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Barbate sin Franco: el paraíso de la libertad

El paraíso del atún, un pueblo que vive de la almadraba y de lo que se pueda, es también un lugar plagado de historias, de personajes, de rincones... Allí fue donde antes murió el dictador

Vista de los acantilados de Barbate desde la Torre del Tajo A.G.

Alberto García Reyes

El levante es la garantía de pureza de los pueblos del Estrecho. En cuanto el turismo los malea, salta Eolo con todas sus ganas y pone a un puñado de majaretas a pregonar sus penas por las calles. No hay mejor antídoto contra ... la invasión forastera . Un poco de arena en la boca, la humedad metida en los huesos y un loco cantándote un fandango a medio metro. El majarón más antiguo que queda por allí es el mismísimo Francisco Franco Bahamonde, cuyo fantasma sigue dando vueltas por las calles de Barbate, el pueblo que refundó en 1950 tras separarlo de Vejer. El dictador construyó el puerto pesquero y dedicó más de 30 calles a sus principales generales. Por eso los más viejos del lugar aún llaman a su tierra «Barbate de Franco» . Franquistas hubo pocos allí y ya no queda ninguno, esa es la verdad, pero el nombre está asimilado por muchos mayores de manera casi subliminal. Lo dicen sin conciencia de lo que realmente significa. Pero en esta localidad, que ha aplicado a rajatabla la Ley de Memoria Histórica para cambiar las calles y quitarse el apellido, que fue oficial nada menos que hasta 1998, también pueden presumir de haber derrocado a Franco antes que nadie en España. Algún valiente decidió, antes de que el dictador muriese en la cama, coger un bote de pintura negra y una brocha e irse a la entrada del pueblo para tachar de la señal al caudillo. Y así estuvo ese cartel durante años, como una reliquia de la democracia.

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