política
Los presidentes de la Junta de Andalucía se despiden por la puerta de atrás
En treinta años, ninguno de los cuatro presidentes andaluces ha abandonado su cargo por mandato de las urnas
m. cONTRERAS
Si la normalidad democrática se mide por la naturalidad en el relevo de los presidentes, algo ha fallado en los últimos treinta años en Andalucía. La teoría establece que los presidentes se cambian cuando lo deciden los votantes, pero en Andalucía ninguno de los cuatro ... presidentes autonómicos ha abandonado su cargo por mandato de las urnas. Tres han dimitido a mitad del mandato por diversos motivos y otro fue apartado por su partido, que a duras penas le permitió terminar la leguislatura. Esta es la azarosa historia de la Presidencia de la Junta.
Rafael Escuredo, 1982-1984
Escuredo fue un político atípico, alejado del aparato que gestionaban Felipe González y Alfonso Guerra, pero con una gran capacidad para conectar con el pueblo. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla en 1967, fue compañero de González en el mítico despacho laboralista de la calle Capitán Vigueras, y fue éste quien le introdujo en la política. El 4 de agosto de 1982 fue elegido primer presidente de la Junta de Andalucía.
En la etapa preautonómica había protagonizado una labor de desgaste al gobierno de la UCD, incluyendo una huelga de hambre en enero de 1980 en protesta por las condiciones del referéndum de autonomía. Su faceta reivindicativa logró gran respaldo social, pero le fue alejando progresivamente del aparato del PSOE, a cuya dirección disgustaba su estilo populista. Ya como presidente, Escuredo anunció iniciativas incómodas como la reforma agraria y se enfrentó con el Gobierno de González, al que le reprochaba el retraso en la transmisión de competencias. En febrero de 1984, tras sufrir un accidente en Sierra Nevada que le obligó a estar postrado durante un mes, presentó su dimisión, consciente de que no tenía el apoyo del PSOE.
José Rodríguez de Borbolla, 1984-1990
Perteneciente a una familia de amplia tradición política, Rodríguez de la Borbolla era vicepresidente de la Junta de Andalucía cuando Escuredo presentó su dimisión, ocupando su cargo. Miembro del PSOE desde 1972, Borbolla representa un perfil político mucho más involucrado en cuestiones de partido que su predecesor. De hecho, desde 1977 era secretario general del PSOE de Andalucía.
El mandato de Borbolla consolidó la autonomía, enriquecida con nuevas transferencias, pero nuevamente cuestiones internas del PSOE terminarían desplazándole de la Presidencia. En el congreso del PSOE -A de 1985 ya se puso de manifiesto una lucha entre los guerristas y el sector dominado por Borbolla, que recibirían la denominación de «renovadores» frente a la ortodoxia que representaba el vicepresidente del Gobierno. Los guerristas coparon en este cónclave los cargos orgánicos e impusieron sus tesis, lo que supuso el comienzo del fin de Borbolla.
Tras una larga campaña de acoso y desgaste dirigida desde las filas de su propio partido, el XXXI Congreso, en 1988, supone la «ejecución» política de Borbolla, quien ni siquiera acudió al mismo alegando una enfermedad. El guerrista Carlos Sanjuán le sucedió como secretario general del partido y el presidente andaluz quedó sin poder en su propio partido. En las elecciones autonómicas de 1990 Borbolla ya no se presentaría como candidato, siendo sustituido por Manuel Chaves.
Manuel Chaves, 1990-2009
Tras el cruento pulso entre renovadores y guerristas, Felipe González recurrió a una persona de su máxima confianza para la Presidencia de la Junta. Manuel Chaves, amigo de Felipe desde los años del colegio Claret, dejó el Ministerio de Trabajo para asumir con resignación un cargo en el que estaría 19 años. Chaves consolidó una estructura de poder con Gaspar Zarrías como hombre fuerte en el Gobierno y Luis Pizarro en el PSOE, la denominada mesa camilla, que completaba José Caballos como portavoz parlamentario.
La fórmula resultó efectiva durante casi dos décadas, y su derrumbe partió, una vez más, desde dentro del PSOE. En 2009, José Luis Rodríguez Zapatero, quien ya había apartado de la primera línea política a los otros dos barones del felipismo, José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ejecutó un plan para renovar el partido en Andalucía. Desplazó a Chaves de la Presidencia para incorporarlo a su Gobierno como vicepresidente de Política Territorial argumentando un descenso del PSOEen las encuestas. Chaves logró, en última instancia, designar a su sucesor, su amigo personal José Antonio Griñán, conservando él la Secretaría General del PSOE-A. Sería por poco tiempo.
Jose Antonio Griñán, 2009-2013
Griñán llegó a la Junta de Andalucía como solución de continuidad respecto a la gestión de Chaves, pero pronto se hizo con el control del PSOE andaluz y se enfrentó tanto con el propio Chaves como con el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba. Su dimisión no obedece, por primera vez, a cuestiones internas del PSOE, sino a una investigación judicial por la gestión de cientos de millones de euros de los ERE fraudulentos. La cuestión es que, como sus antecesores, sale de la Junta de forma atípica.
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