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2-D, ELECCIONES AUTONÓMICAS

Andalucía, el vuelco imposible en las urnas

Casado no ha tenido tiempo de «poner en orden» a un PP andaluz dividido

Pablo Casado y Juan Manuel Moreno, ayer en el acto del PP en Sevilla / EFE
Manuel Marín

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Las campañas electorales andaluzas siempre fueron un «déjà vu» carente de emoción, con final conocido y gobierno predeterminado. Nunca en 38 años de autonomía ha dejado de gobernar el PSOE y nunca, salvo en una ocasión, ganó el Partido Popular las elecciones en votos y escaños, pese a que en la investidura resultaron inútiles porque el socialismo sumó a la siempre socorrida Izquierda Unida para gobernar. Sin embargo, en esta ocasión la campaña andaluza va a estar condicionada por variables novedosas que, de inicio, añaden un plus de aparente incertidumbre a los resultados.

Hay dos factores relevantes que pueden alterar el eterno paisaje monocolor andaluz: primero, la dificultad para detectar con rigor cómo evoluciona un electorado disperso que hasta hace cuatro años se caracterizó por un alto grado de fidelidad de voto, y al que en ámbitos urbanos -más que en los rurales- empieza a animar la idea de una «coalición sorpresa» contra el PSOE por primera vez en cuatro décadas. El segundo, la capacidad que demuestre cada partido para resolver con éxito el desgaste de sus respectivas crisis internas.

Casado, Moreno y González Pons, ayer en un acto del Partido Popular Europeo en Sevilla / EP

El «sorpasso» de Cs, más difícil de lo que parece

A priori, muchas encuestas y la viciada «óptica madrileña y centralista» con que se suele analizar todo en política, pronostican al PP un desmoronamiento electoral basado en la atribuida falta de liderazgo y carisma de Juan Manuel Moreno , y en un acusado ascenso de Ciudadanos, que lo vuelve a mitificar hasta situarlo como segunda fuerza en Andalucía. Objetivamente, el partido de Albert Rivera siempre logró un mejor trato en los sondeos que en las urnas, y en cualquier comicio autonómico, excepto en Cataluña, siempre hubo un desfase entre la expectativa creada y el resultado real, de modo que acudía a las urnas sobredimensionado mediáticamente.

Un hipotético «sorpasso a la andaluza» entre PP (1.064.000 votos en 2015) y Ciudadanos (368.988 votos) implicaría que el primero bajara de 33 parlamentarios a 20, y que el segundo subiera de 9 a 22. En definitiva 13 escaños de desfase, que representarían una radical migración mínima de medio millón de votos, algo que a priori no parece fácil porque el peso objetivo del voto rural -muy incierto aún para Ciudadanos- sigue influyendo sobremanera.

Dos PP en cada provincia… un cisma de años

Es lógico aceptar la tesis de una tendencia a la baja del PP, y al alza de Ciudadanos. El tejido de militancia urbana que meritoriamente consiguió tejer el PP en las principales alcaldías andaluzas durante el liderazgo de Javier Arenas ya se desvaneció. Además, hay «dos PP» enfrentados prácticamente en cada provincia. Es un partido lastrado por una profunda fractura interna causada más por cuitas de ámbito local y rencillas de familia irreconciliables que por diferencias políticas de fondo.

Juan Marín, candidato de Cs EFE

Pablo Casado no ha tenido tiempo de «poner en orden» a un PP andaluz dividido, desmotivado e impotente. Es más, ha empezado a aceptar como único remedio urgente y conciliador el sacrificio de «casadistas» en las listas electorales en beneficio de «arenistas irreductibles» y de «cospedalistas a la espera» que exigen ahora el pago de la factura comprometida por Casado para ganar las primarias.

Se trata de una recomposición improvisada, y forzada por las circunstancias, para minimizar un cisma real que ya dura años. Y si la debacle fuese mayúscula, Casado tendrá los argumentos suficientes para imponer una fría y profunda renovación en Andalucía a su medida y sin miramientos.

Trifulcas en Ciudadanos con un «candidato opaco»

En Ciudadanos, fiarse de la inercia de las encuestas se ha convertido en una pésima experiencia. El nivel de autoconfianza es máximo, pero exige cautela. Ciudadanos ya ha sido varias veces víctima de una falsa euforia, y en Andalucía no todo se reduce al simple «culto» electoral a Albert Rivera e Inés Arrimadas.

«Ciudadanos crece más por los errores del PP y su fractura interna que por méritos propios»

Su candidato, Juan Marín , es políticamente muy opaco y ha calado su imagen subalterna de sumisión a Susana Díaz. Virtualmente, Ciudadanos crece más por los errores del PP y su fractura interna que por méritos propios. No ha conseguido una consolidación estructural en la Andalucía rural y su voto no urbano depende exclusivamente del efecto simpatía que generen Rivera o Arrimadas porque Marín no arrastra.

Además, en varias capitales andaluzas Ciudadanos también ha vivido trifulcas internas muy severas, hasta el punto de casi «desaparecer» institucionalmente. En Huelva capital, por ejemplo, de tres concejales que fueron elegidos en 2015, dos han abandonado el partido y fundado uno nuevo, y el tercero carece de peso político en la ciudad. Paradójicamente, Ciudadanos está en el trance de crecer en las autonómicas para después generar dudas en las municipales por no haber consolidado candidatos locales de peso.

Teresa Rodríguez, candidata de Podemos y enfrentada a Pablo Iglesias dentro del partido EFE

Díaz y Rodríguez se ofrecen ayuda mutua

En la izquierda, el temor del PSOE a dejar de gobernar es nulo porque una hipotética suma de mayoría absoluta entre PP y Ciudadanos resulta casi imposible en el reparto de escaños que asigna la Ley D’Hondt.

Pero incluso en el supuesto de que esa compleja situación se produjese, habría dos factores novedosos que pueden añadir complejidad al panorama: mientras Marín se antojaría partidario de reeditar su aburguesado acuerdo de gobierno con Susana Díaz, Rivera y la dirección nacional de Ciudadanos tendrían serias dudas porque su inclinación a ser los artífices del primer cambio político de magnitud en Andalucía sería más que tentadora. Y porque tanto Pedro Sánchez como Susana Díaz han dejado de ser fiables para Rivera. Las discrepancias entre Rivera y un Marín presionado por Susana Díaz añadirían picante al plato.

Susana Díaz, ayer en un acto de su partido en Sevilla EP

El segundo factor es que, por primera vez en cuatro años, Teresa Rodríguez, enfrentada a Pablo Iglesias y que se ha negado categóricamente a concurrir a las urnas bajo la marca «Podemos», se está ofreciendo a Susana Díaz como apoyo alternativo frente a un posible Gobierno de centro-derecha.

Hasta ahora, Díaz y Rodríguez fueron agua y aceite, y el rechazo que Podemos generó en la presidenta andaluza siempre fue directamente proporcional a las simpatías que genera en Pedro Sánchez.

Sin embargo, ambas dirigentes ya ofrecen sutiles señales de autodefensa mutua por lo que pueda ocurrir en una Andalucía donde la corrupción institucional no penaliza en las urnas y donde la izquierda es inmune al castigo electoral por ese motivo.

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