Sánchez, es su turno

Ciudadanos está aquí para influir y moderar desde un espíritu liberal. También al PSOE

Pedro Sánchez EP

Uno, dos y tres: primero fue Pablo Iglesias en la misma noche electoral; luego fue Casado, en la sucesivas reuniones con Sánchez en Moncloa; y, tercero, al fin, Albert Rivera, que ayer se dio la vuelta como un calcetín para ofrecer un acuerdo de «foto finish» ... para impedir las elecciones. Uno, dos y tres partidos cediendo a la espera de Sánchez, el yerto y táctico presidente en funciones.

Consideraciones aparte sobre los tiempos de Rivera, Sánchez se ha quedado sólo ante el espejo, inmóvil asumiendo el único hecho incontrovertible de este periodo electoral: que 123 escaños son tan meritorios para el PSOE como escasos para gobernar en solitario. Todo lo demás ha sido propaganda monclovita. Él lo sabe y algunos en su equipo se lo dijeron desde el principio: hay que aguantar e ir a elecciones, pero sin que parezca que ese es nuestro objetivo. Por eso en estos casi cinco meses La Moncloa ha estado mareando la perdiz , ganando tiempo, engañando a Podemos, pidiendo el apoyo a PP y Cs a cambio de nada («por responsabilidad», «por generosidad», «porque sí»). Inmóvil. La vieja táctica del rugby y la patada a seguir.

El mejor aliado en esta estrategia era Rivera, también inmóvil hasta ayer, tanto que cuesta desligar su anuncio de cierto tufillo electoral. Así, de primeras, al escuchar su oferta dan ganas de cantar el Aleluya, entre otras cosas porque eso fue exactamente lo que se le pidió la noche electoral desde este periódico -entre otros muchos actores mediáticos, sociales y empresariales-. Pero él se enrocó en el «no es no» a pesar de que la única interpretación razonable del resultado electoral era la suma de PSOE y Ciudadanos: 180 escaños y dos partidos contiguos en el espectro ideológico. Tan contiguos que hace tres años firmaron el llamado Pacto del abrazo, que visto lo visto solo sirvió para pisotear el prestigio de Juan Genovés (de simbolizar la Transición a simbolizar la nada).

El giro a la derecha de Rivera, su compromiso preelectoral de no pactar con Sánchez, se produjo por un solo motivo: sus votantes huían despavoridos hacia Vox y la única forma de pararlo era poner a Dios por testigo de que «nunca volveré a pactar con Sánchez». Y la estrategia funcionó, porque Rivera logró un buen resultado el 28 de abril. El problema es que si vamos a elecciones, los que ahora huyen de Cs son los exvotantes de centro-izquierda que vieron en Rivera una opción de moderar a Sánchez... hasta que se conjuró contra él y empezó a pactar sólo con la derecha. Así que toca nuevo giro en Cs. Éste es en la buena dirección, así que bienvenido sea. Y a ver qué hace Sánchez, para justificar que no quiere elecciones.

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