, que ya llevaba un tiempo trabajando en ello cuando Pedro Sánchez decretó el estado de alarma en marzo de 2020. Pilar apunta que «veníamos trabajando desde antes y podíamos dar las clases desde casa». Y de hecho lo hicieron. «Fue un placer trabajar con los adolescentes porque lo pillaban todo rápido y tenían mucha motivación. Sabían que iban a perder clases en el instituto, pero no querían perderlas aquí», detalla la codirectora.

El aula de apoyo escolar se mantuvo, pero no así todo lo demás. Se perdieron, por ejemplo, la formación para opositores, donde había «mucha incertidumbre» porque nadie sabía cuando se iban a convocar; la seguridad privada, porque «el Ministerio no autorizó la formación online» y había que mantener grupos reducidos a la mitad; o los cursos para empresas, que bastante tenían con sortear los cierres como pudieran. «Esto hizo 'cataplof' total», explica gráficamente Olga. A todo ello hay que sumar que el Instituto Alcántara, para tratar de ayudar en medio de la crisis, redujo temporalmente sus tarifas mensuales en un 25 por ciento.

Fue imposible levantarse tras el Covid. «Hemos intentando mantenerlo abierto. Pensábamos 'esto cambiará, cambiará, cambiará'..., pero no ha sido así», se lamenta Pilar. Tras mucho meditarlo, las hermanas Alcántara decidieron bajar la persiana y ya en septiembre sólo aceptaron los últimos compromisos, que terminaron sus clases el pasado mes de noviembre.

En estos meses han hecho un cierre empresarial ordenado, «un proceso complicado y administrativamente muy largo». Con un símil náutico y unas palabras cargadas de tristeza, Pilar apunta que «hemos querido llevar el barco a la orilla». Una cruel paradoja hace que justo ahora, con el cierre ya definitivo, se reciban a diario docenas de llamadas en la sede; son posibles alumnos que se interesan por los cursos de la academia, tal es el renombre que aún mantiene. Pero allí ya sólo quedan para atenderles, con toda la amabilidad posible, Olga y Pilar. Las capitanas serán, como debe ser, las últimas en abandonar el barco.

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