Tasa de felicidad per cápita

Quiere decirse que igual que tenemos un índice de precios al consumo, que determina el coste de la vida, ya disponemos de una tasa de felicidad per cápita para evaluar cuánta alegría nos corre por la sangre y a causa de qué. Los datos de la primera encuesta sobre el índice de felicidad andaluza no depara resultados excesivamente sorprendentes ni nos retratan como sujetos sofisticados con aspiraciones exquisitas.

La encuesta certifica que somos gente normalita de andar por casa. Por ejemplo. Lo que más felices nos hace a los cordobeses es la relación con la familia. Como oyen. Un buen perolete con el cuñado o una merienda en casa mientras Juan y Medio siembra parejas septuagenarias por los campos de Andalucía. Esa felicidad íntima e intransferible ya tiene un registro estadístico. Y es abrumador: el 93,4 por ciento de los cordobeses y cordobesas señalan a la familia como fuente principal de satisfacción. Por cierto, casi dos puntos más que la media andaluza.

A mucha distancia, le sigue la amistad. Seguramente porque la encuesta no se formaliza en bares, tabernas, cafeterías, bingos, ni mucho menos en un «after hours». De haber sido así, este segundo epígrafe no habría obtenido un exiguo 51,3 por ciento, que no es ni mucho ni poco sino todo lo contrario. Todo indica, por lo tanto, que los encuestados han contestado con el piloto puesto de lo políticamente correcto. O sea.

Mucho más cuando han rebajado a la quinta plaza del índice de felicidad el epígrafe del ocio, la diversión, el deporte y los viajes. Que, por lo visto, solo estimula la alegría de un 21,2% de cordobeses. Que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, tralará.