Villa-PP linda con Villa-PSOE
En un rincón de Guadalajara, apenas 15 kilómetros separan Castilnuevo (100% de voto al PP) de Pinilla de Molina, el pueblo con mayor porcentaje de sufragios al PSOE en toda España
CONCHA BALENZATEGUI
La contundente victoria de Rajoy el 20-N tiene uno de sus reflejos más rotundos en el municipio de Castilnuevo . A los pies del castillo que da nombre a este micropueblo se dio el resultado más favorable posible a los intereses del PP: ... el 100% de los votantes optaron por la «papeleta azul» . La antítesis de este panorama se daba ese mismo día en el municipio de Pinilla de Molina, donde Rubalcaba obtuvo el mayor respaldo del país: nada menos que un 83,3% de los votos. Lo más curioso es que esta antagónica situación se da en apenas 15 kilómetros, los que distan en línea recta entre ambos pueblos de la provincia de Guadalajara.
Las pequeñas victorias tienen sus pequeñas razones, pues la explicación de los resultados no es otra que el tamaño de estos municipios: 13 habitantes en Castilnuevo y 27 en Pinilla. La situación no es singular en una comarca, el Señorío de Molina, que tiene una densidad de población más baja que Siberia. Pero, además, basta acercarse a cualquiera de estos dos caseríos, casi deshabitados, para comprobar que el censo está más que inflado. No hay voto cautivo, pero sí consanguíneo.
Las cuentas, claras
En Castilnuevo las cuentas son fáciles entre los 7 votantes que el pasado domingo se acercaron al colegio electoral. Lo más complicado es constituir la Mesa, como explica el casi perpetuo alcalde, Francisco Oter: «Como soy alcalde, no puedo estar en la mesa. Mi mujer, tampoco, porque es la juez de paz. Tres tienen que estar de presidente y vocales, otro al teléfono, y los suplentes vienen de Molina» . Así las cosas, la jornada de votaciones se plantea como una fiesta popular en la que los empadronados se ven en la obligación de mantenerse al pie del colegio electoral durante el horario preceptivo. Y matan las horas con una barbacoa al aire libre en la plaza. Tortilla de patatas para empezar la jornada, alguna empanada, una botella de vino... «y si vienen los de la otra casa, echamos un kilo más de panceta». El recuento termina pronto y no arroja sorpresas. Favorablea al viento que sopla en toda España, las siete papeletas del domingo tenían las siglas del PP. Algo que también ocurrió en otros cinco pueblos de Soria —Carabantes, Caracena, Portillo de Soria, Rioseco de Soria y Valdelagua del Cerro— y en uno de Toledo: Illán de Vacas.
Pero en ningún caso un pueblo unánimemente del PP tiene a pocos kilómetros otro tan marcadamente prosocialista como ocurre en Castilnuevo y Pinilla de Molina, respectivamente. «No tiene nada que ver si el PSOE ha hecho una mala gestión con lo que vota la gente en esta zona», explica el alcalde de Castilnuevo, sabedor de que ni la prima de riesgo ni las manifestaciones de los indignados han pesado un ápice en el electorado. «Mi familia somos cuatro, conmigo cinco, y hay dos de otra», explica Oter. «El PP aquí se ha portado bien», prosigue, recordando los políticos que han contribuido a que las casas tuvieran agua corriente, no hace tantos años. Pero enseguida puntualiza: «Unos y otros, cuando han estado en el Gobierno, nos han dado lo justo. Lo que correspondía en los Planes Provinciales (de la Diputación)».
Oter recibió hace unos días un SMS firmado por Mariano Rajoy para darle las gracias por su contribución a la victoria. El alcalde piensa que es el mismo mensaje que el líder popular mandó a todos los militantes, pero es consciente de que sus desvelos por mantener el pueblo abierto tienen su recompensa electoral. Porque tan contundentes o más que las victorias que el PP obtiene aquí en las generales —que no siempre han desintegrado el voto socialista— son las que él logra en las municipales: desde 1991 ha dejado a cero el marcador de sus rivales, que muchas veces eran «paracaidistas» de la vecina Molina, presentados con la única intención de arañar algún voto para la Diputación. Solo la reciente reforma de la Ley Electoral, que impone tres candidatos en concejos abiertos, ha propiciado que el pasado mayo un aspirante socialista obtuviera un voto en la pugna.
Oter —él, su mujer y su hijo de 17 años son los únicos habitantes «de facto» en los meses invernales— se encarga de mantener abiertos los apartamentos rurales bautizados como «La Ínsula», en alusión a los dichos que sitúan el capítulo del Quijote en este pueblo, que fue visitado por el propio Cervantes. Ellos también son quienes guardan la finca de caza donde ciervos, gamos y muflones son abatidos por grupos de alemanes y franceses que, cada vez menos, vienen a cazar a rececho. Los visitantes más numerosos de este pueblo, incluido en la Ruta del Cid, son los caminantes y ciclistas que a diario aprovechan la cercanía de Molina y el escaso tránsito de la carretera para dar paseos. «La carretera de las grasas», la llaman.
El edificio que hace las veces de ayuntamiento y consultorio médico exhibe aún el Censo Electoral como única huella del paso de las elecciones. El alcalde ya ha retirado los carteles de Rajoy que envió el partido, y que él mismo, fiel a los rituales, se encargó de colocar en dos o tres lugares estratégicos. Eso y la visita del coche electoral del PP, con la megafonía resonando en un caserío vacío, han constituido toda la actividad de campaña. Del PSOE, ni rastro.
María «tira de los demás»
Al PSOE hay que buscarlo a unos kilómetros de allí, en Pinilla de Molina, el punto rojo en el inmenso mapa pintado de azul el pasado domingo. Este pequeño pueblo ha resistido, cual aldea gala de Astérix, a los «centuriones» populares. Y la poción mágica que explica esta fortaleza la cocina su alcaldesa, María Jesús Madrid. «La alcaldesa es del PSOE, y sus padres y sus hermanos la apoyan. Si manda el PSOE, es porque ella tira de los demás», explica Víctor Benito, uno de los pocos vecinos dispuestos a hablar con forasteros.
Las cuentas sobran. Desde que María Jesús Madrid se presentó por primera vez como candidata, no solo ha conseguido reducir a cero la oposición al PSOE en las municipales. En las generales ha ido labrando poco a poco un mayoritario respaldo al puño y la rosa: el 33,33% cuando Aznar alcanzó por primera vez La Moncloa en 1996; el 73% en la última victoria de Zapatero y el 83,3% el día de la derrota de Rubalcaba. Los resultados del domingo no tienen parangón en toda España.
Ciertamente, María Jesús Madrid es alcaldesa desde 1995, con un paréntesis de cuatro años en los que su madre, Rosario, empuñó el bastón de mando. El alcalde que las precedió «también era familia», apunta Benito, tras hacer un alto en su tarea de ayudar a los albañiles que le están levantando un amplio garaje.
Pinilla ofrece una estampa más activa que Castilnuevo, con ladrillos y hormigoneras, por las viviendas que se están reformando. Hay cuadrillas de albañiles trabajando, pero también muchas puertas cerradas: unas, porque solo se ocupan en vacaciones; otras, por rechazo a la visita de los reporteros. «No nos gusta la prensa», explica la alcaldesa, quien aporta, eso sí, una dosis de lógica al resultado electoral: «Al ser tan pocos, a veces la proporción se dispara; jugando con las matemáticas, todo es posible». Y resta importancia al efecto consanguíneo: «Casi todos somos familia, sí,pero en otras ocasiones los más cercanos ni siquiera me han votado».
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