En busca de otra televisión

Desde un chalet de la madrileña calle del Paseo la Habana, el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado , pronunció en 1956 las primeras palabras de Televisión Española: «Hoy, 28 de octubre, domingo día de Cristo Rey, a quien ha sido dado todo el poder en los cielos y la tierra, se inauguran los estudios de Televisión Española ». El 19 de noviembre de 1966 empieza a emitir la Segunda Cadena, conocida como «la UHF ». El 12 de septiembre de 2006 se creó la Corporación de Radio y Televisión Española, actualmente vigente, que al poco tiempo de su puesta en vigor provocó la fuga de su primer director general para el que se había hecho esta televisión un tanto a su medida.

Las emisiones regulares de Televisión Cataluña empezaron el 16 de enero de 1984. Sucesivamente, se fueron posicionando en el dial televisivo las televisiones autonómicas de diverso pelaje y condición, que han permanecido con un coste desorbitado, excepto Canal Nou , que dejó de emitir en 2013.

La ley de Televisión Privada de 1988 da como resultado que el 28 de agosto de 1989 se concedan 3 concesiones: Antena 3 (ahora Atresmedia), Gestevisión-Telecinco (ahora Mediaset) y Sogecable, ésta para emitir en pago, incumpliendo las normas de la convocatoria. En 2005 el Gobierno de Zapatero concede dos canales en abierto: Cuatro y la Sexta, adjudicado al heterogéneo y luego frustrado grupo Gestora de Inversiones Audiovisuales, que capitanea Roures . Finalmente, el 16 de octubre de 2015, se abren nuevos canales que se destinan a Antena 3, Telecinco, Real Madrid Club de Futbol, Grupo Secuoya y Kiss TV España.

Hasta aquí, el desbarajustado y folclórico panorama de la televisión en España, que tiene su origen y su desarrollo en la falta de un modelo racional y equilibrado, en el que destacan los intereses, casi siempre inconfesables de tantos, y la falta de rigor técnico y profesional de casi todos. El modelo británico de la BBC , para muchos imitable, a pesar de su permanente dialéctica entre el gobierno y los profesionales, presenta un esquema claro de división entre televisión privada y pública, un sistema de financiación reconocible y una historia más que aceptable.

En España no hay modelo; «ni se le espera». Desde su beatífico nacimiento, en TVE se han sucedido glaciaciones de partidos políticos, de equipos directivos, se han concitado intereses particulares y desafíos sindicales que hacen de la Corporación un campo de agramante de codicias e inconsistencias. Cada partido viene con su receta y cuando se atisban síntomas de corrección, un nuevo descalabro borra lo bueno y agudiza lo malo . TVE, con más de 6.000 trabajadores con gran capacidad, tiene que recurrir permanentemente a la producción ajena y cuando, como en estos días, los excelentes periodistas pueden evidenciar sus valores profesionales, los sindicatos los tachan de insolidarios y alteran su tarea.

Las televisiones autonómicas se han convertido en el coto privado de los partidos gobernantes, que giran sin el menor escrúpulo ante cada cambio político, como en Castilla-La Mancha .

Alguien ha dicho que en España la televisión pública, aunque sea esta TVE con sus contradicciones, sólo se justifica en parte por la televisión privada que padecemos. Las cuatro principales cadenas, en manos de desahogados empresarios extranjeros, no consiguen disimular con espacios atractivos y modernos la alta cuota de televisión de obligada y gratificada emisión, que alumbra, cuando se produce un acontecimiento como los terribles atentados de Paris , que nadie sea capaz de cortar la emisión para dar paso a los servicios informativos y dejan la reseña de tan dolorosos hechos en manos de comediantes de la nueva farsa.

Resulta penoso dar cuenta de este panorama, pero otra visión sería engañosa. La pregunta es: ¿podremos ponernos de acuerdo para hacer una televisión atractiva, tolerante y decente?